“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1ª Pedro 2:9)
Estoy convencido de que este texto que te presento no sólo lo habrás leído muchas veces sino que lo habrás usado para animar a alguien. La pregunta que te hago es: ¿qué interpretación le has dado? Es posible que a ti te haya pasado como a mi. A primera vista lo que uno ve es una descripción del pueblo de Dios. Es normal que todos nos sintamos felices de leer lo que ahí se dice. Ahora bien ¿es correcta esta interpretación? ¿realmente Dios lo que está haciendo es describir a su pueblo? Hagamos un pequeño análisis para ver si esto es así o no.
En primer lugar consideremos otros textos de la Escritura donde Dios habla de su pueblo para ver si hay coincidencia. Si vamos al Antiguo Testamento tenemos textos como los siguientes: “Mi pueblo es un pueblo de dura cerviz” (Éxodo 33:5); o este otro: “A mi pueblo le faltó conocimiento” (Oseas 4:6); o este otro más duro todavía: “Pueblo necio y sin corazón que tiene ojos y no ve, que tiene oídos y no oye” (Jeremías 5:21). Como ves aquí hay algo que no va. Si sólo tenemos cualidades buenas ¿cómo es que en otras partes Dios nos atribuye cualidades negativas? Esto debe llevarnos a pensar que quizás la interpretación que hemos hecho no es la adecuada. Sigamos con el análisis.
EL TEXTO HABLA
Creo que antes de ponernos a interpretar cualquier texto, debemos saber qué es en realidad lo que quiere decirnos. Cuando leemos 2ª Pedro 2:9, curiosamente vemos, de forma explicita, su finalidad: “Anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a la luz admirable”. Esto nos aclara las cosas: Dios no nos está hablando de lo bueno que es su pueblo; sino de la tarea que debemos realizar. Como podéis ver esa tarea no es fácil ni asequible para nosotros. ¿Cómo podremos hablar de algo tan sublime, como es Dios? Difícil situación.
¿CÓMO HABLAR DE DIOS?
Cuando un creyente se pone a hablar de Dios, ¿qué hace? Es verdad que ora pidiendo la ayuda divina, pero piensa que lo más importante es la preparación de despacho. Así que toma su Biblia, selecciona algunos pasajes y con esos pasajes se dispone a hablar a las gentes de las virtudes de Dios. ¿Qué debe pensar Dios de esto? Es probable que Dios no esté muy de acuerdo con este proceder. Sin duda la preparación en el despacho es importante pero mucho más importante es la preparación del corazón. Jesús intentó mostrar esto a sus discípulos. Sus discípulos con frecuencia sabían lo que tenían que hacer, pero las cosas no salían como ellos esperaban y Jesús tenía que decirles: “No sabéis de qué espíritu sois”. Lo que Jesús les estaba diciendo es que tener textos en la mente es bueno, pero mejor es que nuestra vida esté dirigida por el espíritu correcto.
El texto de hoy me dice que para anunciar las virtudes de Dios necesitamos una serie de cualidades. ¿Qué cualidades son estas? Lo vamos a ver a continuación.
HABLAR DE DIOS ADECUADAMENTE
Ya hemos dicho que hablar de Dios para el hombre pecador es una labor imposible de hacer bien. Si a pesar de nuestra condición, Dios nos pide que la hagamos, es porque podemos hacerla. ¿Cómo?, necesitamos preparación y por el texto que estamos analizando parece que es posible hacerlo a través de cuatro ejercicios. Ya sabéis que los ejercicios para que den su fruto requieren de esfuerzo y constancia. Así que los ejercicios que se nos presentan requieren algo de análisis para descubrir a dónde nos quieren llevar.
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Primer ejercicio. El primer ejercicio tiene un planteamiento extraño “Vosotros sois linaje escogido”. Es bueno indagar un poco en esto para descubrir cuál será su beneficio. Si hemos sido escogidos por Dios es bueno saber el porqué nos escogió. Para responder usaré un texto de Pablo: “Lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a los fuertes; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1ª Cor. 1:27-29).
Qué bueno es saber que Dios nos escoge, pero mejor es saber la razón por la que nos escoge. Pablo nos recuerda que la elección de Dios no se apoya en nuestras capacidades ni virtudes sino más bien es nuestras carencias. Y aquí viene nuestro primer descubrimiento: Nuestra elección es fruto de la misericordia de Dios. Cuando uno descubre esto, uno no puede por menos que hacer algún cambio: no podemos hablar de Dios con un espíritu orgulloso, necesitamos “tener un espíritu agradecido”.
