Domingo 5 de junio de 2022. Son las 3:44pm. Recién llegado desde España a St. Louis, Missouri (EEUU). Estoy subiendo en el ascensor de mi hotel hasta la planta 17 con una pareja de Zimbabue. No tienen nada que los identifique como adventistas, pero sé que lo son. Es algo que se siente (¿ya te ha pasado?). Hablo con ellos. Sí, son adventistas y están aquí para asistir a la 61ª Sesión de la Conferencia General.
Diferentes colores, lenguas, costumbres, formas de vestir y adorar… Pero unidos por un mismo Dios y una sola Esperanza, con un mismo sentimiento en el corazón y vinculados por un mismo hilo invisible de fe.
Una familia
Como adventistas, tenemos el privilegio de formar parte de una familia mundial, y eventos como este nos recuerdan que no estamos solos en nuestras iglesias, enfrentando gigantes por nuestra cuenta. No somos “islas adventistas” por mucho que, en ocasiones, nos sintamos así o incluso queramos serlo. No estamos solos ante los retos que tenemos por delante, ¡y no debemos estarlo! Dios ha provisto un cuerpo, un pueblo que, con diferentes dones, personalidades, capacidades y formas, pueda glorificarle, compartiendo que hemos salido de las tinieblas a la luz, proclamando que la gracia de Dios es infinita (1 Pedro 2:9-10).
En los pasillos se ven abrazos. Sonrisas. Reencuentros. Personas a las que conoces por primera vez. Impresiones. Olores. Sabores nuevos. Es hermoso e inspirador.
En las sesiones también se perciben tensiones. Idas y venidas. Ajetreo. Nerviosismo. Falta de acuerdo. Opiniones distantes. Es natural y real.
Sí, todo eso también es parte de lo que somos y debemos aceptarlo, abrazarnos incluso en nuestras diferencias, ¡sobre todo en nuestras diferencias! “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman” (Lucas 6:32).
Dios no quiere que tengamos un pensamiento uniforme, lo que anhela es que llevemos “cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo” (2 Corintios 10:5).
No estás solo
Te invito a sentir y creer en ese calor humano (y divino) de ser parte de una comunidad global, con sus aciertos y defectos, pero que busca a Dios en oración. ¿Ya has orado hoy?
No somos una familia perfecta, pero ansiamos que Dios nos perfeccione en Cristo, y que “el Dios que infunde aliento y perseverancia os conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, aceptaos mutuamente, así como Cristo os aceptó a vosotros para gloria de Dios” (Romanos 15:5-7).
Borra de tu corazón ese sentimiento de “soledad adventista”. Sé lo que es. Sé cómo duele. Sé que en algún momento próximo lo volveré a experimentar, incluso en mi propia iglesia. Pero debo recordar que no estoy solo. Créelo y permíteme repetirlo una vez más: no estás solo. Te invito a que hoy, ahora, se lo digas a alguien más. Llámale y exprésaselo. Quizás sea la chispa de vida, el aliento que esa persona necesita hoy para seguir adelante y no perder la fe.
La próxima vez que compartas ascensor con alguien a quien no conoces, no le hables del clima; busca la manera de generar una conexión en la que el Espíritu Santo pueda trabajar. Y, quién sabe si, de esta manera, esa persona que todavía no conoce a Jesús, pueda comenzar a experimentar, también, que no está sola.
Autor: Samuel Gil Soldevilla, director de comunicación de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Artículo en inglés: https://news.eud.adventist.org/en/all-news/news/go/2022-06-08/an-invisible-thread/