DÍA 1
LA IMPORTANCIA DE LA PALABRA DE DIOS
(SOLA SCRIPTURA)
LAS PALABRAS QUE NOS DAN VIDA
A veces suceden cosas que nos cambian la vida, como por ejemplo un accidente de tráfico que interrumpe todos nuestros sueños; de un momento a otro, todo lo que tenías planeado para tu vida no vale de nada y tienes que reinventarte. Nada vuelve a ser lo mismo y te preguntas qué te deparará el futuro. Y eso es exactamente lo que experimentó el joven Lutero en julio de 1505 mientras viajaba desde Mansfeld, su ciudad natal, a la Universidad de Erfurt. Cerca de Stotternheim, se vio atrapado en una fuerte tormenta de verano y un rayo cayó justo a su lado. Ese encuentro tan cercano con la muerte lo dejó petrificado y, a raíz de ello, le prometió a Dios cambiar radicalmente su vida; ingresaría en un monasterio y se convertiría en monje. Fue allí, en el monasterio, donde se familiarizó con la Biblia por primera vez. La Palabra de Dios, la «querida Biblia», como más tarde la llamó, se convirtió en el fundamento y la guía de su fe, su vida y su predicación.
TRASFONDO HISTÓRICO E INTERPRETACIÓN DEL CUADRO
Poco después, enviaron a Martín Lutero a la nueva universidad de Wittenberg para enseñar filosofía y estudiar teología al mismo tiempo, y se graduó obteniendo su doctorado en esta disciplina en 1512. Lutero no era un erudito solitario que trabajaba en su estudio; además de su labor como maestro en la universidad, sirvió como pastor en la iglesia de la ciudad, por lo que estaba en constante contacto con muchas personas. Su congregación entendía sus predicaciones y quedó profundamente impresionada con la manera en la cual explicaba las Sagradas Escrituras.
Este escenario está representado en el cuadro de Lukas Cranach El Retablo de la Reforma, donde Lutero está de pie predicando desde el púlpito. Ante él hay una Biblia abierta, y la está señalando con su mano izquierda. Su mano derecha señala a Cristo, el centro de nuestra fe (en el centro del cuadro). La sábana que Jesús lleva puesta en la cruz está ondeando por el viento, simbolizando al Espíritu Santo a través de quien las palabras del predicador se llenan de autoridad, a través de quien el mismo Jesús habla y gracias a quien la congregación entiende el mensaje. En el lado izquierdo del cuadro podemos ver a parte de la congregación de la iglesia en Wittenberg. El hombre mayor con barba larga pegado a la pared es el pintor Lukas Cranach, que era el anciano. La mujer que está en primer plano con una bufanda llamativa es la esposa de Martín Lutero, Katharina von Bora, y sus hijos están a su alrededor. Y, como en cualquier iglesia, no todo el mundo está escuchando atentamente el sermón, sino mirando a los demás asistentes. Hay un joven que está mirando hacia las chicas, una de las cuales está susurrando algo a otra. Vemos un servicio de iglesia normal, tal como lo experimentamos hoy.
El cuadro del sermón es parte del retablo o predela. Normalmente, la iglesia guardaba en este tipo de estructura sus reliquias sagradas. Sin embargo, para Lutero esto no tenía demasiado valor. En última instancia, los rechazó como algo totalmente inútil y, en su lugar, enfatizó en el verdadero tesoro del evangelio que traería alivio y paz al creyente. En una de las 95 tesis que clavó en las puertas de la iglesia y que desencadenaron la Reforma protestante, dijo (tesis 62): «El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo evangelio de la gloria y la gracia de Dios». Los auténticos tesoros no son por tanto las reliquias, que se podrían adquirir por grandes sumas de dinero, sino el evangelio. Esa es la buena noticia, el mensaje de que Jesús murió en la cruz por nosotros. Proclamar este evangelio se convirtió en la labor principal de Lutero, en su trabajo como Doctor en Teología en la universidad, como predicador en la iglesia de la ciudad, como amigo, como padre e incluso como testigo ante los gobernantes de la asamblea imperial.
