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Semana de oración Conecta 2019.  Reflexión para el 9 de mayo.

Disfruta de la revista completa de esta semana de oración AQUÍ.

El 21 de julio de 1969 millones de personas seguían en directo lo que estaba sucediendo a más de 380.000 Km de distancia en nuestro satélite, la Luna.

La expectación era grande ya que entre los objetivos de la misión del Apolo 11 estaba el que por primera vez en la historia de la humanidad un ser humano caminase por la superficie de la Luna.

Eran las 2: 56 UTC cuando, a través de las pantallas de televisión de medio mundo, millones de personas pudieron escuchar las palabras que pronunció el comandante de la misión, Neil Armstrong, al colocar su pie izquierdo sobre la superficie lunar: «Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad».

Sin duda alguna ese primer paso y primera huella en la superficie de la Luna marcó un antes y un después en la historia de la exploración del espacio. Pero como casi todas las grandes historias, su comienzo se remonta a mucho antes, con el origen de sus protagonistas.

Armstrong nació el 5 de agosto de 1930 en la granja de su abuelo en Ohio, Estados Unidos. Muy pronto, a la edad de dos años, se despertó en él un interés entusiasta por volar cuando su padre lo llevó a las Carreras Nacionales Aéreas de Ohio. A partir de ese momento, esa pasión le acompañaría a lo largo de su vida. Se graduó en ingeniería aeronáutica, fue aviador naval, piloto de cazas a reacción, piloto de pruebas y finalmente, en 1958, fue seleccionado por el programa de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos para llevar un hombre al espacio. En 1960 fue elegido como miembro del grupo de pilotos asesores y, en 1962, fue escogido como uno de los siete pilotos que podría viajar al espacio. Finalmente, ese mismo año, fue seleccionado para unirse al segundo grupo de astronautas de la NASA.

Todo esta sucesión de elecciones y selecciones culminó en ese primer paso que quedó grabado en la memoria y en los anales de la exploración del espacio: «Es un pequeño paso para un hombre…».

Ese pequeño paso de Armstrong, que sirvió de inspiración para generaciones de exploradores, se había ido fraguando con trabajo duro, pasión, ilusión, pero nunca se habría llevado a cabo sin la elección, que le dio la oportunidad de ponerse a los mandos de esa apasionante misión.

Elegidos

Las palabras de la Biblia que hoy nos inspiran hablan precisamente de elección, centrando la acción en quien se presenta como «nuestro amigo» (vers. 14 y 15), Jesús.

Es aquí donde radica lo excepcional, donde se percibe con poder el amor de Dios que, habiéndose hecho hombre, se acerca al ser humano para decirle: Vosotros sois mis amigos, y no sois vosotros los que me habéis elegido a mí, sino que yo he sido el que os ha elegido a vosotros (vers.15, 16).

Muchas veces nuestra mirada se pasea sobre las palabras sin llegar a percibir su profundidad y trascendencia.

Una profundidad en la que el Creador del universo quiere transmitir a la humanidad su deseo de entablar una amistad, para la que él ya nos ha elegido.

Ser elegidos para algo bueno nos produce una gran satisfacción, tanto en lo personal como en lo profesional, en cualquier etapa de la vida. Pero sin duda hay dos en las que esa elección se vive con auténtica pasión: la niñez y la juventud. Etapas de la vida en las que más necesitamos sentir la amistad auténtica y la aceptación del grupo.

Nuestros jóvenes

La vida del joven es intensa en prácticamente todos los aspectos de la vida. Época de descubrimientos, conocimiento, fuerza, sueños… pero también dudas, incertidumbre, necesidad de saber quién es uno mismo y necesidad de pertenencia.

¿Te acuerdas de cuando llegaba la hora de jugar un partido de fútbol, baloncesto, voleibol o de hacer equipos para algún tipo de juego? Generalmente dos personas se encargaban de escoger los equipos y muchas veces eran los que mejor jugaban o los más populares.

La sensación de ser elegido por la persona con la que querías estar era espectacular, te sentías bien, importante, aceptado.

De alguna forma, las palabras de Jesús quieren hacerte parte de su historia, sin importar tu procedencia, estatus social, género, edad, experiencia, altos y bajos en la vida. Él te ha elegido para ser su amigo y esa elección está destinada a dar un fruto que permanezca.

Justo al comienzo del capítulo, Jesús utiliza la metáfora de la vid y los pámpanos. Únicamente si las ramas están conectadas a la planta, podrán dar fruto: de lo contrario, terminarán marchitándose y muriendo.

Algo parecido sucede hoy con los teléfonos móviles de última generación. Tienen cientos de miles de aplicaciones a su disposición, multitud de tareas que pueden realizar pero, en el momento en el que quedan desconectados de la de la red, pierden su capacidad y generan frustración. Hasta tal punto esto nos condiciona, que muchas personas eligen sus destinos de vacaciones en función de la conexión.

Conociendo la realidad del ser humano, Dios quiso dejarnos ejemplos en su Palabra de lo que pasó con personas a las que él eligió como amigos y que a su vez decidieron vivir en conexión con Él.

Personas como Noé, Abraham, José, Moisés, David, Ester, Samuel y Pablo entre muchos otros.

Cada historia, como cada persona, es un mundo: pero el poder de Dios es el mismo ayer, hoy y siempre.

Volviendo al inicio, Neil Armstrong, el primer hombre en caminar sobre la Luna, fue un cristiano profundamente comprometido. En 1988 tuvo la oportunidad de viajar a la ciudad de Jerusalén y allí le pidió a Thomas Friedman, profesor experto en arqueología bíblica que le pudiese guiar por la ciudad a los lugares donde se pudiese tener la certeza que había caminado Jesús.

Su guía le llevó, entre otros, a los restos del templo de Herodes el Grande, donde todavía se conservan los peldaños que constituían la principal entrada del templo y le dijo: «No hay duda de que Jesús subió por ellos».

Armstrong, emocionado, le dijo: «Para mí significa más haber pisado estas escaleras que haber pisado la Luna».

Conclusión

¿Te gustaría saber lo que Dios podría llegar a hacer en tu historia?

  • Te invito a aceptar cada mañana, cada tarde y cada noche la elección y la amistad que te ofrece el Creador.
  • Te invito además a vivir en una conexión real que vaya transformando tu vida a través de los frutos que él irá produciendo en ti.

MOMENTOS DE ORACIÓN

Hoy te quiero invitar a realizar la siguiente dinámica de oración:

  1. Piensa en los niños y jóvenes de tu iglesia. Posiblemente, hasta desconozcas cómo se llama alguno de ellos.
  2. Aprende sus nombres y salúdales cada sábado cuando les veas.
  3. Ora por al menos cinco de ellos y sus familias, durante esta semana.

Autor: Jonatán Bosqued. Director nacional de la Juventud Adventista de España (JAE)
Imagen: Revista Semana de Oración Conecta 2019 + Todd Quackenbush on Unsplash

 

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