La Biblia contiene varias promesas relacionadas con la recompensa que Dios otorga a sus colaboradores fieles. A continuación revisaremos algunos aspectos de la “recompensa eterna”.
Te invito a empezar con Apocalipsis 1:6, en donde Juan alaba a Dios porque su recompensa es que nos salvó en Cristo y nos “hizo reyes y sacerdotes para Dios”. En Apocalipsis 5:10 dice que “de ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra”. Finalmente, la bienaventuranza de Apocalipsis 20:6 dice “que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.
Surgen preguntas interesantes de estos textos: ¿Cuál es la función de un sacerdote? ¿Por qué Dios recompensa como sacerdotes y reyes a sus redimidos? ¿Tenemos que empezar a practicar aquí el oficio de sacerdotes? Revisemos en forma rápida la respuesta en la Biblia.
El oficio de sacerdote
Entre las funciones de los sacerdotes se encuentran:
- Representar a Dios ante el mundo, y ser mediador entre Dios y los hombres.
- Ser responsables de la enseñanza de la ley, de los estatutos divinos y de juzgar. Ocasionalmente, también del oficio profético.
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9).
Con esta declaración, Pedro resumió que ser sacerdotes y reyes para Dios es ser proclamadores de la salvación de Dios. Para Pedro y Juan, todo seguidor de Dios es un sacerdote. Lo interesante es que Apocalipsis dice que ejercer como sacerdotes y reyes es parte de la recompensa eterna.
Cuando Dios creó a los primeros seres humanos, los denominó adanes porque estaban hechos de la tierra, los hizo varón y mujer. Hoy podríamos llamarlos terrícolas.
“Hagamos al hombre [adam][1] a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y tenga potestad sobre los peces del mar, las aves de los cielos y las bestias, sobre toda la tierra y sobre todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Y creó Dios al hombre [adam] a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.[2] (Génesis 1:26-27)
Dios creó a los dos adanes como encargados de gobernar la tierra en su nombre en un liderazgo de amor y servicio. Eran reyes porque gobernaban, y también sacerdotes porque representaban a Dios ante la creación de la Tierra, proclamaban sus designios y la cuidaban.
Todo iba bien hasta que cambió por causa del pecado.
En Génesis 3:15, Dios tuvo que anunciar que iba a restaurar la situación estableciendo un sacerdocio adicional. Se trata del sacerdocio mesiánico. Este sacerdocio proclamaría nuevamente cómo es el gobierno divino y su relación con los que creó. Esto operó un cambio en la proclama que debían dar los sacerdotes humanos después de la caída. A partir de ese momento, el sacerdocio se diferenció en dos tipos. La Biblia detalla en qué difieren sus responsabilidades:
- Un sacerdocio mesiánico o Redentor.
- Un sacerdocio tipológico o de proclama.
El sacerdocio mesiánico
El sacerdocio mesiánico es único. Requiere que el sacerdote sea el sacrificio y con su sangre purifique del pecado. El apóstol Pablo destaca este hecho en Hebreos 7:26 y 27.
Tal Sumo Sacerdote nos convenía: santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos; que no necesita, como los otros sacerdotes, ofrecer cada día primero sacrificios por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una sola vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo.
Por lo tanto, el sacerdocio mesiánico es diferente al sacerdocio tipológico. El objetivo de los dos sacerdocios, mesiánico y tipológico, era procurar restablecer el orden del gobierno divino en la tierra con una amplitud mayor a la original.
Este sacerdocio mesiánico es eterno. Desde la eternidad Dios tuvo su representante divino. Este tipo de sacerdocio surgió para recuperar el gobierno de Dios en la tierra.[3]
El sacrificio de la persona del sacerdote mesiánico se representó siempre sobre un altar con el sacrificio de animales. Esto se hacía en el espacio abierto simbolizando que el sacrificio del Mesías ocurriría en la tierra. Le seguiría su labor intercesora en el Lugar Santo y de juicio en el Lugar Santísimo en el cielo, representado posteriormente en la tipología del santuario israelita.
Pablo explica que el sacerdocio mesiánico es del tipo de Melquisedec, porque su línea no proviene del sacerdocio levítico y, además de sacerdote, es rey.
