Mateo 20: 1-16
SOLO POR GRACIA
Cuando emigré a Australia en septiembre de 1981, recibí buenos consejos de amigos emigrantes bien intencionados que habían llegado antes que yo. Me sugirieron que consiguiera un empleo inmediatamente – cualquier empleo – y que no debía ser muy exigente ni hacerme el difícil en este respecto, ya que mi prioridad era alcanzar cierta medida de independencia financiera lo antes posible. Escuché el consejo, y les dejé saber a mis amigos y a los miembros de mi iglesia que estaba disponible para hacer cualquier tipo trabajo.
Muy poco tiempo después, mi nuevo amigo Kevin se me acercó después del culto y me dijo que él era el director de producción y que había una vacante donde él trabajaba, y que yo podía tener ese empleo, si lo quería. Inmediatamente acepté la oferta, y sentí la necesidad de preguntarle acerca de la naturaleza del trabajo, a causa del consejo que había recibido. Lo único que pregunté fue dónde era el trabajo, cuándo podía comenzar y a qué hora tenía que estar allí.
Inmediatamente me respondió: “El lunes a las 5:00.” Yo pensé que era una broma, y esperé a que me dijera que me estaba vacilando; pero me preguntó si yo tenía coche, y yo le dije que no. Como él pasaba por donde yo vivía para ir al trabajo, me propuso pasarme a buscar. Me dijo que como director de producción debía estar allí a las 4:30, de modo que me recogería a las 4:00. Me dijo que trajera ropa para cambiarme. Me sentí atrapado, pero era demasiado tarde para romper el compromiso.
Era mediados de invierno, de modo que me abrigué con mi abrigo de 8€ de la tienda de ropa de segunda mano St. Vincent de Paul mientras esperaba que me recogiera bajo una farola de la calle. Pronto llegamos al lugar de trabajo. Era el Mercado Flemington – un almacén de distribución de frutas y verduras. Al llegar, Kevin me explicó brevemente en qué consistiría mi trabajo. Yo era el nuevo empaquetador en la línea de patatas.
EL DIRECTOR DE PRODUCCIÓN
Se volcaban enormes cajas industriales de patatas sucias sobre la correa de distribución. Se lavaban y se cepillaban, se pesaban y se empaquetaban en bolsas de plástico de cinco kilos que se sellaban automáticamente. Estos paquetes de cinco kilos llegaban a una mesa rotativa donde una señora hábilmente enfundaba cinco paquetes en una bolsa de papel grande; y entonces me tocaba a mí.
Yo tenía que levantar la gran bolsa de 25 kilos y colocarla en otra correa conectada a la máquina de coser; en el momento preciso, tenía que apretar un pedal para coser las bolsas, y luego acomodar cuarenta de ellas en un palé. Con un gato hidráulico especializado, tenía que llevar el palé a la parte posterior del almacén y correr nuevamente a mi puesto para volver a empezar con todo el proceso. Al regresar, me encontraba con unas 15 bolsas llenas, así que tenía que darme prisa para ponerme al día. No había manera de detener las máquinas (a veces orábamos para que se rompiera alguna máquina). Ese era mi trabajo. Cuando sonó la campana a las 10 de la mañana para un descanso, yo apenas podía caminar, y era incapaz de mover mis brazos – simplemente apoyé mi cabeza sobre la mesa del comedor y empecé a gemir. Al llegar a casa aquella tarde, mi esposa apenas me reconoció. Inmediatamente me ordenó que renunciara. Yo no podía renunciar. Hubiera sido muy humillante, después de haber dicho que haría ‘cualquier cosa’.
Después de un mes en el trabajo, mi amigo Kevin me dijo que había mucho trabajo, y me preguntó si estaba dispuesto a hacer algunas horas extra – dos horas diarias. Yo estaba dolorido, pero acepté. Una vez más, un par de semanas después, me dijo que el negocio iba muy bien, y me preguntó si yo podría venir a trabajar los domingos. Nuevamente le dije que sí. En aquel momento, mi amigo Kevin ya no me recogía en casa. Tomaba el tren, y nunca llegué tarde.