EL GRAN VALOR DE LA BIBLIA PARA MARTÍN LUTERO
Lutero dijo que la Palabra de Dios no estaba pasada de moda ni tampoco era moderna, sino eterna y, por esto, uno de sus eslóganes fue: «Verbum dei manet in aeternum» («La Palabra de Dios permanece para siempre», basándose en el texto de Isaías 40: 6-8 citado posteriormente en 1 Pedro 1: 24-25). Puesto que la Palabra de Dios no cambia, en contraste con nuestro mundo transitorio, no hay mejor base sobre la cual construir nuestras vidas al margen de cuáles sean nuestras circunstancias. Podemos confiar en ella; sigue conservando el mismo poder que tenía en el momento en que los primeros profetas fueron inspirados para escribirla en nombre de Dios. Esta es la razón por la cual merece la pena depositar toda nuestra confianza en ella: la Palabra de Dios, las Sagradas Escrituras, son cuanto necesitamos para la vida y la muerte. Eso fue tan importante para Martín Lutero que en la cuarta estrofa del famoso himno «Castillo fuerte es nuestro Dios», escribió lo siguiente: «Esa palabra del Señor, que el mundo no apetece, por el Espíritu de Dios muy firme permanece». En otras palabras, la Palabra de Dios reemplaza toda autoridad humana, tanto si lo reconocen como si no. Otro de los himnos más conocidos de Lutero comienza con las palabras: «Sostennos firmes, ¡oh Señor!, en la Palabra».
Mientras estudiaba la Biblia, Lutero vio de manera evidente que las buenas nuevas de la salvación que Jesús nos ofrece como un don gratuito se enseñan de manera amplia y comprensible en ella. Por este motivo, ninguna tradición de la iglesia debería complementar y/o cambiar lo que reflejan claramente las Escrituras (Sola Scriptura).
Una declaración tan nítida provocó la oposición de la iglesia y, en poco tiempo, se acusó al reformador de herejía. Cuando en 1521 fue convocado a comparecer ante la asamblea imperial en la Dieta de Worms, el emperador Carlos V le exigió que se retractara de lo que había escrito. Lutero no estaba preparado para tal confrontación y pidió tiempo para considerar su respuesta. Al día siguiente, cuando fue convocado nuevamente para negar lo que había escrito, respondió lo siguiente: «A menos que no esté convencido mediante el testimonio de las Escrituras o por razones evidentes —ya que no confío en el Papa, ni en su Concilio, debido a que ellos han errado continuamente y se han contradicho— me mantengo firme en las Escrituras a las que he adoptado como mi guía. Mi conciencia es prisionera de la Palabra de Dios, y no puedo ni quiero revocar nada reconociendo que no es seguro o correcto actuar contra la conciencia. Que Dios me ayude. Amén».1
La Palabra de Dios era tan importante para él que estaba dispuesto a asumir todas las consecuencias de su compromiso con la Biblia. Así es como Lutero llegó a ser conocido como un hombre de las Escrituras. Durante siglos, la iglesia había negado el acceso a la Biblia a los hombres que no eran clérigos y a las mujeres, pero con esto surgió un gran interés en la Palabra, la cual se hizo accesible en el lenguaje común en lugar del latín eclesiástico, que solo entendían algunos eruditos.
Parece lógico que, a partir de entonces, Martín Lutero dejara de predicar en latín, prefiriendo en cambio predicar en alemán, el idioma común de su pueblo. No obstante, no le bastó con esto. Para Lutero, la gente debía poder leer la Biblia en su propio idioma y, para que esto fuera posible, era necesario traducirla. Gracias a Dios, se dio la gran oportunidad cuando el príncipe Federico el Sabio trasladó a Martín Lutero al Castillo de Wartburg después de la Dieta de Worms para protegerlo de la ira de la iglesia y del emperador. Allí, arropado por la seguridad del castillo, Lutero emprendió la inmensa tarea de traducir la Biblia. Comenzó por el Nuevo Testamento y, con la ayuda de amigos eruditos, el trabajo se completó pronto. En septiembre del año siguiente, 1522, se imprimió la primera edición del llamado «Testamento de septiembre». La Biblia al completo en alemán se publicó por primera vez en 1534 y, hasta su muerte, Lutero continuó mejorando su traducción con la intención de hacer que la Palabra de Dios fuera fácilmente accesible y comprendida por el pueblo común.