La Biblia agrega que el sumo sacerdote de esta orden es obviamente un ser humano, como dice Génesis 3:15, ya que desciende de la simiente de la mujer. Y también es un ser divino; es el nuevo Adam según Efesios 2:14.[4]
El Mesías y sumo sacerdote de esta orden era central que ofreciera su vida para llegar a ser el mediador del nuevo pacto en el cielo.[5] ¿Por qué en el cielo? Porque debía justificar ante el resto de los seres creados por Dios en el universo, que los redimidos de la tierra podían volver a ser parte de la comunidad celestial. ¡Extraordinaria recompensa!
El sacerdocio tipológico
Los diferentes sacerdocios tipológicos representan y acompañan al sacerdocio mesiánico en alguna de sus etapas en el plan de redención. Esencialmente, la tarea de un sacerdote tipológico era ser un representante de Dios y proclamar su salvación. Veamos las proclamas de los sacerdotes tipológicos a lo largo del tiempo.
¿Cómo era en los comienzos?
Ya vimos que los dos primeros adanes, varón y mujer, fueron designados por Dios como representantes de la nueva creación. Al momento en que los adanes, varón y mujer, pecaron, Dios agregó el anuncio de redención.
El varón debía representar la muerte que se introdujo en toda la creación por causa del pecado, realizando sacrificios de animales limpios a cielo abierto sobre un altar de piedras. El anuncio enfatizaba la llegada del sacerdote mesiánico que revertiría el proceso del pecado y del mal, y establecería nuevamente el reino de Dios.[6]
El anuncio mediante el sacerdocio de la mujer implicaba el ser la portadora de vida del Mesías.[7] Así lo entendió el primer adán varón porque fue a partir de ese momento en que el segundo adán mujer recibió un nombre que la distinguió del primer adán. El nombre Eva se relaciona con el concepto de dar vida (Génesis 3:20). Esto destaca que entendieron la esperanza de redención prometida por Dios que vendría por medio de la mujer. El registro bíblico presenta el anhelo de las mujeres en esta esperanza dada en el Edén. Las mujeres deseaban tener el privilegio de dar vida y llegar a ser la madre del Mesías prometido. El anuncio de la salvación a través de las mujeres contenía especificaciones clave para el respeto a la vida de todo ser humano junto con la prohibición de quitarla en rituales religiosos de adoración.[8]
Cuando Dios prometió el sacerdocio mesiánico, los dos primeros adanes, varón y mujer, asumieron el sacerdocio tipológico para proclamar la labor redentora del sacerdocio mesiánico.
La proclama que Dios encargó a los varones y las mujeres se extendió durante la época patriarcal y más. Su proclama no tenía nada que ver con la forma posterior desvirtuada de los sacerdocios que surgieron en distintos pueblos y culturas en las que se implementaban rituales de fertilidad, prostitución, y sacrificios humanos. Como ocurrió siempre, todo lo dado por Dios en la proclama original fue tergiversado con el tiempo.
El nacimiento del Mesías por medio de una mujer virgen ilustra el hecho de que no portaría pecado por recibir la simiente de un varón, sino que sería una simiente nueva, llegando a ser el primogénito de una nueva humanidad. Es decir, así como Dios completó la humanidad extrayendo del primer adán varón al segundo adán mujer, posteriormente, del adán mujer extraería al nuevo adán varón.
Otro sacerdocio tipológico es el de Melquisedec
El sacerdocio de Melquisedec representa mediante el pan y el vino que el sacrificio del Mesías traería la paz y la reconciliación entre Dios y los seres humanos. Esto aparece por primera vez en Génesis 14:18. El apóstol Pablo describe bien este sacerdocio en el libro de Hebreos.
Otros sacerdocios tipológicos eran los sacerdocios levítico y aarónico
La tipología ritual que realizaban estos sacerdotes surgió con la revelación mayor dada a Moisés en el Sinaí.
Éxodo 32 registra las razones por las que la tribu de Leví fue consagrada al servicio de Dios en este tipo de sacerdocio. Aarón fue escogido sumo sacerdote junto con su descendencia.[9] La elección de la tribu de Leví como servidores del sumo sacerdocio de Aarón y sus descendientes se debió al pecado del pueblo de Israel.
El pueblo había sido elegido como pueblo de sacerdotes y reyes para acompañar el servicio del santuario, pero pecaron al adorar el becerro de oro.[10] Por eso, cada primogénito varón de las otras tribus fue absuelto de su responsabilidad sacerdotal para los aspectos sacrificiales, y reemplazado por los varones de la tribu de Leví (Números 3:12).