¿Podéis adivinar qué día de la semana yo creía que era el mejor? (Que la congregación adivine.)
¿El sábado?
Sí, en cierta manera era el sábado, porque yo podía descansar.
Pero debo confesar que había otro día de la semana que era realmente emocionante – era el jueves – el día de recibir mi paga. Debido a lo arduo del trabajo y a las largas horas, era siempre emocionante ver cuán abultado venáa el sobre de la paga.
Yo estaba dispuesto a hacer aquel trabajo arduo durante aquellas largas horas, y aún a sacrificarme del descanso y de estar con la familia los domingos por la recompensa del día de la paga.
Así es como trabaja la sociedad – mientras más trabajas, más paga recibes. Recibes lo que mereces, lo que te ganas.
En términos generales, así es como funciona la vida; hay un sentido general de justicia y de equidad.
Hay leyes que gobiernan, que rigen nuestra sociedad. – Si vivimos dentro de los parámetros de esas leyes, generalmente estamos bien. Si hacemos lo correcto, recibimos la recompensa. Si hacemos las cosas equivocadas, recibimos las consecuencias.
Si eres aplicado en el colegio, estudias y apruebas los exámenes; si no te preparas bien, oras mucho antes del examen, y lo suspendes.
Si te excedes del límite de velocidad, o cruzas una intersección con el semáforo en rojo, te conviertes en una celebridad– te hacen una foto.
Siegas lo que siembras; eso es la justicia, eso es la equidad.
Y cuando se trata de la vida religiosa, se aplica el mismo principio.
LA SALVACIÓN EN OTRAS RELIGIONES EL MUNDO
Según el hinduismo, hay cuatro vías o senderos a “Moksha” o a “la salvación” – cuando la mente humana se libra del ciclo de la vida y se une a Dios.
- El sendero de la acción – consiste en la observación de las ceremonias, los deberes y los ritos religiosos.
- El sendero del conocimiento – alcanzas un conocimiento completo del universo.
- El sendero de la devoción – trata de tus acciones de adoración.
- El sendero real – la práctica de la meditación y las técnicas del yoga.
Según el budismo, se alcanza el estado de liberación del nirvana a través del Noble Sendero Óctuple.
- La visión o comprensión correcta
- El pensamiento o determinación correcta
- El hablar correcto
- El actuar correcto
- El medio de vida correcto
- El esfuerzo correcto
- El estar-presente o consciencia del momento correcta
- La concentración o meditación correcta.
Según el Islam, se trata un acto de malabarismo. La salvación se basa en una combinación de la gracia de Alá y las obras de los musulmanes. En el Día del Juicio, si las obras buenas que ha hecho el musulmán sobrepasan las obras malas que ha hecho, y si es la voluntad de Alá, él podrá ser perdonado de todos sus pecados y así entrar al paraíso.
- Lo bueno que ha hecho cancela lo malo que ha hecho.
- Si hace un peregrinaje a La Meca, acumula un buen crédito en los libros del cielo.
- Si muere como un mártir, defendiendo la fe, tiene acceso directo al cielo.
LA SALVACIÓN EN LA FE CRISTIANA
¿Y qué sucede con el Cristianismo? ¿Qué tiene que decir Jesús en cuanto a cómo entramos al reino de Dios? ¿Cómo heredamos la vida eterna?
Un joven vino a donde se encontraba Jesús con esa preocupación. Vino a donde Jesús con la pregunta del millón. Es una de las historias más famosas y más agridulces de los Evangelios.
“Entonces se acercó uno y le dijo:
–Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” (Mateo 19:16)
Al juntar las narrativas de Mateo, Marcos y Lucas, descubrimos que este hombre era joven, rico y exitoso – era un gobernante en su comunidad. ¿Por qué alguien así se interesaría en la vida eterna, o en el reino de Dios? Él lo tenía todo, ¿no?
