Estar solo puede ser un estímulo para estar más cerca de Dios, crecer emocional y espiritualmente, y avanzar en lo que Dios quiere que hagamos en la vida.
Los seres humanos tenemos la capacidad de ajustarnos a nuevas situaciones. La complejidad de la sociedad moderna, sin embargo, ha puesto presión sobre esa capacidad de adaptación. Preocupaciones respecto del ambiente, la política o la seguridad, y factores de estrés resultantes de una dinámica social, cultural, espiritual y de salud pública, entre otros factores, pueden dificultar el desarrollo de una salud mental estable. Cuando esas preocupaciones no son controladas, una persona puede sucumbir a un estado sensible de vulnerabilidad y aun debilidad. Como resultado, las situaciones diarias pueden transformar a una persona de sentirse sola y bien a un estado de soledad negativa y depresiva.
Espacio y tiempo para reflexionar
Es más fácil enfrentar los desafíos de la vida cuando somos parte de un grupo de apoyo. Las personas, sin embargo, se encuentran solas por diversas razones, ya sean temporarias o situacionales. Esas circunstancias no necesitan producir sentimientos dolorosos de soledad. Saber cómo aprovechar al máximo esas situaciones y momentos puede brindar oportunidades significativas de introspección y autoanálisis, lo que puede derivar en crecimiento personal.
Estar solos puede proporcionar espacio y tiempo valiosos para la reflexión personal que, en otros ambientes, podría resultar en un gran desafío lograr. Una evaluación de las acciones y objetivos logrados, o quizá inconclusos, puede llevar a la reformulación de nuevos objetivos y maneras de alcanzarlos. Para los que pueden disfrutar de un espacio físico de reclusión en una atmósfera de paz y comodidad, esa experiencia llega a ser un momento agradable para la reflexión, y puede convertirse en un ejercicio saludable que mejora el crecimiento personal.
Estar solos no necesariamente significa estar completamente aislados. Puede requerir la iniciativa de hallar maneras de pasar tiempo con personas que tienen intereses comunes. Pero la soledad puede brindar un espacio para explorar la base de nuestro estado de ánimo sin afectarnos o afectar a otros negativamente.
La soledad no es una estación final
Estar solos no es una sentencia irreversible. Al enfocarnos en lo positivo, puede ser vista como una situación pasible de cambio. Si las personas conservan el dinamismo de pensamiento y acción, esto engendra un estado de ánimo positivo, permitiéndoles explorar sus fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades presentes en diversos marcos familiares, laborales, eclesiásticos y comunitarios, y dándoles valor para aceptar o tratar de cambiar su situación.
El estado de ánimo de una persona no es un destino final donde tiene que permanecer para siempre. Se asemeja más bien a una estación de tren, desde la cual uno puede embarcarse en otras estaciones que llevan a una variedad de destinos. La estación de tren no es el destino; es la plataforma que puede ofrecer continuidad y orientación a la vida. Si aplicamos este concepto a la soledad, podemos adoptar una perspectiva positiva del estar solos, dado que formulamos nuevas expectativas de enriquecimiento personal o para beneficio de otro.
A algunas personas, el sentirse solas puede llevarlas a la depresión. Soledad y depresión, sin embargo, no son lo mismo. Hay una amplia gama de afecciones depresivas, aunque una característica común es «la presencia de un estado de ánimo triste, vacío o irritable, acompañado de cambios relacionados que afectan significativamente la capacidad de funcionar de los individuos»,[1] además de otros síntomas como el aplanamiento emocional y la disminución del disfrute de las actividades diarias. Las afecciones depresivas restringen la capacidad de seguir adelante en la vida de manera productiva.
La soledad no tiene por qué llevarnos a la depresión
Desde el punto de vista de la salud mental, la soledad se vuelve dañina, tóxica y psicopatológica cuando resulta perjudicial para uno mismo u otras personas.[2] La soledad tóxica puede llevar a que uno pierda el control y se torne una molestia para los demás, y puede llevar a importantes o persistentes trastornos depresivos. En ocasiones, la persona que experimenta una soledad perjudicial necesita de ayuda profesional para recuperar un sentido de optimismo y esperanza.
