En la búsqueda de la felicidad, la clave reside en las prioridades que uno establece en su vida. Según la Biblia, y en consonancia con los escritos de Elena de White, esas prioridades deben centrarse en lo que es verdaderamente esencial: Dios, la familia y el trabajo. Cada uno de estos elementos cumple una función crucial, pero la forma en que los organizamos determina la calidad de nuestra vida y nuestra paz interior.
Dios, la primera de nuestras prioridades
La falta de Dios en las vidas de muchas personas en la sociedad moderna es una de las principales causas de infelicidad y frustración. La Escritura es clara al respecto: «Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).
Elena de White destaca la necesidad de colocar a Dios en el primer lugar de nuestras vidas para alcanzar la paz verdadera. En su libro El ministerio de curación, ella dice: «Nada es tan importante como tener a Dios como la primera de nuestras prioridades en la vida. Él es la fuente de nuestra felicidad y paz, y sin Él, nada de lo que hagamos tendrá verdadero éxito» (El ministerio de curación, página 71).
El problema es que muchas personas hoy, influenciadas por la secularización, tienden a ignorar la importancia de cultivar una relación personal con Dios, lo que lleva a una vida de vacío y angustia. Como bien dice la Biblia, «El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1ª de Juan 5:12). Vivir sin prioridades espirituales es como navegar sin rumbo y vulnerable a las tormentas de la vida.
Y si queremos que Dios sea prioridad en nuestra vida, debe serlo a nivel personal y también familiar. La familia es la base de la sociedad y también nuestro puerto seguro en esta vida. Es el lugar donde somos y nos construimos primeramente.
La familia, en segundo lugar
Elena de White, en El hogar cristiano, resalta la importancia de la familia como el fundamento de una vida feliz y sólida. Ella señala que, si bien el trabajo y las responsabilidades sociales son muy importantes, nunca deben sacrificar el bienestar familiar. «El hogar es el primer lugar donde los niños deben ser educados en los principios del cielo. La verdadera felicidad comienza en el hogar, cuando cada miembro está comprometido con el amor y la obediencia a Dios» (El hogar cristiano, página 32).
Un equipo. Creados iguales a imagen de Dios
Desde el principio, el Señor creó al hombre y la mujer a su imagen, como una unidad formada por dos partes complementarias, para que fueran compañeros, trabajando juntos para cumplir Su voluntad. No olvidemos que la supeditación de la mujer al hombre no fue nunca el plan de Dios, sino resultado del pecado. Y no sirven los textos bíblicos del Antiguo Testamento en los que vemos una cultura que no es la del Cielo, ni los del Nuevo Testamento, regulando los papeles sociales del hombre y la mujer en aquel momento histórico, igual que no sirven los que regulaban la esclavitud. Tenemos claro cuál era el plan de Dios, en la Creación. Después del pecado, nada, excepto el Plan de Salvación, fue la voluntad de Dios, aunque lo regulase (como la esclavitud o el divorcio) para ayudarnos.
Los consejos de Pablo sobre el matrimonio (Efesios 5:22-33) son, como los que ofrece en el caso de la esclavitud (Efesios 6:5-9 y Colosenses 3:22-25), para gestionar una sociedad imperfecta. Dios no desea, ni creó, la esclavitud, ni la sumisión de la mujer, pero reguló ambas cosas para ayudarnos a vivir en este mundo.
Un matrimonio saludable, que sea un equipo en Cristo, es la base de una familia sana. Y eso se construye sobre la dedicación mutua, el respeto y una unión sólida en el Señor que hay que trabajar cada día a lo largo de los años. Es en ese contexto de amor, respeto y crecimiento en el que deben venir los hijos.
Y es que los problemas del matrimonio afectarán inevitablemente a los niños. También la ausencia física o emocional de cualquiera de los cónyuges causará grandes perjuicios a las relaciones y a la estabilidad de la familia. Por eso es tan importante esa estabilidad en el Señor de la pareja, en primer lugar.
Tiempo de calidad en la familia
En un mundo gobernado por las tecnologías modernas, es fundamental recordar que el tiempo de calidad con la pareja y con la familia es esencial. No basta con estar presentes físicamente; se necesita una conexión genuina. La Biblia nos aconseja: «Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre vuestro corazón; Y las enseñaréis a vuestros hijos, y hablaréis de ellas estando en vuestra casa, y andando por el camino, y al acostaros, y cuando os levantéis» (Deuteronomio 6:6-7).
Elena de White refuerza este consejo al decir que «la familia debe ser el lugar donde los principios de Dios sean vividos y practicados en lo cotidiano» (La educación, página 287). En su visión, el hogar debe ser un lugar de aprendizaje espiritual, de compartir tiempo juntos en oración, estudio de la Palabra y actividades que fortalezcan los lazos familiares.
El trabajo, en el tercer puesto
El trabajo es una parte muy importante de nuestra vida, en muchos casos es el propósito para el que fuimos creados. Nuestra misión, nuestro ministerio. Pero, en la jerarquía de prioridades, debe ocupar el tercer lugar después de Dios y la familia. Si interambiamos los lugares, habrá problemas importantes.