Marcos nos dice que Jesús estaba saliendo de un lugar determinado cuando este hombre joven llegó corriendo y cayó de rodillas ante él públicamente. ¿Estaba tan desesperado? “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (véase Marcos 10:17-27)
Debemos entender que la vida eterna no comienza con la segunda venida de Jesús; el tipo de vida eterna, la calidad eterna de la vida con paz, contentamiento, gozo y servicio con sentido y propósito comienza hoy, aquí y ahora, en anticipación de la gloriosa segunda venida del Salvador Jesús. Ni las riquezas, ni la posición, ni el poder pueden darnos eso; ni siquiera la religión, porque este hombre era religioso, y profesaba haber observado estrictamente todos los requerimientos de la ley desde que era un niño.
El encuentro con este hombre joven, rico, exitoso, religioso era prometedor:
- Había venido con la pregunta correcta.
- Había venido con la actitud correcta.
- Había venido a la persona correcta.
- Había venido en el momento correcto.
Todo estaba listo para que la historia tuviera un final feliz.
“¿Qué cosa buena puedo hacer para heredar la vida eterna?¿Qué me falta?,” preguntó.
Se estaba acercando a la vida eterna como el hindú, como el budista y como el musulmán: en términos de cosas buenas que hacer. Él estaba buscando una cosa más que pudiera hacer.
“Entonces Jesús lo miró con amor, y le dijo: ‘Una cosa te falta’” (Marcos 10:21 pp)
“CONFÍA EN MÍ.” La respuesta de Jesús podría resumirse así: “Confía en mí”. Que yo sea la prioridad, lo primero en tu vida. Para poder salvarte, yo no puedo ser “una cosa más en tu vida.” Has construido tu vida alrededor de la adquisición de riquezas y de posición y de acciones religiosas. Estas cosas ahora definen tu existencia, pero te das cuenta de que esto no satisface las profundas ansias de tu corazón. Has venido a pedirme que añada una cosa más a tu lista de ‘cosas que hacer.’ Pero tienes que buscar primero el Reino de Dios. “Confía en mí.”
El joven echó mano de su calculadora, hizo unos cálculos rápidos, y cuando vio el número total, dice la Biblia que “se entristeció”. Aquello le iba a costar demasiado. Con toda su desesperación, con todo su cumplimiento de la ley, con todo el amor que Jesús podía ofrecerle, se fue, triste y perdido, sin la salvación. No pudo poner a Jesús en primer lugar. No pudo poner su vida en las manos de Jesús. No pudo cantar el himno final: ‘Salvador a ti me rindo’ (HA261). Y se fue triste y perdido, sin la salvación.
Los discípulos que presenciaron este encuentro estaban confusos, y abordaron a Jesús sobre el tema. Porque si este joven, que parecía ser el primero en la fila para entrar al Reino de Dios, no pudo entrar, entonces ¿quién podría entrar? No pudieron menos que hacerle la pregunta a su Maestro:
“Entonces, ¿quién podrá ser salvo?” (Marcos 10:26 up)
“Jesús los miró y les dijo: ‘Para los hombres es imposible. Para Dios no. Para Dios todo es posible.” (Marcos 10:27) Y Jesús concluyó el debate con la sentencia: “Pero muchos primeros serán los úl- timos, y los últimos, primeros.” (Marcos 10:31). Recuerda esta frase porque volveremos a ella.
Con el fin de que entendieran, Jesús nos lleva de vuelta al Mercado Flemington, de vuelta al almacén, de vuelta a las estaciones de trabajo, y nos da una parábola ofensiva en la que el comienzo del día del juicio final se compara con una escena del día de la paga. Allí se incumple la regla de que ‘más trabajo es igual a más dinero’, de ahí que se conozca esta parábola como “la parábola del Dios injusto.”
JESÚS RESPONDE CON UNA PARÁBOLA LLENA DE SORPRESAS
Leamos Mateo 20:1-2: “El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Convino con ellos en pagarles un denario al día, y los envió a su viña.”
Aqué está el encuentro entre los ricos y los pobres. El propietario rico sale temprano en la mañana al mercado, donde se han reunido los pobres a esperar para ver dónde y cómo conseguirán el sustento del día para ellos y para sus familias. Son obreros del día, que esperan que se les ofrezca el trabajo de un día para obtener el salario de un día.
El propietario rico es sabio. Él ha salido temprano, después de haber hecho sus deberes y de haber calculado cuántos obreros va a necesitar para completar el trabajo previsto para el día.