Una estructura de vida que nos mantiene constreñidos e incapacitados es considerada depresión. Puede llevar a que un individuo sufra de un aplanamiento emocional del afecto a largo plazo y sentimientos de desesperanza. Los trastornos depresivos impiden que una persona experimente los gozos de la vida o celebre aun los pequeños logros. La depresión distorsiona las emociones, altera la ingesta de alimentos y los ciclos del sueño, y hace que el individuo se sienta triste, desesperanzado y desanimado la mayor parte del tiempo. Lleva a sentimientos de inutilidad e incapacidad para pensar en términos positivos. Pero no necesitamos sucumbir a la devastación de la depresión. Hay esperanza.
La soledad puede ofrecer la oportunidad de crear cronogramas y espacios donde se pueden cultivar prácticas devocionales. Vista de manera positiva, la soledad puede brindar un estímulo para acercarnos a Dios y abrazar su llamado a actuar dentro de nuestra esfera de influencia. La soledad nos permite disfrutar del fruto de la paz, que nos da el Espíritu Santo. La paz solo tiene una fuente: Dios. Al adoptar un actitud positiva de la soledad, podemos fortalecer nuestra fe en Dios.
Enfoques de la soledad, basados en las Escrituras
Las Escrituras contienen consejos valiosos para experimentar la soledad, relacionarse con ella y tener esperanza. A continuación se destacan diez de esos pasajes:
1. Abraza la soledad sin considerarla la ausencia del Espíritu de Dios en tu vida.
El Espíritu de Dios es omnipresente. No hay lugar en el universo donde Dios no esté. Puedes confiar en que jamás estás completamente solo. El Salmo 139:7-103 nos dice: “¿A dónde me iré de tu espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estás tú; y si en el seol hiciera mi estrado, allí tú estás. Si tomara las alas del alba y habitara en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano y me asirá tu diestra”. Recordar que Dios está cercano aunque no lo veamos nos permite abrazar la soledad.
2. Recuerda que Dios siempre está allí para ayudarte, aunque te sientas solo.
Las personas importantes para ti pueden estar lejos. Las circunstancias de la vida pueden impedir que recibas el amor y el apoyo que necesitas, en especial de tus padres u otros seres amados. Dios no solo es omnipresente; también está allí para ayudarnos. En el Salmo 27:10, el rey David escribió: “Aunque mi padre y mi madre me dejen, con todo, Jehová me recogerá”.
3. Resuelve estar abierto a la sanación.
Aun en los peores momentos de confusión o dolor, o cuando experimentas profunda angustia, tus emociones y tu corazón pueden hallar un espacio para la sanación si entregas tus cargas al Señor. En el Salmo 34:18 leemos: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón y salva a los contritos de espíritu”.
4. Usa los momentos de soledad para explorar la misión que Dios tiene para ti.
No importa dónde estés, tienes una misión que cumplir. El potencial creativo se ve activado significativamente cuando no tenemos distracciones. Mira a tu alrededor y explora lo que Dios puede llevarte a hacer como seguidor y discipulador de otros. En Mateo 28:19, 20 (la Gran Comisión), Jesús nos llama a hacer “discípulos a todas las naciones […], enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
5. Siéntete consolado a pesar de estar solo.
En todo lugar y momento, el Espíritu Santo está allí para consolarte y revelarte cómo actúa Dios en la vida, para que podamos disfrutar de su consuelo. No somos huérfanos; “volveré a vosotros” (Juan 14:18), nos dice.
6. Aun solo, experimenta el poder de seguir adelante.
Al pasar por circunstancias difíciles de separación, enfermedad o muerte, Dios no solo nos consuela en las tinieblas sino que nos ayuda a recuperarnos y a seguir adelante. El Salmo 23:4 dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Sigue avanzando.
