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Ellen G. White enseña que la verdadera educación no comienza en la escuela, sino desde el nacimiento. La madre, como primera educadora, moldea el carácter del niño desde sus primeros días. La educación debe abarcar todo el desarrollo de la persona, desde la infancia hasta la adultez, y debe comenzar tan pronto como el niño puede formar ideas, ya que su mente es más receptiva en los primeros años.

El hogar es la primera escuela, y los padres —especialmente la madre— son los principales maestros. Aun antes de que el niño desarrolle plenamente la razón, puede aprender de sus padres mediante el ejemplo y la repetición de principios cristianos. Esta formación temprana influye directamente en su salvación y en su futuro carácter.

Es fundamental que los padres se preparen a sí mismos para educar bien, entendiendo que los hábitos adquiridos en la infancia tienden a perdurar toda la vida. Se debe prestar especial atención al primer hijo, ya que su conducta influirá en sus hermanos. Finalmente, White compara el crecimiento del niño con el desarrollo de una planta, mostrando que la educación debe ser progresiva, cuidadosa y en armonía con las leyes naturales del desarrollo.

Reflexionemos, a continuación, en algunas citas suyas que encontramos en su libro: Conducción del niño, capítulo 3:

1. La educación comienza desde los brazos de la madre

«La palabra ‘educación’ significa más que un curso de estudios. La educación comienza cuando el niño está en los brazos de su madre. Mientras la madre moldea y forma el carácter de sus hijos, los está educando». [1]

Este pasaje presenta una concepción de la educación profundamente arraigada en el entorno familiar. Ellen G. White no limita la educación a la escuela o a la instrucción académica, sino que la entiende como un proceso que empieza desde el nacimiento, cuando la madre, a través de sus cuidados, su ejemplo y su influencia diaria, comienza a dar forma al carácter del niño. Desde el inicio de la vida, el entorno emocional y moral en que crece el lactante ya cumple una función educativa.

2. La educación es un proceso continuo desde el nacimiento

«Los padres envían a sus hijos a la escuela; y cuando han hecho esto, piensan que ya los han educado. Pero la educación es una cuestión más amplia de lo que muchos comprenden: abarca todo el proceso mediante el cual el niño es instruido desde el nacimiento a la segunda infancia, de la segunda infancia a la juventud, y de la juventud a la adultez. Tan pronto como un niño es capaz de formar una idea, debería comenzar su educación». [2]

Aquí se amplía la noción de educación como un proceso que abarca toda la vida. La autora señala que muchos padres delegan toda la responsabilidad educativa a las instituciones escolares, sin entender que la educación debe comenzar mucho antes. Desde el momento en que el niño es capaz de formar ideas, debe ser guiado, instruido y acompañado. Esta educación abarca no solo la adquisición de conocimientos, sino también el desarrollo del juicio, la moral y la fe.

3. La mente infantil es más receptiva en la primera infancia

«La obra de educación y formación debería comenzar en la primera infancia del niño, porque entonces la mente es más impresionable, y las lecciones impartidas se recuerdan mejor». [3]

White destaca el valor del temprano desarrollo cognitivo. En la primera infancia, el cerebro del niño está más abierto y receptivo a la enseñanza. Es un momento propicio para inculcar valores y hábitos positivos, ya que las impresiones recibidas tienden a fijarse de manera más duradera. Esta es una invitación a no desaprovechar esos años formativos y a no esperar a que el niño alcance una edad «escolar» para comenzar su educación.

4. El hogar como escuela y la madre como maestra principal

«Los niños deberían ser educados en la escuela del hogar desde la cuna hasta la madurez. Y, como en el caso de cualquier escuela bien llevada, los maestros mismos obtienen importante conocimiento; especialmente la madre, que es la maestra principal en el hogar, debería allí aprender las lecciones más valiosas para su vida». [4]

El hogar no es solo un refugio afectivo, sino una escuela en sí misma. White posiciona a la madre como la principal educadora, destacando que en el proceso de educar a sus hijos, también ella aprende. Esta doble vía educativa resalta la importancia de la autotransformación de los padres como parte del proceso de formar a sus hijos. La educación en el hogar no termina con la infancia; debe continuar hasta la madurez.

5. Educar antes del desarrollo pleno de la razón

«Los padres tienen el deber de pronunciar las palabras debidas. . . . Día a día deberían aprender en la escuela de Cristo lecciones de Aquel que los ama. Luego la historia del amor eterno de Dios será repetida a los tiernos niños en la escuela del hogar. Así, antes de que la razón se desarrolle plenamente, los hijos pueden aprender de sus padres la actitud debida». [5]

Incluso antes de que un niño pueda razonar completamente, está en capacidad de recibir enseñanzas morales y espirituales. White indica que el ejemplo y las palabras de los padres influyen profundamente en la conciencia del niño. Si los padres están aprendiendo a diario del carácter de Cristo, podrán transmitir de forma natural a sus hijos las bases de una actitud correcta hacia la vida, hacia los demás y hacia Dios.

