El consejo “tanto como sea necesario, lo menos posible” demuestra ser significativo y gratificante en muchas áreas de la vida. Por ejemplo, si pensamos en el uso de antibióticos, fertilizantes para las plantas que tenemos en macetas, señalización de las calles, el empleo de detergentes químicos, equipaje para una excursión o uso del ultrasonido en el útero, la mayoría de nosotros, probablemente, estaremos de acuerdo que esta advertencia describe es muy acertada.
Desafortunadamente, este lema también se usa mal en nuestra sociedad moderna. Algunas personas desarrollan una imagen extremadamente distorsionada porque tratan de aprovecharse de los consejos mencionados anteriormente. Ya sea del cuidado de personas necesitadas, de la inclusión social de los refugiados, del aumento de las pensiones o áreas similares, del propio bienestar porque su interés, a menudo, se eleva por encima del de las minorías.
Acostumbrados a la injusticia
Como parte de esta sociedad, nos hemos acostumbrado mucho a la injusticia social. ¿Es porque nos beneficiamos nosotros mismos, de modo que nos falta el coraje y la compasión para defender abiertamente una mayor justicia? Nos guste o no, estamos influenciados principalmente por nuestra sociedad y necesitamos una corrección espiritual a través de la Palabra de Dios para contrarrestar estas tendencias decadentes.
La administración equivocada no solo afecta a la sociedad actual, sino también a la Iglesia Adventista. C.H. Spurgeon dijo una vez: “La gente monta en ciervos cuando cazan con fines de lucro, y en caracoles cuando se dirigen al cielo”. En la publicidad actual, la mezquindad se elogia como una virtud y se confunde con la economía. Nuestro obsesivo aferrarnos a nuestras posesiones, de las cuales Pablo escribió en 1 Timoteo 6:10: “La avaricia, en efecto, es la raíz de todos los males y, arrastrados por ella, algunos han perdido la fe y ahora son presa de múltiples remordimientos”. Es un fenómeno aparentemente interminable en este mundo.
El egoísmo dificulta nuestra adoración
El lema “tanto como sea necesario, lo menos posible” es algo que siempre causa dificultades en relación con nuestro comportamiento de adoración en la iglesia. Balaam, Judas, Ananías y Safira, todos se aferraron más a los regalos que al donante. Ellen G. White observó en su tiempo:
“Hay algunos pocos fieles portaestandartes que nunca rehúyen el deber o las responsabilidades. Sus corazones y bolsillos están siempre abiertos a todo pedido de recursos para adelantar la causa de Dios. A la verdad, algunos parecen listos a sobrepasar su deber, como si temiesen perder la oportunidad de invertir su porción en el banco del cielo. Hay otros que harán lo menos que puedan. Atesoran sus recursos, o malgastan medios en su propia persona, dando a regañadientes una ofrenda escasa para sostener la causa de Dios. Si hacen una promesa a Dios, se arrepienten luego y evitan su pago mientras pueden, si no dejan de pagarla por completo. Disminuyen el diezmo tanto como pueden como si temiesen que lo devuelto a Dios se perdiera. Nuestras diversas instituciones pueden estar abrumadas por falta de recursos, pero estas personas obran como si no les importara que prosperen o no. Sin embargo, dichas instituciones son instrumentos de Dios para iluminar al mundo.” (Consejos sobre Mayordomía, 38)
No se puede servir a dos amos
¿De qué lado estás con respecto a esta situación? Elías le preguntó a sus contemporáneos: “¿Hasta cuándo seguiréis danzando una vez sobre un pie y otra vez sobre otro? Si el Señor es Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.” (1Re 18:21). Creer en Dios mientras se vive una vida egoísta no es posible. Porque Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos amos al mismo tiempo, porque aborrecerá al uno y apreciará al otro; será fiel al uno y del otro no hará caso. No podéis servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.” (Mt 6:24).
Podemos “inmortalizar” nuestro dinero
Teóricamente, sabemos que, aparte de nuestro carácter, no podemos llevar nada de esta tierra al cielo. Sin embargo, hay un aspecto que deberíamos contemplar más a menudo: Dios nos dio la posibilidad de “inmortalizar” nuestro dinero y nuestra propiedad aquí en esta tierra. Elena G. de White escribe:
“¿Queréis aseguraros vuestras propiedades? Colocadlas en las manos que llevan las marcas de los clavos de la crucifixión. Retenedlo todo en vuestra posesión y será para vuestra pérdida eterna. Dadlo a Dios, y a partir de ese momento llevará su marca. Quedará sellado con su inmutabilidad. ¿Queréis gozar de vuestros bienes? Entonces utilizadlos para bendecir a los que sufren. ¿Queréis aumentar vuestras posesiones? “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”. Proverbios 3:9, 10.” (Consejos sobre Mayordomía, 45).
Salvar vidas y aliviar el sufrimiento
Nuestro dinero y nuestras posesiones pueden salvar vidas para toda la eternidad y ayudar a aliviar el sufrimiento. De esta manera, nuestros medios serán utilizados para su propósito más elevado y contribuirán a tener efectos inmutables.
Que nuestro lema sea “tanto como sea posible y todo lo que se necesite” cuando se trate de promover la obra de Dios. Entonces, la bendición y el poder de Dios acompañarán nuestra obra. No hay cristianos tacaños y estrechos de miras. O eres tacaño y estrecho de miras o eres un cristiano. Decide por UNO que prometió preservarte y recibirte, especialmente en el momento en que se nos quite el dinero y las posesiones por el bien de nuestra fe (Ap 13:17). En pocas palabras, “¡Dar es vivir!” (Deseado de todas las gentes, 576).
Autor: Helge Külls. Director del departamento de Gestión de Vida Cristiana de la Unión Austriaca. Traducción de Víctor Armenteros. Director del departamento de Educación /Gestión de Vida Cristiana de la Unión Española.
Imagen: Sharon McCutcheon on Unsplash