Y vi volar un ángel en medio del cénit, que tenía la eternal Buena Noticia para anunciarla sobre los habitantes de la tierra, sobre todo país, procedencia, habla y condición; proclamando a todo volumen:“¡Reverenciad a Dios y dadle gloria porque ha llegado el tiempo del juicio! ¡Adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!” (Apocalipsis 14, 6-7).
Todo comenzó con un golpe de estado. Un ángel ensalzado cuestionó la autoridad divina y se rebeló. Multitudes de seres celestes le acompañaron y pusieron su sede en este mundo caído llamado Tierra. Desde entonces, un orden mundial distinto intenta gobernar este planeta. Es un sistema que prefiere el odio al amor, la violencia a la paz, la opresión a la libertad, la muerte a la vida. Nosotros, los habitantes de ese mundo en conflicto, en un momento u otro, debemos decidir de qué lado estamos: del Bien o de lo malo. Hay que elegir porque no se puede estar en los dos bandos. O Dios o los rebeldes (la Bestia en Apocalipsis tiene ese sentido).
De eso va Apocalipsis 14, de escoger a quién adorar. Están los que han aceptado seguir a Dios, son llamados redimidos (simbólicamente, 144000), y los que deben decidir a quien van a adorar. La cuestión no es adorar o no adorar, sino adorar a Dios o adorar a la Bestia. Así de sencillo de explicar, aunque sumamente transcendente.
Los versículos seis y siete registran el primero de tres mensajes que son portados por ángeles y que, además, son tan relevantes en la Teología Adventista que, incluso, se representan en el logotipo de la Iglesia.
Se rueda, acción
Y vi volar un ángel en medio del cénit,…
El Apocalipsis está escrito de forma cinematográfica (como suele suceder con muchas visiones proféticas). En el versículo seis comienza una nueva escena en la que se nos van a presentar varios ángeles con mensajes destinados al tiempo del fin. El primero de estos ángeles vuela en el medio del cielo. El término en el original menciona el cénit (μεσουράνημα, mesouránema), el lugar más visible y audible del cielo (véase Ap 8,13; 19,17).
La palabra “ángel” tiene un significado polisémico en la Biblia aunque siempre relacionado con la transmisión de un mensaje. Como indica Myers:
Es un ser espiritual, principalmente un mensajero (hebreo malʾāḵ; griego ángelos) de Dios (por ejemplo, Génesis 16: 7, 9; Éxodo 3: 2; Números 22: 22–35). Otras designaciones incluyen: “hijos de Dios” (Job 1: 6; Salmos 29: 1), “santos” (por ejemplo, Salmos 89: 7; Daniel 8:13, y “vigilantes” (Daniel 4:13 , 17, 23 [TM 10, 14, 20]). Algunas veces “huestes celestiales” u “huestes del cielo”, también se refieren a los ángeles (1 Reyes 22:19 = 2 Crónicas 18:18; Salmos 148: 2; Nehemías 9: 6) . La expresión hebrea malʾāḵ también se usa para profetas (2 Crónicas 36: 15–16; Isaías 44:26; Hageo 1:13), sacerdotes (Malaquías 2: 7), y los vientos (Salmos 104: 4); La expresión griega ángelos también puede referirse a mensajeros humanos (Lucas 9:52; Marcos 1: 2).[1]
El ángel de Apocalipsis 14:6 parece indicar este último significado y mostrar la labor evangelística de los hijos de Dios, asistidos por los seres celestiales, al final de los tiempos.
Mensaje y mensajeros
…que tenía la eternal Buena Noticia para anunciarla…
El ángel posee las Buenas Nuevas (εὐαγγέλιον, euangelion), expresión que usualmente hace referencia al Evangelio. De las 92 ocasiones que se registran en el Nuevo Testamento, 59 hacen referencia al “Evangelio de Jesús” y 10 al “Evangelio del reino”. Evidentemente, expresa que hay una noticia que lo cambia todo: por el sacrificio, muerte, resurrección e intercesión de Cristo podemos ser salvos. Eso quiere decir que este gobierno de irregularidad en el que vivimos está concluyendo y que el dominio de este mundo pertenece a otra persona: Jesús.
Es un asunto de tal importancia que, proclamar este mensaje al mundo, se convierte en una de las consignas principales para los cristianos, para los seguidores del Libertador (Mt 24,14).