Él recluta, y antes de salir hacia su viña, se ponen a negociar, y llegan a un acuerdo sobre el salario que les va a pagar por un día de trabajo – un ‘denario’ [de donde tenemos en español la palabra ‘dinero’], que era un pago muy generoso en aquella época. Eran las seis de la mañana, y cuando llegan a la viña, fresco aún el día, cada uno toma su canasta, se la ciñe a la espalda como si fuera una mochila, y comienzan el día de trabajo.
Tres horas más tarde, a las nueve de la mañana, el propietario nos sorprende.
En Mateo 20:3-4 leemos: “Volvió a salir cerca de la hora tercera del día (las nueve), y vio en la plaza a otros desocupados. Les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que es justo’. Y ellos fueron.”
Es la tercera hora del día. Son las nueve de la mañana.
El propósito del propietario esta vez no es reclutar obreros. Él es un administrador sabio, él tiene un plan de trabajo, y las negociaciones con los obreros ya se han realizado. El texto nos dice que él salió, y que al salir, vio que otros estaban allí de pie y que no habían sido contratados para trabajar. Este propietario es diferente. Lo que lo mueve no es el obtener beneficios, sino la desesperación de los necesitados que no están haciendo nada porque no han conseguido un trabajo.
Ahora bien, estos obreros no tienen derecho a que se les pague un día entero de trabajo y lo saben. Esta vez no hay negociación. El propietario simplemente les dice: “Confiad en mí. Os voy a pagar lo que es justo.” Así que el nuevo grupo de obreros salieron para la viña sin negociar cuál sería su salario; sencillamente confiaron en que el propietario sería justo.
Imagina que eres un buen trabajador que has negociado tu salario y has empezado a trabajar a las seis de la mañana. Al salir el sol, comienzas a sudar, subiendo las pendientes de la montaña, cargando con el canasto, que se vuelve cada vez más pesado. De pronto, ves a todo un nuevo grupo de obreros que acaba de llegar. ¿Qué pensarías de ellos? Probablemente que ellos no se toman su trabajo tan en serio como tú. Es lo que sucede en la iglesia. Tú estás ahí cuando empieza la Escuela Sabática – siempre llegas temprano.
Tres horas después el propietario vuelve a sorprendernos.
Busquemos Mateo 20:5: “Salió otra vez cerca de la hora sexta y de la novena e hizo lo mismo.”
La sexta hora del día serían las 12:00, la novena hora, las 15:00.
Movido por su compasión y por la necesidad de la gente pobre, el propietario sigue reclutando obreros para su viña. Es como si su mente ya no estuviera pensando en su plan de trabajo. Lo motiva el tener consideración por las personas que no tendrán comida que poner en la mesa cuando lleguen a su casa por la noche. No se hace ninguna mención del pago por su trabajo, ni por parte del propietario ni por parte de los obreros recién contratados. El propietario no deja de pensar en las necesidades de los pobres, en detrimento de sus propias necesidades, de sus propias ganancias, de su propio negocio.
Recuerda que tú eres el trabajador concienzudo. Eres de los que ha estado trabajando desde las seis de la mañana. ¿Qué estás pensando acerca de los que llegaron a trabajar a medio día? ¿Y de los que llegaron a trabajar a las tres de la tarde? ¡¿Es ridículo, verdad?! Los que llegan a mediodáa son los que vienen a la segunda mitad del programa – para el servicio de culto; los que llegan a las 15:00 son los que llegan justo en el momento en el que el sermón va a comenzar, sin las partes preliminares. ¿Qué piensas sobre esas personas?
Como si no hubiéramos tenido ya suficientes sorpresas, esto ya se pasa de la raya. Esto se está haciendo ridículo.
Sigamos en Mateo 20:6-7: “Volvió a salir cerca de la hora undécima. Halló a otros allí, y les dijo: ‘¿Por qué estáis aquí todo el día sin trabajar?’ Dijeron: ‘Porque nadie nos contrató.’ Les dijo: ‘Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo’.” (Mateo 20:6-7)
Esto es absolutamente ridículo. ¿A la hora undécima? ¿Contratar a alguien a las 17:00, para salir a las 18:00 de la tarde, para una hora de trabajo?
