Yhwh Dios hizo tierra y cielos. Un comentario rabínico al libro del Génesis[1] cuenta una parábola sumamente interesante:
«El asunto es comparable al rey que tenía dos copas vacías: ‘Si pongo en ellas agua caliente – dijo el rey – se partirán; y si agua fría se romperán’. ¿Qué hizo el rey? Mezcló agua caliente con fría, la echó en ellas y resistieron. Igualmente, dijo el Santo, bendito sea: ‘Si Yo creo el mundo con arreglo a la misericordia [solamente], en verdad sus pecados se multiplicarán; y si [sólo] con arreglo a la justicia, el mundo no durará. Lo que voy a hacer es crearlo con arreglo a ambas, justicia y misericordia, ¡y ojalá resista! De ahí la expresión Yavé Dios».
Este texto, además de hacer referencia al proceso de la creación de Génesis 2: 4, nos presenta la imagen que el judaísmo rabínico tenía de Dios. Los judíos de la diáspora se habían impregnado de una idea helena que alteraría su comprensión de lo divino: el diteísmo. Los dioses griegos eran una representación magnificada de las pasiones y expresiones de los hombres. Para el mundo helenístico era incomprensible que uno de sus dioses fuera, a su vez, justo y misericordioso. De hecho, el panteón grecorromano, se puede dividir en dioses propicios al amor o a la ira. Esto afectó el concepto sobre el Dios del Antiguo Testamento.
¿Cómo afectó el diteísmo farisaico al concepto de Dios y del Mesías?
La idea se adhirió, tristemente, al pensamiento fariseo que, como sabréis, fue la base del judaísmo posterior a la destrucción del templo de Jerusalén (70/135 d.C.). Esa no-comprensión de un Dios amante e, igualmente, justo, usual en los textos del Antiguo Testamento, desvirtuó la imagen del Señor. El hebreo comprendía a Dios como un todo, aunque le designara de diferentes formas. El Dios cercano (inmanente), personal, preocupado por la problemática del hombre, entrañable, cariñoso era Yhwh.
El Dios Creador (trascendente), Señor de los ejércitos celestes, sustentador de los mundos y mayestático era Elohim (traducido normalmente como Dios). Yhwh era el nombre de pila, Elohim el genérico y de respeto.[2] ¿Cómo afectó el diteísmo farisaico al concepto de Dios? Yhwh se convierte en el Dios de la misericordia frente a otro, Elohim, que es el Dios de la justicia. «De ahí la expresión Yhwh Dios».
Curiosamente, y por extensión, la idea del Mesías se vio afectada por culpa de este concepto. En la época de Jesús, cierto grupo de judíos pensaban que el Mesías llegaría con toda la pompa de un rey frente a otros que defendían la idea de un Mesías cercano y que padecería por los pecados del pueblo (siervo sufriente). Eso, quizá, pilló por sorpresa a algunos de los coetáneos de Jesús que no comprendían que éste anduviera con publicanos y, a su vez, entrara en Jerusalén montado en un pollino (acción propia de los monarcas judaítas).
Dios del Antiguo Testamento y Dios del Nuevo Testamento
El diteísmo también se introdujo en el cristianismo. Un ejemplo de esta corriente de pensamiento fue el marcionismo. Marción diferenciaba al Dios del Antiguo Testamento (Dios de justicia y de ira) del Dios del Nuevo Testamento (Dios de amor y misericordia), este último personificado en Jesús. Esa idea llega a nuestros días. Hasta no hace mucho tiempo se valoraban mucho más los estudios del Nuevo Testamento que los de Antiguo. Es muy interesante que, tradicionalmente, en los seminarios de Teología se impartiera más griego y Evangelios que hebreo y Pentateuco.
Hoy, en muchas de nuestra Escuelas Sabáticas, se comenta que el Dios veterotestamentario es el Dios de la ira y el juicio escatológico frente al cariño y afecto de Jesús. Las guerras veterotestamentarias siguen siendo uno de los puntos críticos en la comprensión de nuestros miembros. Creo, sin embargo, que el diteísmo llega muchos más allá. Genera dos actitudes polarizadas en nuestras congregaciones: relativistas y normativistas.
Normativismo y relativismo
¿Yo soy normativista? ¿Relativista? Normalmente no usamos estos términos, empleamos eso de liberal (relativista) o conservador (normativista). Cada vez más se etiqueta a alguien con una de estas dos calificaciones. Casi siempre la diferenciación entre uno y otro suele ser “estética”. ¿Lleva corbata o no? ¿Usa pendientes? En ocasiones afecta a los “principios” (designación normativista) o a las “normas” (designación relativista). ¿Lee E.G. White? ¿Va a un restaurante en sábado? ¿Bebe vino? ¿Es creacionista?
Ambas corrientes de pensamiento surgen de una interpretación parcial de la imagen de Dios. Imagen que no es incorrecta y que sirve de excusa para elegir dos estilos de vida. Para los relativistas, Dios es amor. ¿Es cierto? Por supuesto. El error está en convertirle en una especie de Santa Claus que nos da de todo y no nos exige nada. Es un Dios simplista que, al final de los tiempos, perdonará a toda persona. Para los normativistas, Dios es justicia. También es correcto. Pienso que el error reside en convertirle en un juez implacable, en el pantocrátor medieval que espera que hagamos lo más mínimo para castigarnos. Es un Dios exigente que mira con lupa cada una de una de nuestras acciones.
¿Cómo se aproxima cada tendencia a la Biblia?