La solución a los problemas de este mundo fueron planificados por Dios desde antiguo. Multitud de promesas en el Antiguo Testamento hacen referencia a la misión y objetivos del Mesías. Pero no fue hasta el fin de semana de la muerte y resurrección de Jesús que todo cambió, las promesas se cumplieron. El camino de la salvación estaba abierto y va a continuar abierto hasta la eternidad. Por eso es un evangelio eternal, nunca dejaremos de contar esta historia de amor que salvó un planeta.
Destinatarios
…sobre los habitantes de la tierra,
sobre todo país, procedencia, habla y condición;…
¿A quién va destinado este mensaje? Juan emplea una expresión que en Apocalipsis se refiere a aquellos que aún no han aceptado a Dios, sea por confusión, indecisión o porque no desean seguirle. Ranko Stefanovic indica que los “habitantes de la tierra” es incluso una expresión técnica que contrasta los malvados (Ap 3,10; 6,10; 8,13; 11,10; 13,8.14; 17,2) con los santos que viven en el cielo y reinan en lugares celestiales (Ap 1,6; 5, 9-10; 13,6).[2]
Hay, sin embargo, un detalle a considerar, si tenemos en cuenta la mentalidad hebrea del período en el que escribe Juan. En la concepción judía, el pueblo poco religioso y desconsiderado con relación a las normativas se le denomina ‘am haares (עם הארץ). Tales personas vivían espiritualidades mágicas y apegados a tradiciones y tabúes. Se les subestima por esta condición. El talmud dirá de ellos:
Enseñaron los rabíes: ¿Cuáles son los hombres del vulgo (‘ammei haares)? Los que no reciben el shemá mañana y tarde. Esta es la opinión de rabí Eliezer. El rabí Ieoshúa dijo: Los que no se ponen filacterias. Ben Azái dijo: Los que no llevan franjas en la ropa. El rabí Natán dijo: Los que no tienen mezuzá en la puerta. El rabí Natán bar Iosef dijo: los que tienen hijos y no los educan en el estudio de la Tora. Otros dijeron: Aunque hayan estudiado [la Tora] y aprendido [las mishnás], los que no sirven a los estudiosos son hombres de vulgo. Dijo el rabí Huna: La jurisprudencia coincide con los otros. (TB Berajot 47b)[3]
Un mensaje para todos, sin acepción de personas
Curiosamente, ante ese mismo grupo de personas, Jesús reacciona con compasión y preocupación. Los considera como “ovejas sin pastor “ y se siente triste por dicha situación (Mt 9,36). Es el mismo espíritu que impregna el mensaje del primer ángel hacia los que no se han decidido por Dios. A esas personas las llama a abrazar la verdad y desestimar el pecado y la confusión (Ap 14,8 y 18,4).
El versículo incide, de forma explicita, en todos los tipos de personas a los que va destinado para mostrar su carácter universal. Indica que el mensaje será proclamado sobre todo país, procedencia, habla o condición. No importa de dónde venga, ni de cuándo, ni de cómo ni de quién. El mensaje no tiene límites, no hace acepción de personas. Lo que indica que en la oportunidad de la salvación no hay determinismo.
Es interesante observar que refleja las diferentes variantes del lenguaje. Cualquier mensaje puede tener cambios con relación al factor lugar (variante diatópica), tiempo (variante diacrónica), expresión verbal (variante diafásica) y social (variante diastrática). El versículo enumera cada una de estas variantes para aclarar que nadie se quedará sin la posibilidad de entender las exhortaciones que serán proclamadas. El mensaje será predicado sobre todo grupo de personas sin importar sus características geográficas (la expresión ethnos [ἔθνος] matiza los grupos sociales que pertenecen a una nación), ni su origen o estirpe (la expresión phyle [φῡλή] hace referencia a un grupo social unido por vínculos temporales), ni sus formas de expresarse (el término glossa [γλῶσσα] se refiere a todo tipo de habla, literalmente “lengua”) ni su condición humana (el vocablo laós [λαός] significa literalmente “gente” y nos vuelve a recordar el sentido del ‘am haares).
En síntesis, hay oportunidad de comprensión para todos, sin ningún límite.
Primera exhortación
…proclamando a todo volumen: “¡Reverenciad a Dios y dadle gloria porque ha llegado el tiempo del juicio!