Ahora, el propietario entabla una conversación con los últimos obreros: Él quiere saber por qué han estado allí todo el día sin trabajar. Pareciera que el propietario los vio a primera hora de la mañana. Cada vez que volvía, estaban allí, y a las cinco de la tarde, todavía estaban allí. La respuesta de ellos es muy reveladora. Dicen ellos: “Porque nadie nos ha contratado.” No eran aptos para trabajar. Todos los propietarios que habían ido a buscar obreros, los habían pasado por alto. Sí, tenían una cosa a su favor: no se desanimaron. Permanecieron allí por si acaso, arriesgándose a no conseguir nada y a volver a casa con las manos vacías. Y ya eran las cinco de la tarde. Éste era un escenario perfecto para este propietario en particular, que durante todo el día había estado acumulando sorpresa tras sorpresa. Este propietario tenía la habilidad de aparecer cuando la gente más lo necesitaba, cuando todo estaba a punto de romperse en pedazos. Así que este nuevo grupo de trabajadores también fue invitado a trabajar en la viña, y hacia allá se encaminó.
Éstos son semejantes a los que llegan para cantar el himno final, y se quedan para el almuerzo con toda la iglesia. ¿Qué pensarías de ellos?
Para cuando llegan a la viña, se les dan las instrucciones, y cogen y se acomodan las canastas, ya es hora de terminar de trabajar. Suena la campana. La jornada laboral ha llegado a su fin y ha llegado la hora de recibir el pago por el trabajo del día.
¡Pero aún en este momento, el propietario no ha terminado de sorprendernos!
Leemos en Mateo 20:8: “Cuando llegó la noche, el Señor de la viña dijo a su mayordomo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los últimos hasta los primeros.’”
Todos los obreros están en fila; los más cansados, los que más habáan trabajado al principio de la fila. Pero el propietario da instrucciones al mayordomo para que los reorganice. Éste da las órdenes: “Por favor, los que empezaron a las seis de la mañana, deben pasar al final de la fila, y los que acaban de llegar, al principio.”
El propietario está organizando la fila de tal manera que lo que va a ocurrir será transparente y visible para todos. Esta distribución de los jornales, este veredicto, este juicio final, si me lo permitís, será de hecho manifiesto para que todos puedan verlo y atestiguarlo.
Obviamente los obreros que más han trabajado no están satisfechos, pero piensan y razonan entre sí que el propietario no quiere que los obreros que acaban de llegar se sientan avergonzados porque han de recibir apenas un puñadito de calderilla por su trabajo, y no quiere que se sientan envidiosos cuando vean que los que han trabajado más reciben el salario completo por su día de trabajo.
Más sorpresas de parte del propietario.
Mateo 20:9: “Vinieron los que habían ido cerca de la hora undécima, y cada uno recibió un denario.”
¡Los obreros que acababan de llegar recibieron un denario, el pago de un día entero de trabajo! Están confundidos. Y probablemente se están alejando de allí a toda prisa, pensando que el mayordomo seguramente ha cometido algún error. Los obreros que más han trabajado se ríen de ellos, pensando que quieren escaparse a causa de la vergüenza por la insignificancia de sus pagos, y preguntan: “¿Cuánto te pagaron?” El primero no se atreve a contestar; el segundo, sin levantar la vista, levanta un dedo. Los que más trabajaron se ríen a carcajadas, casi fuera de control, y vuelven a preguntar: “¿Un pondio?” (Un ‘pondio’ es una duodécima parte [1/12] de un denario; el equivalente al salario normal de una hora de trabajo.) Pero se escucha la respuesta a esta última pregunta: “¡No! ¡Un denario!”
“¿Un denario? ¿Un denario por una hora de trabajo?” De inmediato, los que han trabajado más, comienzan a hacer cálculos. Si una hora equivale a un denario, entonces doce horas de trabajo equivalen a doce denarios. Comienza la fiesta en la misma viña. Están pensando en comprarse sandalias nuevas, túnicas nuevas, unas vacaciones para la familia…
Mateo 20:10pp: “Cuando vinieron los primeros, pensaron que habrían de recibir más…”
Pero el resto del versículo nos trae la primera sorpresa desagradable de la historia.