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Segundo ejercicio. El segundo ejercicio se nos presenta también de forma extraña. Es necesario descifrarlo. Dice así: “Vosotros sois real sacerdocio” ¿Qué nos pretende decir? El sacerdote, especialmente el Sumo Sacerdote, tenía un papel especial dentro del pueblo de Dios, era el único que tenía acceso directo a Dios. Si miramos en el Antiguo Testamento, nadie, salvo el sacerdote, tenía este acceso. Nosotros los cristianos, a través de Jesucristo, tenemos acceso directo a la presencia de Dios. ¡Qué gran privilegio! Aquí está nuestro segundo descubrimiento: podemos presentarnos delante de Dios para contarle, pedirle o expresarle todo aquello que deseemos. Y con el descubrimiento viene la lección: “No eres tú el protagonista sino Dios”. Para hablar de Dios necesitas encontrarte con Él.
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Tercer ejercicio. Llegamos al tercer ejercicio y se nos presenta como deslumbrante: “Vosotros sois una nación santa”. ¿Qué pretende esta declaración? La santidad en el fondo consiste en “ser diferentes”. ¿Qué sucedió? En un principio Dios puso en el hombre dignidad. Nos hizo a su imagen y semejanza. El pecado nos está quitando todo eso que Dios puso, así que la santidad es la obra de reconstrucción de Dios. ¿Cómo se consigue eso? Hay quien piensa que la santidad se consigue pidiéndola o deseándola. La experiencia nos demuestra que esto no funciona así. Uno puede pasar toda su vida pidiendo y deseando la santidad y quedar frustrado porque nunca ve el cambio. Nadie puede ser santo con desearlo. Hoy se sabe que el mejor aprendizaje se produce por la imitación de un modelo. Por este motivo Dios nos concede acceso directo al trono de su gracia para que observando cómo es Él, podamos poco a poco ser transformados a su semejanza. Dicho de otra forma, cuando uno observa a Dios, uno queda prendado y atraído deseando imitar esa forma de ser. De esta forma se va produciendo el cambio que llamamos “transformación” donde el viejo hombre se convierte en una nueva criatura.
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Cuarto ejercicio. El cuarto ejercicio se nos hace extraño: “Vosotros sois pueblo adquirido por Dios”. Esta expresión hace referencia a algo que se hacía en los tiempos bíblicos. Alguien compraba a una persona y esa persona se convertía en su propiedad, es decir, se convertía en un esclavo. La idea es esa pero el resultado es muy diferente.
Si vas a un museo, puedes encontrar objetos muy diversos: ropas, muebles, instrumentos, objetos… etc. Si tú preguntas cuánto cuesta cada uno de ellos te vas a sorprender por el precio tan elevado que tienen. Por ejemplo: En un museo se pagó por un vestido de mujer 1,3 millones de dólares. ¿Es que el vestido lo valía? La respuesta es un rotundo ¡NO! Entonces ¿cómo es que se pagó tanto? La explicación no está en el vestido sino en la propietaria: el vestido era de Marilyn Monroe quien lo usó en el 45 cumpleaños del presidente Kennedy. ¿Comprendes ahora a dónde nos lleva el texto? Hay una realidad indiscutible: nosotros como pecadores no valemos nada, pero como propiedad de Dios la cosa cambia. Y con ello llegamos a un gran descubrimiento: nuestro valor es incalculable, valemos tanto que nadie puede ponernos precio. Pero recuerda, tu valor no está en ti, sino en el que te compró.
CONCLUSIÓN
Creo que ahora sí que estamos en condiciones de dar la interpretación correcta al texto de hoy. Dios pone en nuestras manos una labor hermosa para hacer.
Para realizar esta tarea, debemos conseguir cuatro cosas: 1) Debemos tener un corazón agradecido, 2)necesitamos acudir a Dios en busca de ayuda, 3) necesitamos reconstruir en nosotros la obra que él hizo en el principio y 4) necesitamos sentir el valor que tenemos por su gracia. Con estas cuatro cosas hablaremos de Dios con poder y con convicción.
¡Cuán agradecidos debemos estar a nuestro Dios por ser tan bueno con nosotros! Ya que siendo seres insignificantes, por su misericordia hemos sido convertidos en joyas muy valiosas, capaces de hacer la obra más difícil, pero a la vez hermosa: “Anunciar las virtudes de un Dios que nos llamó de las tinieblas a la luz admirable”.
Que Dios te bendiga. AMÉN