El ejemplo de Jesús
¿Por qué la mayoría de las personas busca vivir su misión en el futuro? ¿Por qué muchos jóvenes y señoritas, le piden a Dios que los prepare para cumplir su misión después de terminar cierta ocupación, nivel académico o carrera? ¿Acaso la misión en la vida es para realizarla en el futuro?
¡Imagina a Jesús orando a su Padre para que lo preparara para cumplir su misión solo en el sufrimiento final, crucifixión, muerte y resurrección! Seguro que nos parecería absurdo, fuera de lugar, decepcionante e incoherente con el plan de salvación.
Puesto que Jesús vivió su misión en presente, pudo decir las siguientes palabras precisas y preciosas. Palabras llenas de serenidad, poder, compromiso y entrega: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Juan 18:37).
Un ejemplo vivo de misión permanente en presente. La vivió desde su infancia, hasta su juventud. La demostró en su diario caminar y aún en medio de la mayor crisis de su vida, delante del gobernador romano Poncio Pilato, quien lo cuestionó con espíritu sarcástico y de autosuficiencia.
De igual manera, si te preguntaran: «¿Para qué has venido a este mundo?» ¿Podrías responder con certeza como lo hizo Jesús? Si así respondieras, ¡Alabado sea Dios! Y si no, es momento de reflexionar, decidir tu misión y actuar en tu día a día conforme a ella.
Elección y misión
Ante la pregunta anterior, tu respuesta natural podría ser:«¿Y si no sé cuál es mi misión?» También, podrías responder de manera amplia: «servir; salvar». Si respondieras como estas dos últimas, bien podría preguntarte: «¿Servir en qué? ¿Servir en dónde? ¿Salvar a quién? ¿Cómo?»
Para establecer tu misión personal, requieres definirla bien y con claridad; transpirarla en tu ser, como tu fuente de motivación permanente, pase lo que pase. En otras palabras, vivirla al estilo de Jesús.
¿Cómo se logra? Ante muchas otras, te propongo algunas pistas prácticas. En primer lugar, considera solo los aspectos naturales que conforman tu ser. Los más simples. Los más obvios. Los que utilizas cada momento.
Veamos algunos ejemplos: ¿Sabes hablar? ¿Puedes mover las manos y pies? ¿Oyes bien? ¿Tienes todos tus órganos del cuerpo? ¿Sabes sonreír? ¿Ves bien? Sea que respondas sí a todas las preguntas, solamente a algunas, o a ninguna, la buena noticia es que ¡estás preparado o preparada para elegir tu misión y ponerla en acción a partir de ahora!
En segundo lugar, elige el aspecto de tu ser que más te interese y sepas hacer (de los anteriores). Elige solo uno. Puedes elegir, por ejemplo: el acto de hablar, porque lo realizas con facilidad; o el acto de escuchar, porque te interesa perfeccionarlo; o algún aspecto que consideres que no es lo tuyo: supongamos que te resulta difícil sonreír (recuerda que pueden ser otros que estén en tu lista).
Aunque tu lista sea larga, solo enfócate en uno. No más. En tercer lugar, concéntrate en ese aspecto ¡ahora! Empieza a utilizarlo sabiamente y practícalo. Pide a Dios que lo haga útil y a la vez te haga útil a ti a través de él.
Si es un don o habilidad que todavía no tienes desarrollado, de igual modo, pídele en oración que te ayude a desarrollarlo. Y desde este momento, úsalo ante los demás, para los demás y especialmente, para honrar y glorificar a Dios. Sí, para honrarlo a Él principalmente. De lo contrario, estarás en riesgo de buscar tu gloria personal, alimentar tu autosuficiencia, el orgullo, la vanidad, etc.
Si el aspecto elegido consideras que no es lo tuyo, está bien también, porque Dios puede hacer milagros en ti mediante esa habilidad que no dominas, como lo ha hecho en muchos a lo largo de la historia.
Ejemplos bíblicos
Pensemos en algunos personajes que admiramos: Elías, Eliseo, Abraham, José, Pablo, David y otros más. Ahora, quítales el título con el cual los conocemos: profeta, amigo de Dios, gobernador, apóstol… ¡Descubrirás que fueron personas comunes que entregaron su don o aptitud natural o adquirida (como quieras llamarle), al servicio de Dios! Eligieron desarrollarlo. Se concentraron en ello. Lo utilizaron a favor de los demás y principalmente para honrar a Dios.
Sus capacidades naturales de hablar, mover las manos y pies, sonreír, etc., lo entregaron al Espíritu Santo para que lo perfeccionara. Fue entonces, cuando se convirtieron en profeta, amigo de Dios, gobernador, apóstol, etc. Así fue como se convirtieron en «grandes hombres y mujeres» ante Dios, la humanidad y la eternidad.
Como casos extremos están María, la que tenía siete demonios y los 11 apóstoles. Antes de estar con Jesús, aunque también hablaban, se movían, oían, etc., no evidenciaban llegar a ser «grandes». Sin embargo, se comprometieron a desarrollar sus talentos «dormidos» bajo la influencia de Jesús y del Espíritu Santo. Por eso hoy, los recordamos como personajes extraordinarios, al igual que los del Antiguo Testamento.
Tú también puedes intentarlo. Y si no logras hacer cosas extraordinarias, no te preocupes. Basta con cumplir tu misión. De todos modos, Jesús te dirá las mismas palabras dichas a María Magdalena una vez transformada: «Ésta ha hecho lo que podía» (Marcos 14:8) y lo que hizo al ungir los pies de Cristo, se recordará por los siglos de los siglos.
No importa la edad que tengas. No importa la ocupación que realizas. Tampoco importan tus dones o limitaciones, Dios anhela que definas y cumplas tu misión hoy (no en el futuro). Por lo tanto, como persona cristiana que eres, te desafío a establecer esa misión hoy y empezar a vivirla hasta que Cristo venga.
Autor: Emerson López-López, profesor-investigador y catedrático de las asignaturas de investigación, licenciatura y posgrado en la Universidad Linda Vista en Chiapas, México, lo que le ha permitido escribir publicaciones científicas y de divulgación. Licenciado y maestro en educación por la Universidad de Montemorelos; maestro en pedagogía por la UNAM y Doctor en Socioformación y Sociedad del Conocimiento por CIFE-México.
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