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Vida en abundancia. Como la espiritualidad contribuye a la plenitud del ser humano.

¿Qué es la salud? ¿Sabrías cómo definirla? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), es el “estado de completo bienestar físico, mental y social, y no tan solo la ausencia de dolencia o enfermedad”. Este concepto, adoptado por la Organización Mundial de la Salud, hace más de setenta años que no recibe ninguna modificación. Pero no siempre fue así. Visto que la definición anterior consideraba tan solo la inexistencia de patologías biológicas o físicas, el reconocimiento de los aspectos mentales y sociales es una evolución positiva. Sin embargo, a la luz de la Palabra de Dios, incluso el concepto más moderno aún está incompleto.

Es emocionante notar que hace miles de años la Biblia ya presentaba al ser humano como un ente integral, biológico, mental y social. Pero agrega el aspecto espiritual a esta fórmula. En Lucas 2:52 está escrito que Jesús “crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres”. Este es el modelo íntegro del ser humano. A los ojos de Dios, el hombre y la mujer son seres biológicos, psicológicos, sociales y espirituales.

Este concepto presupone que la integración armoniosa de estos cuatro aspectos nos confiere salud y felicidad plenas. Cuando uno de ellos entra en desequilibrio, afecta a los demás, automáticamente. Por ejemplo, el hábito de ingerir alimentos ricos en grasas desencadenará, a lo largo del tiempo, enfermedades cardiovasculares. Con la salud física comprometida, es probable que el humor sufra alteraciones, lo que puede llevar a un cuadro de ansiedad o depresión. A su vez, estos trastornos hacen que el individuo se aleje de los amigos y de la familia. Con todo este escenario de inestabilidad, es razonable pensar que la comunión con Dios también se vea perjudicada.

Curación integral

La acción terapéutica de Dios nos sorprende con su método tan simple y actual: “Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo” (Mat. 9:35). Recuerda también que además de sanar el cuerpo enfermo, él restauraba el corazón, ofreciendo perdón. El maestro sabía que solamente alguien que se reconoce liberado de su propio mal se siente libre para acercarse a Dios, en comunión. Esta era la prioridad de Cristo.

Podemos, todavía, reconocer la acción restauradora de la espiritualidad bajo otra perspectiva. Aquellos que no conocen a Dios intentan recuperar la salud con sus propias fuerzas, usando invenciones y métodos humanos. Luchan en solitario y se hunden en un mundo de incertidumbres y preocupación excesiva en cuanto al futuro. Esta inseguridad acarrea malestar y problemas psicológicos, como alteraciones del humor, irritabilidad, baja autoestima, remordimiento, ansiedad, pánico, depresión, pensamientos de derrota, e incluso suicidas. ¡Pero cuán diferente es la historia de quien deposita su confianza en el Señor!

La fuente de paz

Dios es la fuente de la paz que el ser humano tanto busca. Él es capaz de rellenar cada vacío existencial, cada falta de afecto, transformar cada emoción negativa. Inculca esperanza, consuelo, perdón, alivio, seguridad y amor. Saber que el Padre se preocupa por nosotros y nos da una segunda oportunidad frente a nuestros errores es restaurador para la mente; promueve la tan anhelada paz interior, la cual no puede ser comparada con nada en el mundo, y que ningún dinero puede comprar. Incluso para el cuerpo que sufre alguna enfermedad, el sentimiento de plenitud que brota de la comunión con Dios es un remedio poderoso.

Amigos, queremos enfatizar que el mismo Jesús dejó en claro que vino a este mundo para que tengamos vida en abundancia (Juan 10:10). Nuestro Salvador quiere que seamos saludables y felices, y esto depende de las decisiones que tomamos diariamente. Nuestro deseo es que ustedes elijan seguir las directrices que Dios nos dejó en su Palabra tanto para el cuidado del cuerpo y de la mente como para las relaciones interpersonales. Que ustedes mantengan una intimidad tal con él que se refleje en un perfecto equilibrio de todos los aspectos de la vida. Que él sea tu mejor remedio, tu mejor Amigo.

Autores: Angie Valdez y Francesco Marquina, docentes en la Universidad Peruana Unión.
Photo by Toa Heftiba on Unsplash

Este artículo fue publicado originalmente en la edición 2020.3 de la revista Afam.

PUBLICACIÓN TOMADA DE: Vida en abundancia

Revista Adventista de España