La Biblia enseña que el trabajo es una bendición que viene de Dios, pero también debe ser manejado con sabiduría y equilibrio. En Proverbios 16:3, se nos dice: «Encomienda a Jehová tus obras, y tus pensamientos serán afirmados». De nada sirve trabajar incansablemente si esto nos aleja de las relaciones significativas y nos sumerge en el estrés y la ansiedad, o en la enfermedad. O si estamos escalando la pared equivocada.
Elena de White también subraya que debemos evitar la esclavitud del trabajo. «El trabajo es importante, pero no debe convertirse en un ídolo que nos aleje de nuestra relación con Dios y nuestra familia» (El hogar cristiano, página 89). Un cristiano debe aprender a equilibrar su vida laboral con el descanso, la devoción a Dios y la atención a los seres queridos.
Viviendo con propósito: Dios, familia y trabajo
Vivir una vida feliz y plena no es cuestión de suerte, sino de tomar decisiones sabias y establecer las prioridades correctas.
1. Vivir con propósito en Dios
Vivir con propósito es fundamental para encontrar la verdadera felicidad. El propósito le da sentido a nuestra vida, nos motiva a levantarnos cada mañana y nos ayuda a superar los desafíos. Sin un propósito claro, podemos sentirnos perdidos o insatisfechos, incluso si tenemos éxito en las áreas materiales. En la fe cristiana, vivir con propósito se refiere a entender que cada área de nuestra vida está conectada al plan divino, que incluye nuestras relaciones con Dios, la familia y el trabajo. Estos tres pilares no solo nos guían, sino que nos ayudan a alcanzar la plenitud y la satisfacción en cada aspecto de nuestra existencia.
2. Vivir con propósito en la familia
Cuando vivimos con propósito en la familia, buscamos no solo el bienestar material, sino también el crecimiento espiritual y emocional de todos los miembros. El propósito en la familia no es solo disfrutar de la compañía, sino cumplir con la misión divina de educar, amar y servirnos mutuamente.
3. Vivir con propósito en el trabajo
Vivir con propósito en el trabajo significa no verlo solo como una fuente de ingresos, sino como una oportunidad para servir a Dios y a los demás, preferiblemente a través de los dones que Él nos ha otorgado. Es nuestra misión, nuestro ministerio cuando lo ponemos a Sus pies, lo hacemos por y para Él, y permitimos que Él nos dirija.
La Biblia enseña en Colosenses 3:23: «Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres». Este versículo nos recuerda que el trabajo tiene un propósito. Cada tarea, por más pequeña que sea, tiene valor cuando se realiza de la mejor forma posible y con la intención de honrar a Dios y servir a los demás.
Elena de White, en La educación (página 285), subraya que el trabajo es una forma de glorificar a Dios. No se trata solo de cumplir con nuestras obligaciones, sino de hacer todo con excelencia, integridad y dedicación. Algo que, además, ¡nos producirá una enorme satisfacción!
Vivir con propósito en el trabajo implica ser un testimonio de los principios de Cristo a través de nuestras actitudes y acciones, sirviendo a los demás y contribuyendo positivamente al bienestar de nuestra comunidad.
La armonía de vivir con propósito
Vivir con propósito implica encontrar el equilibrio entre estas tres prioridades fundamentales: Dios, la familia y el trabajo. Cada una de ellas contribuye a una vida completa y satisfactoria. Cuando vivimos con un propósito claro, entendemos que nuestras acciones tienen un impacto eterno y que, al poner a Dios en el centro, nuestras relaciones familiares y laborales se convierten en medios para cumplir con Su voluntad.
Vivir con propósito es un viaje continuo de crecimiento y transformación en Cristo. No se trata solo de alcanzar metas externas, sino de alinear nuestros corazones y mentes con el propósito divino que Dios tiene para cada uno de nosotros. Al centrarnos en Él, en nuestra familia y en nuestro trabajo, descubrimos que la verdadera felicidad proviene de vivir conforme a Su voluntad, sirviendo con amor y dedicación en cada aspecto de nuestra vida.
Conclusión: Prioridades equilibradas para una vida feliz
En este mundo lleno de distracciones y tensiones, encontrar el equilibrio es básico para experimentar una vida plena. Como adventistas, sabemos que debemos poner a Dios primero, la familia en segundo lugar y el trabajo en tercero. No se trata de descuidar ninguna de estas áreas, sino de ordenar correctamente nuestras prioridades, asegurándonos de que obtenemos la verdadera felicidad y paz que proviene de una vida alineada con los principios divinos.
El consejo de Proverbios 3:5-6 es claro: «Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas». Que cada uno de nosotros pueda hacer de este versículo un principio guía, poniendo a Dios en el centro, conociendo y siguiendo sus instrucciones registradas en la Biblia, para que nuestras decisiones y nuestras prioridades se alineen con Su voluntad.
Dado que Dios nos ha creado, obedecerle y seguir sus instrucciones como Diseñador, plasmadas en la Biblia, es la única forma de obtener verdader paz, armonía, equilibrio, salud y felicidad en este mundo, hasta que Él vuelva a buscarnos.
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es
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