Apocalipsis es el libro de la Biblia que, en mayor número de ocasiones, emplea la cadena “a gran voz” (en este trabajo lo hemos actualizado y lo traducimos como “a todo volumen”). ¿A qué se debe esta frecuencia? Tal frecuencia (Ap 1, 10; 5, 2.12; 6, 10; 7, 2.10; 8, 13; 10. 3; 11,12.15; 12, 10; 14, 7.9.15.18; 16, 7; 19, 7; 21, 3.) puede responder a la magnitud y relevancia de los mensajes escritos. Sin lugar a dudas, nos encontramos en Ap 14 con la insistencia de que lo que se expresa no se realiza de forma esotérica u oculta sino a viva voz.
El mensaje del primer ángel presenta todas las condiciones de “publicidad”. Condición espacial (en el cénit, espacio más visible), condición cognitiva (sobre toda variante de lingüística, comprensión adaptada a cualquier cosmovisión) y condición auditiva (a todo volumen, escucha apreciable). Quizá, tales condiciones, contrasten con la tibieza de los responsables de emitir el mensaje (laodicenses) y, por ello, Ellen G. White nos anime a ser mucho más intensos en la predicación de lo que somos. Un ejemplo de dichas sugerencias:
Poniendo nuestra confianza en Dios, debemos avanzar constantemente, haciendo su trabajo con generosidad, en humilde dependencia de Él, comprometiéndonos a nosotros mismos y a nuestro presente y futuro a su sabia providencia, manteniendo firme el principio de nuestra confianza hasta el final, recordando que no es por nuestra dignidad que recibimos las bendiciones del cielo, sino por la dignidad de Cristo y nuestra aceptación, por medio de la fe en Él, de la abundante gracia de Dios.[4]
Sugerencia a considerar porque multitudes están necesitadas de la oportunidad que nos ofrece Jesús y que les cambiará la vida.
Reverenciad y dadle
La primera exhortación es encabezada con dos imperativos: “reverenciad” y “dadle”. No es un tema a debatir sino a incorporar en las vidas de los destinatarios. Subyace una característica de los que tienen la marca de Dios: obedecen. El binomio “reverenciar a Dios/darle gloria” (Dt 6,13) se encuentra en varias ocasiones en toda la Biblia. De hecho, según Ecl 12,13, es el primer deber del ser humano.
“Reverenciad” (φοβέω, phobeo) va más allá del simple temor, implica respeto a Dios como tal. Se asocia con el principio de toda sabiduría y resulta en hacer lo bueno y evitar lo malo. En Apocalipsis se le emplea como indicativo de una relación (Ap 11,13; 14,7; 15,4). En diferentes lugares del Nuevo Testamento se deja bien claro que esta relación hace que las personas se valoren mejor y que reflejen el carácter de Dios (Jn 15,8; 1 Cor 6, 19-20; 10,31).
“Dadle gloria” (δότε αὐτῷ δόξαν, dote auto doxan) es una alusión al salmo 66 en el que se muestran las poderosas acciones de Dios por su pueblo y la alabanza que resulta de comprender que Él participa de la historia de su gente. Ese acto de alabanza va de la mano con la coherencia de obedecer a Dios y sus mandamientos. Si Juan tiene en mente para el término “gloria” (δόξα, doxa) el concepto semita (כבד , ḵāḇôḏ), hay muchas connotaciones de la generosidad y grandeza divinas. Esas connotaciones que implican esplendor y honra, también nos muestran nuestra naturaleza como criaturas frente a la majestad del Creador.
El juicio ya ha comenzado
La misma exhortación indica la razón por la que es urgente incorporar esos mandatos: aunque aún hay tiempo de gracia, el juicio ha comenzado. El verbo que se emplea para “ ha llegado” en griego (aoristo ingresivo, véase Ap 14, 14-20) indica que es el principio de una acción de juicio y no un veredicto o sentencia final (por eso registra krisis [κρίσις] en lugar de krima [κρίμα] como en Ap 17,1; 20,4). Nos hallamos ante el inicio del juicio previo al advenimiento. Aunque implica urgencia, también nos recuerda que existe la oportunidad de cambio, que aún puede haber arrepentimiento y adhesión.
Segunda exhortación
¡Adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas!”