7. Abraza la soledad como parte de la vida sin sentirte abandonado.
Dios nos creó con un propósito. Ese propósito se cumple en los tiempos de Dios, que a menudo no coinciden con los nuestros. Dios nos da el aliento que necesitamos para enfrentar las tareas diarias. Cuando más tiempo pasamos con él, más animados nos sentiremos. En Deuteronomio 31:8, Moisés dio a Israel la siguiente promesa: “Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará ni te desamparará. No temas ni te intimides”. En esta promesa podemos también hallar consuelo para la vida actual aun cuando el cronograma divino difiera del nuestro o cuando sintamos que nos ha abandonado.
9. Muéstrate fuerte y valiente a pesar de estar solo.
En ocasiones, los desafíos significativos pueden intimidarnos. Si los rechazamos, perdemos los beneficios que podemos recibir si los enfrentamos. En lugar de encogerte ante una oportunidad, piensa en aprovecharla. Aplica la promesa de Josué 1:9, que dice: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas”.
9. Usa la soledad como una oportunidad para descansar el alma.
Cuando estamos exhaustos, es natural retraerse, porque la carga nos resulta un gran peso. El descanso físico nos fortalece, para que podamos emerger de las dificultades sintiéndonos revitalizados y restaurados. Pero también podemos confiar en que Cristo desea darnos descanso cuando nos sentimos abrumados. El alivio gratuito más grande que Cristo nos da, es el perdón de nuestras culpas y pecados. Mateo 11:28 dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.
10. Recuerda que aun cuando estés solo, puedes pedir la presencia de Dios en tu vida.
¿Qué te impide permitir que Jesús asuma el control y sea parte de tu vida? Solo requiere abrir la puerta del corazón, para que la paz llene tu vida. Apocalipsis 3:20 nos dice: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”.
Discernir nuevas posibilidades
Estar solos no necesariamente implica depresión. Nuestra actitud sufrirá un impacto positivo si nos preparamos mentalmente en forma intencional para ajustarnos a nuevas perspectivas. Razones cognitivas, psicológicas, físicas o socioculturales pueden habernos llevado a pensar que la soledad es un defecto o afección negativa. Pero cada uno puede alcanzar sus objetivos, no importa qué nos mantenga en soledad. La voz de Dios se torna audible en la soledad. La vida de Jesús incluyó varios períodos de soledad. Fueron momentos muy significativos para él, cuando se vio fortalecido mediante la soledad y comunión con su Padre.
Cuando estamos solos, podemos discernir nuevas posibilidades para fortalecer nuestra dimensión espiritual. Esto requerirá que no percibamos inevitablemente la soledad como una afección limitante o adversa. Por el contrario, estar solos puede ofrecer un ambiente que nos permita crecer.
Cultivemos imágenes mentales positivas
Somos responsables de establecer el marco de nuestras acciones, y de cultivar imágenes mentales positivas que contribuyan a una vida fructífera. La necesidad de ser proactivos y vigilantes en este sentido es más crucial cuando los jóvenes se encuentran alejados de la zona de comodidad que les brindaron la familia y los amigos que los apoyaron en las primeras etapas de la vida. El estado de soledad, sea temporario o permanente, puede brindar una oportunidad de (1) evaluar los indicadores de seguridad del medio ambiente para identificar espacios en donde sintamos protección física, mental, social y espiritual; y (2) hallar tiempo de reflexión que contribuya a nuestra estabilidad emocional.
Estar solos puede brindar claridad para ayudar a ajustarse y adaptarse a nuevas condiciones de vida. A pesar de estar solos, deberíamos buscar deliberadamente oportunidad de conexión y vínculos con otras personas, para fomentar nuestro bienestar mental y físico, como por ejemplo tomar la iniciativa de ir a la iglesia en nueva comunidad donde no conocemos a nadie.
Vivir en soledad sin depresión es posible si cuidamos la totalidad de nuestro bienestar mental, psicológico, físico, sociocultural y espiritual.
Autor: Mar Benedicto Elizondo Smith (Doctorado en Educación Inclusiva, Universidad de Baja California, México) es director del Centro de Investigación Psicológica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Montemorelos, en Montemorelos, México.
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Publicación Original: “Solo pero no deprimido”, Diálogo 35:1 (2023): 5-8