Normativismo
El normativista extrae una regla de cada texto. Es lo que se llama exégesis nomológica. Todo son normas de conducta. Un ejemplo: David danza delante del arca. ¿Se puede bailar? ¿Si David lo hizo, por qué no podemos ir a una caseta de feria y bailar unas sevillanas? La discusión sobre estas preguntas nos podría llevar toda la tarde de un sábado.
Relativismo
El relativista cuestiona (aunque no sea consciente de ello) la autoridad de la Biblia. Es un texto válido para otros tiempos que, hoy, debemos actualizar. Es lo que se denomina hermenéutica social (no hay nada nuevo bajo el sol: L. Boff, F. Schüssler, J. Sobrino). “Actualizar” tiene un campo semántico impresionante, cabe casi de todo. ¿Me permitís poner el dedo en la llaga? Es sumamente atractivo escuchar las interpretaciones de un relativista con relación al texto de 2 Corintios 6:14 (No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión, la luz con las tinieblas?)
Esta polarización divide nuestras iglesias y, aunque algunos hermanos intuyen la situación, no siempre se presentan alternativas. No existe una fórmula pero si propuestas. He aquí algunas:
1. Reflexionemos sobre el concepto que tenemos de Dios.
¿Hasta dónde llega su amor? ¿Nos aprecia tanto que permitirá que vivamos en el error o que realicemos algo que nos haga daño? ¿Es tan justo que no tiene en cuenta la intención de nuestros corazones o el más íntimo deseo, no alcanzado, de hacer lo bueno? Una pista. En el Israel del Antiguo Testamento el juez era, a su vez, abogado defensor. ¿Dios se construye a mi imagen o yo alcanzo mi identidad con la suya? ¿No estoy reduciendo Dios a mi mundo?
2. Reflexionemos sobre el final de los tiempos.
No encuentro ninguna referencia al momento del juicio en la que se diga que los liberales son puestos a la izquierda y los conservadores a la derecha. Se habla de fieles o no. Lo que me hace suponer que serán salvos de ambos lados. Estamos obligados, por tanto, a entendernos porque nuestras tendencias son secundarias en el plan de salvación. El juicio no es ni la chimenea de Santa (en la que todos reciben regalos), ni un sumarísimo cartabonazo (en la que se designa todo a rajatabla). En aquel día algunos perecerán por amor y otros, malvados a ojos de muchos, vivirán por justicia. Ya sabes, Dios es así.
3. Reflexionemos sobre nuestra manera de acercarnos a la Biblia.
El texto bíblico no es ni todo normas ni todo relativo. Os sugiero una aproximación contextualizada. ¿Por qué está este texto ahí? ¿Qué bien le hizo a la gente de su época? ¿Cómo me hace comprender a Dios? ¿Me equilibra? ¿En qué fortalece mi vida? ¿Me ayuda a ser mejor persona? ¿Me llama la atención (en su doble significado)?
4. Reflexionemos sobre la misión de nuestra iglesia.
Perdonadme el dogmatismo: ¡No es nuestro trabajo discutir entre nosotros! ¡No es nuestra labor el estar en posesión de la verdad absoluta! Nuestra misión pasa por ser personas que transmiten una esperanza real, un estilo de vida pleno, unas relaciones interpersonales estables, una propuesta de futuro perfecto. Debemos vivir y ayudar a vivir a nuestros coetáneos una religión con certezas y cariño, con afecto y coherencia.
5. Reflexionemos en Cristo.
Jesús engloba la totalidad de Dios: el amor y la justicia. Mostrar el verdadero carácter del Señor, oscurecido por visiones parciales, era su misión. Al contemplarle hallamos equilibrio. El salmo 85, mesiánico donde los hubiere, lo define con notable belleza:
«De verdad que está cerca su salvación
para los que le respetan,
para que viva en nuestra tierra la gloria.
El amor y la verdad se encontraron;
la justicia y la paz se besaron.
La verdad brotará de la tierra
y la justicia observará desde los cielos.
Yavé regalará, además, lo bueno
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia irá delante de él
y, sus pasos, nos pondrá por camino».
En Cristo confluyen ambos aspectos de Dios. El que había venido a cumplir la Ley y los profetas es el mismo que abraza a los niños. Aquél que enseña a los doctores de la Ley es el que deja que Juan se apoye en su regazo. Aquél que lee, en un hebreo galilaico, la Torah en la sinagoga es el que susurra a una niñita:¡Talita cumi! Aquél que oficia de abogado defensor es el que inspira a Pablo a decir que la ley es un ayo. Ya sabes, así es él.
Conclusión
Dejemos de caer en la trampa. Hay algo mejor. Yhwh (el Dios de amor) Dios (el Dios de justicia) hizo tierra (para que pisáramos el suelo) y cielos (para que soñemos con otras certezas). Dios es grande. Os animo a dejar a un lado visiones parciales y experimentar la magnitud de una visión realmente global, en Cristo.
Autor: Víctor Armenteros, Doctor en teología y decano de la Facultad Adventista de Teología en España.
Imagen: Foto de Louis Maniquet en Unsplash
Referencias:
[1] Génesis Rabbah 12,15ª. Citado en La interpretación de la creación, Elvira Martín Contreras (Estella: Verbo Divino, 2002), 81.
[2] Es muy interesante observar que esta diferencia de designación se convirtió tras la Ilustración en la base de la Hipótesis Documentaria, teoría que sostiene que la autoría del Pentateuco se debe a diferentes fuentes entre las que se encuentran la fuente J (por el empleo de Yhwh) y la E (por el empleo de Elohim).