El mandato de la segunda exhortación es un resultado de comprender la naturaleza divina: adorar. Casi cita literalmente a Ex 20,11 y el salmo 146,6. Y el término que emplea es muy característico del Apocalipsis (de las 60 veces que se emplea en el Nuevo Testamento, 24 se registran en este libro).[5] Hay una diferencia entre las fuentes intertextuales y Apocalipsis. Mientras Éxodo y Salmos hablan de las criaturas que pueblan cielos, tierra y mares, Apocalipsis se refiere a las “fuentes de las aguas” (πηγή + ὕδωρ, pegé + hydor). Ésta es una expresión bien joanina (solo la emplea él en el Nuevo Testamento) y en sus registros anteriores (Juan 4, 14 y Ap 7,17) la relaciona con el sustento de la vida tanto física como espiritual. ¿Nos está indicando que ese Dios creador del universo y de nuestro mundo también es un Dios sustentador y redentor? Parece que sí.
El imperativo “adorad” (de la raíz προσκυνέω, proskyneo) es el término clave de muchos de los textos apocalípticos. Reconocer la autoridad divina lleva a obedecerle y algo más que una rendición de culto: amar extremadamente (una de las definiciones de la RAE que me gusta por todo lo que implica). Por tanto, no se habla de un simple ritual sino de una disposición del corazón.
Además, señala directamente al día del sábado como recuerdo de la Creación y, sobre todo, de la grandeza del Creador. Esa señal, al final de los tiempos, se convierte en marca de identidad. Los redimidos reconocen al Creador y, por ello, incorporan la importancia del sábado en sus vidas. Como afirma Ellen G. White.
El verdadero día de reposo es la señal que distingue a los que sirven a Dios de los que no le sirven. Que despierten aquellos que se han vuelto somnolientos e indiferentes. Estamos llamados a ser santos, y debemos evitar cuidadosamente dar la impresión de que es de poca importancia si conservamos o no las características peculiares de nuestra fe. Sobre nosotros descansa la obligación solemne de adoptar una posición más decidida por la verdad y la justicia que la que hemos tomado en el pasado.
La línea de demarcación entre aquellos que guardan los mandamientos de Dios y aquellos que no lo hacen debe ser revelada con una claridad inequívoca. Debemos honrar a Dios concienzudamente, utilizando diligentemente todos los medios para mantener una relación de pacto con Él, para que podamos recibir sus bendiciones, las bendiciones tan esenciales para un pueblo que debe ser tan severamente probado. Dar la impresión de que nuestra fe, nuestra religión, no es un poder dominante en nuestras vidas, es una gran deshonra para Dios.[6]
Hoy son tiempos de controversia entre Fe y Ciencia, Creacionismo y Darwinismo, respeto de los Diez Mandamientos y relativización de éstos, observancia del sábado y olvido de aquello que lo hace esencial. Tiempos en los que hay que comprender que la marca adventista es más que una llama en un logo. Hay que tomar partido, hay que decidir a quién adorar.
Adoración
Analizando las exhortaciones, en primer lugar, podemos concluir que es un mensaje muy acorde con este tiempo. Observa cómo es nuestra sociedad y qué se ordena modificar:
-
Concepto de autoridad
- La posmodernidad se destaca, entre otras cosas, por cuestionar toda autoridad. Sin creencia en lo sobrenatural, la autoridad religiosa queda en manos de gurúes espirituales que prefieren las emociones a las verdades. Debido a los escándalos y corruptelas, la autoridad política se cuestiona tanto que los líderes sociales viven atados a estadísticas y likes. A causa de la infoxicación de datos, la autoridad científica se limita a fabricar papers y allanamientos epistémicos. Esa pérdida de referentes le lleva a una situación de abandono existencial o de inseguridad. El mandato de respetar y obedecer a Dios pone las cosas en su sitio. Queda claro que el Señor es quien tiene la autoridad.
-
Concepto de adhesión
- El mensaje realiza un llamado a aquellos que aún no se han unido a Dios para que abandonen la irregularidad y reconozcan al único digno de adoración (Ap 14,7; 19,20; 22, 8-9). Esas personas necesitan a Jesús y el horizonte de salvación que nos propone.