SIN BIBLIA, NO PODEMOS SER CRISTIANOS
La «querida Biblia», como la llamó Lutero, era tan importante para el reformador que arriesgó su vida por ella. ¿Cuánto significa la Palabra de Dios para ti? ¿Cuándo fue la última vez que dedicaste un tiempo a leer la Biblia? ¿Recuerdas qué leíste o hace tanto tiempo que, si eres sincero contigo mismo, tienes que admitir que no conoces realmente la Biblia? Resulta difícil entablar conversaciones acerca de las enseñanzas de la Biblia. Es como un adolescente que tiene el último modelo de móvil, pero no puede utilizarlo porque no tiene batería. La Biblia nos puede dar mucho más que la mera felicidad de tener una en nuestra estantería, aunque, sin duda, puede ser un primer paso en la dirección correcta. La Palabra de Dios está destinada a ser leída y escuchada; es el instrumento a través del cual Dios quiere hablarte, y por eso necesitas estar familiarizado con ella; es la carta que el Señor ha escrito para ti. Solo entonces se convertirá en lo que está destinada a ser en tu vida: la Palabra personal de Dios.
NUESTRO LEGADO
En Jeremías 23: 29, el profeta expresa que la Palabra de Dios es tan poderosa que puede incluso romper las rocas en pedazos; es algo que penetra en nuestro interior (Hebreos 4: 12). Pero, sobre todo, es un instrumento que cambiará nuestras vidas. Tanto si crees como si no, si dedicas tiempo a explorar la Biblia, experimentarás una transformación. Leyendo la Biblia entras en la esfera de la influencia poderosa de Dios, que se convierte en una fuente de fuerza para la vida cotidiana. Cuando leamos y estudiemos su Palabra, Dios nos revelará lo que necesitamos saber o, mejor dicho, a quién necesitamos conocer más: Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida. Nos guiará para poder abrazar la vida eterna y experimentar una nueva vida de devoción. Esta es la razón por la cual es importante que lleves siempre contigo una pequeña Biblia. En esta era de la tecnología, ya podemos disponer de la Biblia en el teléfono. Y he aquí un reto para cada joven: grabar las Escrituras en su memoria. Hazlo a tu propio ritmo; lleva un registro de todos los versículos que puedes recitar de memoria. Intenta aumentar el número de versículos memorizados cada mes. Llegará el momento, no dentro de mucho tiempo, en que tendremos que presentarnos ante los tribunales para testificar. Las Biblias nos serán arrebatadas, pero confiamos en que el Espíritu Santo nos ayudará a recordar lo que hemos estudiado fielmente.
En su primer pequeño libro llamado «Primeros Escritos», la joven Elena G. de White escribió: «Te recomiendo, querido lector, la Palabra de Dios». Ese consejo provenía de su propia experiencia de lectura de la Biblia, la cual le impactó y enseñó durante toda su vida. Era una mujer de las Escrituras que vivía con la Biblia, amaba la Biblia y leía la Palabra de Dios todos los días. Para ella, era una verdadera fuente de vida, al igual que lo fue para Lutero, y esperamos, también lo sea para ti.
Nuestro legado: «Las Sagradas Escrituras, que abarcan el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, constituyen la Palabra de Dios escrita, transmitida por inspiración divina mediante santos hombres de Dios que hablaron y escribieron impulsados por el Espíritu Santo» (2 Pedro 1: 20, 21; 2 Timoteo 3: 16, 17; Salmo 119: 105; Proverbios 30: 5, 6; Isaías 8: 20; Juan 17: 17; 1 Tesalonicenses 2: 13; Hebreos 4:12).2
LIBROS Y APLICACIONES PARA UN ESTUDIO MÁS PROFUNDO:
• Elena G. de White, El conflicto de los siglos, capítulo 7.
REFERENCIAS
1Brecht, Martin. Martín Lutero. Trad. James L. Schaaf, (Philadelphia: Fortress Press, 1985– 93), t. 1, p. 460. Citado en español tal como aparece en el artículo de Wikipedia de la Dieta de Worms
2Las 28 creencias fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Extraída de la página web de la Iglesia Adventista: https://www.adventistas.org/es/institucional/ creencias/ Consultado el 2 de marzo de 2017.
PREGUNTAS PARA DEBATIR |
|
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR PERSONALMENTE |
|
Pako Edson Mokgwane. Director de jóvenes, asociado, de la Conferencia General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.