6. La preparación precoz es fundamental para la salvación

«La preparación precoz de los niños es un tema que debería estudiarse cuidadosamente. Necesitamos convertir el tema de la educación de nuestros hijos en una preocupación, porque su salvación depende mayormente de la educación que se les imparte en la niñez. Los padres y guardianes deben mantener pureza en el corazón y en la vida, si desean que sus hijos sean puros. Como padres y madres, deberíamos educarnos y disciplinarnos. Luego, como maestros del hogar, podremos formar a nuestros hijos, preparándolos para la herencia inmortal». [6]

La autora relaciona directamente la educación temprana con la salvación del niño. El mensaje es claro: los padres deben prepararse espiritualmente si desean guiar eficazmente a sus hijos. La educación no solo busca formar buenos ciudadanos, sino también preparar a los niños para la vida eterna. Esta afirmación coloca en el centro de la tarea educativa una dimensión espiritual y trascendente.

7. La necesidad de un comienzo correcto

«Vuestros hijos son la propiedad de Dios, comprada por precio. Tened mucho cuidado, padres y madres, en tratarlos en forma cristiana». [7]

«Los jóvenes deberían ser educados cuidadosa y juiciosamente, porque los malos hábitos formados en la infancia y la juventud a menudo perduran durante toda la vida. Que Dios nos ayude a ver la necesidad de realizar un comienzo correcto». [8]

White recuerda a los padres que sus hijos no les pertenecen en sentido absoluto, sino que son propiedad de Dios. Esto impone una gran responsabilidad: tratarlos con amor, respeto y valores cristianos. Un buen comienzo no solo facilita la educación futura, sino que previene la formación de hábitos perjudiciales que podrían marcar la vida entera del niño.

8. La influencia del primer hijo

«El primer hijo debería ser educado especialmente con mucho cuidado, porque él educará al resto. Los niños crecen de acuerdo con la influencia de los que los rodean. Si son manejados por aquellos que son ruidosos y turbulentos, ellos también se convierten en ruidosos y casi insoportables». [9]

El entorno en que crecen los niños y la influencia de sus hermanos mayores tienen un gran impacto en su formación. White aconseja prestar especial atención al primer hijo, ya que su comportamiento servirá de modelo para los demás. Esta observación refuerza la idea de que la educación tiene una dimensión comunitaria dentro del hogar.

9. Una lección objetiva en la naturaleza

«El desarrollo gradual de la planta a partir de la semilla, es una lección objetiva para la educación del niño. «Primero hierba, luego espiga, luego grano lleno en la espiga» (Marcos 4:28). El que dio esta parábola, creó la semillita, le dio sus propiedades vitales, y dictó las leyes que rigen su crecimiento. Y las verdades enseñadas por la parábola fueron hechas una realidad en su propia vida. Él, la Majestad del cielo, el Rey de gloria, se hizo criatura en Belén, y representó por un tiempo a la infancia impotente que depende del cuidado materno.

»En su niñez habló y se condujo como niño, honró a sus padres, y realizó sus deseos en forma útil. Pero a partir del primer destello de inteligencia, fue creciendo constantemente en gracia y en conocimiento de la verdad». [10]

Aquí White emplea una parábola de Jesús para ilustrar la educación como un proceso progresivo, natural y divinamente ordenado. Así como una planta necesita tiempo, condiciones adecuadas y cuidado constante, también el niño necesita una educación paciente y adaptada a cada etapa de su desarrollo. Incluso Jesús vivió ese proceso de crecimiento humano, obedeciendo a sus padres y desarrollando sus capacidades en armonía con su edad.

Autora: Elena G. White, autora inspirada (todos los textos seleccionados pertenecen a su libro: La Conducción del niño. Capítulo 3), y Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es

Referencias

  • Elena G. White, La Conducción del Niño (CN), capítulo 3.
    • [1] Good Health, julio de 1880. CN 26.1
    • [2] The Review and Herald, 27 de junio de 1899. CN 26.2
    • [3] Carta 1, 1877. CN 26.3
    • [4] Pacific Health Journal, mayo de 1890. CN 26.4
    • [5] Manuscrito 84, 1897. CN 26.5
    • [6] The Review and Herald, 8 de septiembre de 1904. CN 27.1
    • [7] Manuscrito 126, 1897. CN 27.2
    • [8] The Gospel Herald, 24 de diciembre de 1902. CN 27.3
    • [9] Manuscrito 64, 1899. CN 27.4
    • [10] La Educación, pp. 102–103. CN 27.5

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