Las actividades en los espacios cerrados del santuario terrenal estaban ocultas a los ojos humanos porque era un símbolo de las actividades que este sacerdote mesiánico realizaría en el cielo. Por eso no podían ingresar otros que no fueran del sacerdocio levítico a esos espacios.
La caducidad de la representación tipológica del sacerdocio levítico y aarónico se terminó con la llegada del sacerdote Mesías.[11] Ya no era necesario representar las promesas de Dios con este sacerdocio, porque estaban en pleno cumplimiento.
El sacerdocio del pueblo de Dios
Una vez que la promesa del sacerdocio mesiánico se concretó, el énfasis de la proclama de los sacerdotes tipológicos cambió de nuevo.
El sacerdocio del pueblo consiste mayormente en resguardar el legado profético de las promesas de salvación. Pablo dice en Romanos 3:1-2 que al pueblo de Israel le fue confiada la Palabra de Dios. El pueblo de Israel fue elegido entre otras naciones para ser los depositarios de las promesas y anunciarlas al resto de los pueblos como estrategia divina para que sus promesas no se perdieran en el tiempo. Esta responsabilidad pasó a la iglesia como pueblo de Dios.
Pedro y Juan asignan la responsabilidad sacerdotal a la comunidad de todos los cristianos y no exclusivamente a la de sus líderes. La jerarquía eclesiástica que diferenció entre sacerdotes y el pueblo o laicado fue posterior al primer siglo.
Cada creyente debe ejercer su sacerdocio porque eso indica que está siendo restaurado a la imagen de Dios y es miembro del reino de Dios. A los creyentes de la iglesia cristiana les toca acompañar al Mesías en las etapas de intercesión y juicio en el santuario celestial.
Este sacerdocio del pueblo se alista bajo la orden del sacerdocio real del Mesías como describe Apocalipsis. Su duración no cesa. Mantendrán en el recuerdo de todos los habitantes del universo el sacrificio hecho por Dios mediante su Hijo para redención.[12]
Resumamos
La recompensa eterna de Dios al hacer sacerdotes y reyes a los creyentes fue agradecer a sus hijos fieles por aceptar ser sus colaboradores en la difusión de su verdad de salvación.
Veamos las respuestas a las preguntas que nos hicimos al comienzo.
- ¿Cuál es la función de un sacerdote? Representar y proclamar la gracia de Dios.
- ¿Por qué Dios hace sacerdotes a sus redimidos? Porque con gozo expresarán eternamente la gracia que recibieron de Dios.
- La última pregunta, ¿tenemos que practicar aquí el oficio de sacerdotes? Sí. En un mundo confundido por muchas voces con proclamas diferentes, Dios quiere que todos, sin distinción de sexo o edad, anunciemos con gozo su salvación.
Exclamemos con gozo junto con Juan que Dios nos “hizo reyes y sacerdotes para Dios” y proclamemos lo que Jesús está haciendo como sumo sacerdote mesiánico en el cielo, y también por las edades sin fin.
[1] En otras versiones rinde “humanidad”. El término hebreo es extraído del término “tierra” [adamah] que indica los elementos con los que Dios vinculó a este nuevo ser. Al igual que a los pájaros los vinculó con el aire y a los peces con el agua.
[2] Ver también Génesis 5:1.
[3] Mateo 5.
[4] En griego, καινὸν ἄνθρωπον [kainòn ánthropon].
[5] Hebreos 8:3; 9:12-15.
[6] Génesis 3:15; Judas 1:14-15.
[7] Isaías 7:14; Mateo 1:23.
[8] El concepto principal detrás de este hecho era que los seres humanos concebidos eran portadores de la imagen de Dios y, por lo tanto, no debía eliminarse su vida en un sacrificio. Esto dice Génesis 9:6.
[9] Éxodo 28:3; 40:13-15.
[10] Comparar Éxodo 19:6; 32.
[11] Mateo 27:50-51.
[12] Apocalipsis 14:1-6.
Autora: Silvia C. Scholtus, Dra. en Teología, Coordinadora del Centro Histórico Adventista de la Unión Argentina, Universidad Adventista del Plata (Argentina)
Foto: Scarlet Ellis en Unsplash