-
Concepto de comunicación total
- Este mensaje debe llegar a todos. Esa idea estuvo clara desde la primera comprensión profética de los pioneros adventistas.[7] Esa misión continúa siendo la razón de ser de aquellos que han comprendido y aceptado la Buena Noticia de salvación que Jesús nos ha regalado. Como indica Ellen G. White:
Ven que, en lugar de observar el séptimo día, el día que Dios santificó y ordenó que se observara como sábado, están guardando el primer día de la semana. Pero sinceramente desean hacer la voluntad de Dios, y comienzan a buscar en las Escrituras para encontrar la razón del cambio. Al no encontrar ninguna autoridad bíblica para la costumbre, surge la pregunta: ¿Aceptaremos una verdad que se ha vuelto impopular y obedeceremos los mandamientos de Dios, o continuaremos con el mundo y obedeceremos los mandamientos de los hombres? Con Biblias abiertas, lloran y oran, y comparan las Escrituras con las Escrituras, hasta que, convencidos de la verdad, se mantienen concienzudamente como guardianes de los mandamientos de Dios.[8]
-
Concepto de gracia
- La profecía recuerda que aún hay oportunidades para los que anhelen formar parte del pueblo de Dios. Es un mensaje de consuelo para muchos que se piensan desamparados y un desafío para nosotros que debemos transmitir ese mensaje de amparo.
El mensaje del primer ángel de Apocalipsis 14 nos lleva a preguntarnos del lado de quién estamos. ¿Nos hemos adherido a Dios y le damos lo mejor de nosotros? ¿Reconocemos la relevancia del sábado y, sobre todo, disfrutamos de un encuentro con el Señor en ese día? También nos impele a no quedarnos este precioso mensaje para nosotros mismos, a ser un pueblo generoso, un pueblo que comparte la gracia y la esperanza.
Lo dicho, y tú, ¿a quién?
Autor: Víctor Armenteros, Decano de la Facultad Adventista de Teología de España (FAT).
Imagen: Photo by Luis Quintero on Unsplash
[1] Edward P. Myers, «Angel», ed. David Noel Freedman, Allen C. Myers, y Astrid B. Beck, Eerdmans dictionary of the Bible (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 2000), 63.
[2] Ranko Stefanovic, La revelación de Jesucristo (Berrien Spring, Michigan: Andrews University Press: 2013). Publicación digital.
[3] Abraham J. Weiss (ed), El Talmud de Babilonia. Tratado Berajot (Buenos Aires: Acervo Editorial, 1968), 259.
[4] Ellen G. White, Our High Calling (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1961), 344.
[5] Ap 3,9; 4,10; 5,14; 7,11; 9,20; 11,1.16; 13,4.8.12.15; 14,7.9.11; 15,4; 16,2; 19,4.10.20; 20,4; 22,8-9.
[6] Ellen G. White, Our High Calling, 344.
[7] Ellen G. White nos hace comprender ese sentir cuando indica:
“Un granjero honesto y sincero, que había sido llevado a dudar de la autoridad divina de las Escrituras, pero que sinceramente deseaba saber la verdad, fue el hombre especialmente elegido por Dios para liderar la proclamación de la segunda venida de Cristo.
Dios envió a su ángel … para llevarlo a buscar las profecías … Vio que los habitantes de la tierra vivían en las escenas finales de la historia de este mundo, pero no lo sabían … Dios lo llamó para que abandonara su granja … temblando, William Miller comenzó a revelar a la gente los misterios del reino de Dios, llevando a sus oyentes a través de las profecías hasta el segundo advenimiento.
Miles fueron llevados a abrazar la verdad predicada por William Miller, y los siervos de Dios se criaron en el espíritu y el poder de Elías para proclamar el mensaje … Y cuando se escuchó la solemne advertencia de huir de la ira venidera, muchos de los que se unieron a las iglesias recibieron el mensaje sanador; vieron sus apostasías, y con amargas lágrimas de arrepentimiento y profunda agonía del alma, se humillaron ante Dios.
La bendición especial del Señor, tanto en la conversión de los pecadores como en el avivamiento de la vida espiritual entre los cristianos, … testificó que el mensaje era del cielo.
Con claridad, los creyentes … dieron las razones por las que esperaban a su Señor en 1844. Sus oponentes no podían presentar argumentos en contra de las poderosas razones ofrecidas.
El anuncio, “ha llegado la hora de su juicio”, apunta a la obra final del ministerio de Cristo para la salvación de los hombres. Anuncia una verdad que debe proclamarse hasta que cese la intercesión del Salvador, y él regresará a la tierra para llevar a su pueblo a sí mismo.”
Ellen G. White, La fe por la que vivo (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1958), 283.
[8] Ellen G. White, Maranatha, The Lord is Coming (Washington, DC: Review and Herald Publishing Association, 1976), 170.