Mateo 20:10up-12: “…pero ellos también recibieron un denario cada uno. Y al recibirlo, murmuraron contra el señor. Dijeron: ‘Estos últimos trabajaron una sola hora, y los igualaste a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día.’”
Verás, cuando el mayordomo coloca un denario en las manos del primer trabajador que había trabajado el día entero, y dice: “Siguiente”, nadie se mueve. Comienzan a murmurar como si se tratara de un trueno, y exigen que se llame al propietario. “¿Cómo se atreve usted a hacer esto? ¿Cómo se atreve a tratarnos, a los obreros más trabajadores, como a los holgazanes, que trabajaron solamente una hora? Esto es sumamente ofensivo, e injusto.”
Mateo 20:13-16: “Y Él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo por un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Si quiero dar a este último como a ti, ¿no puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia, porque soy bueno?’ Así los primeros serán últimos, y los últimos, primeros.”
¿Os acordáis de esta frase? El joven rico se veía a sí mismo como el PRIMERO, y terminó siendo el último. Los obreros de la undécima hora se veían a sí mismos como los ÚLTIMOS, y llegaron a ser los PRIMEROS.
¿De qué se trata esto? ¿Qué hubieras hecho tú de haber sido uno de los trabajadores que más trabajaron en aquella viña aquel día? ¿Qué hubiera hecho yo? ¿Qué hice yo en el Mercado Flemington?
Esta historia es una verdadera piedra de tropiezo para nuestro sentido de jusicia. ¡Desde nuestra perspectiva es un verdadero escándalo!
Por regla general, en las parábolas, el rey, el señor, el propietario no es otro que el mismo Jesús, Dios mismo. Así que la pregunta queda como: “¿Es injusto Dios?”
¿QUÉ QUIERE ENSEÑARNOS ESTA HISTORIA?
La clave de esta historia se encuentra en la propia introducción de la parábola:
“El reino de los cielos es semejante a…”
Esta historia no es acerca de trabajo real ni de pago real; es acerca de la entrada al Reino de Dios hoy, y acerca del juicio final de Dios. La entrada al reino de Dios no depende de cuántas buenas obras hayamos hecho ni cuán buenos hayamos sido; es un regalo de Dios. Es la manera de Dios de proveer o de darnos la vida eterna. La eternidad es un regalo de Dios a todos los hijos de Dios de la raza humana que no se la merecen. La gracia, la maravillosa gracia de Dios, es la enseñanza de esta historia. Ninguno es merecedor de la gran suma de un denario por un día de trabajo. Es otorgado por la generosidad del propietario a aquellos que se dan cuenta que no han traído nada a la mesa de negociación de la salvación, excepto su profunda necesidad de la gracia de Dios. Los que están en la plaza o en el mercado a las 17:00 están más dispuestos a aceptar esta gracia, y tienen plena conciencia de su incapacidad como trabajadores. Porque todos hemos pecado, y nos hemos quedados cortos para alcanzar la gloria de Dios (cf.: Romanos 3:23).
En ese sentido, Dios es injusto en lo que concierne a la vida eterna …
Si ser justo significa darnos o tratarnos como cada uno de nostotros merece, ¿cómo nos iría si Dios nos recompensara teniendo en cuenta:
- Nuestras promesas rotas;
- La dureza de nuestros corazones;
- Nuestra insensibilidad hacia las necesidades de los demás;
- Nuestros prejuicios y nuestro orgullo;
- Nuestros pensamientos y motivaciones impuros;
- Nuestra envidia y celos?
SÍ – Dios es injusto – ¡y debemos regocijarnos por esa injusticia! Porque Él no nos trata como nosotros merecemos ser tratados.
SALMOS 103:8-13
“Compasivo y clemente es el Señor, lento para enojarse, y grande en amor.
“No siempre reprende, ni guarda el enojo para siempre.
“No nos trata como merecen nuestras iniquidades, ni nos paga conforme a nuestros pecados.
“Como es más alto el cielo que la tierra, así de grande es su inmenso amor hacia quien lo reverencia.
“Cuanto dista el oriente del occidente, tanto alejó de nosotros nuestros pecados.
“Como el padre se compadece de sus hijos, el Señor se compadece de los que lo reverencian.”
ISAÍAS 53:5, 6
“Pero Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos sanados. Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se desvió por su camino, pero el Señor cargó sobre Él el pecado de todos nosotros.”
EFESIOS 2:8-9
“Porque por gracia habéis sido salvos por la fe. Y esto no proviene de nosotros, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe.”
EL DESEADO DE TODAS LAS GENTES, p. 16
“Cristo fue tratado como nosotros merecemos a fin de que nosotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fue condenado por nuestros pecados, en los que no habáa participado, a fin de que nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no habíamos participado. Él sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudiésemos recibir la vida suya. ‘Por su llaga fuimos nosotros curados.’”
Todos hemos pecado.
Estamos en bancarrota espiritual.
Cristo murió como sustituto nuestro.
Tenemos que creerlo, admitirlo, aceptarlo y confiar en ello.
“Pero a todos los que lo recibieron, a los que creyeron en su Nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos nacieron, no de sangre, ni por el impulso de la carne, ni por el deseo de un varón, sino de Dios.” (Juan 1:12-13)
El resultado es una transformación espiritual por el espíritu Santo.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. Las cosas viejas pasaron, todo es nuevo. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. Porque Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no atribuyendo a los hombres sus pecados. Y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. (2 Corintios 5:17-19)
“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios se ha acercado ¡Arrepentíos, y creed en el evangelio.’” (Marcos 1:14-15)
CONCLUSIÓN
(Inserte aquí su experiencia personal, o utilice la historia de Blondin)
Se cuenta la historia de Blondin, un funámbulo francés que anunció que iba a extender un cable sobre la garganta de las Cataratas del Niágara, desde Canadá hasta Estados Unidos, para cruzar de un lado a otro. A ambos lados se reunieron grandes multitudes, y la prensa. Al cruzar la primera vez, las multitudes le aplaudieron y vitorearon, y decían que él era el funámbulo más grandioso. Entonces Blondin tomó una bicicleta especial, que tenía una ranura particular en las ruedas, y pedaleó hasta el otro lado. Una vez más las multitudes encantadas con él, repetían su nombre en sonsonete. Entonces Blondin tomó una carretilla, y la empujó sobre el cable. Esta vez, las multitudes enloquecieron, y decía que no había nada que él no pudiera hacer. Blondin entonces pidió silencio, y preguntó si ellos pensaban que él podía cruzar el cable sobre las Cataratas con una persona sentada en la carretilla. Exaltados, gritaban que no había duda de que él podía realizar tal hazaña. Entonces Blondin, pidiendo silencio nuevamente, solicitó un voluntario. Hubo silencio en la multitud; pero no apareció ningún voluntario.
En la persona de Jesús, el Reino de Dios se ha acercado a nosotros; está a las puertas.
Jesús nos dice a cada uno de nosotros: “Está al alcance – ¡Arrepentíos y creed! – YO os voy a llevar al otro lado. Os ofrezco gracia, perdón, una nueva clase de vida con sentido y propósito en el presente, y como vuestro Abogado en el Juicio Final, un Reino glorioso y eterno cuando YO vuelva muy pronto a llevar a mi pueblo a casa.”
LLAMADO
¿Qué se interpone en tu camino? ¿Qué te impide entrar en el reino de Dios hoy?
PREGUNTAS PARA COMENTAR
2. ¿Cuál sería la base o el fundamento para tu respuesta a esa pregunta?
3. ¿Por qué crees que los trabajadores de la parábola se enfadaron con el propietario?
4. ¿Crees que habrá personas enfadadas como ellos cuando Jesús vuelva? ¿Por qué?
5. Si verdaderamente somos salvados por gracia, ¿qué lugar ocupan el servicio a Dios, el desarrollo del carácter y la obediencia en el plan de Dios para salvarnos a nosotros y al mundo?
¡Excelente tema y muy buena explicacion! ¡Ricas bendiciones para todos!