Foto: (cc) Flickr/bengrey. Esquina: Norbert Zens.
Resulta interesante saber que los científicos han estado ocupados durante un tiempo intentando responder esta pregunta: ¿Hay relación entre el dinero y la felicidad? En un estudio de la La Escuela de Negocios Harvard (Estados Unidos) y la Universidad de Columbia Británica (Canadá) los científicos han llegado a una conclusión interesante: Han descubierto que la felicidad, o alegría, a la hora de gastar dinero aumenta cuando se emplea en regalarlo o gastarlo en beneficio de terceras personas.
En un experimento, los investigadores entregaron la misma cantidad de dinero a dos grupos de estudiantes. Mientras que a un grupo se le indicó que se gastaran el dinero en sí mismos, el segundo grupo recibió instrucciones para gastarlo en favor de terceros. Al final del experimento, los investigadores interrogaron a los estudiantes, y descubrieron que el grupo que había gastado el dinero para una tercera persona había experimentado de forma notable mayor felicidad que los miembros del grupo al que se le permitió gastarlo en sí mismos.
Creo que es un eco de una experiencia que todos hemos vivido muchas veces, y que se resume en Hechos 20:35: “Más bienaventurado es dar que recibir”. La palabra griega traducida aquí como “bienaventurado” es la misma que usó Jesús en el Sermón del Monte y que se aplica a las bienaventuranzas: makarios. “Bienaventurados los que…” ¡Dar trae gozo! Pero, ¿qué es lo que constituye el gozo de dar? Dar nos ayuda a dejar de mirarnos a nosotros mismos y mirar a alguien más. Dar expresa particularmente bien la naturaleza de Dios. La dadivosidad es un elemento importante de la naturaleza de Dios: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su hijo unigénito…” (Juan 3:16). Nuestra generosidad revela también la realidad de nuestra relación con Dios. Reconocemos que hemos recibido lo que estamos dando, y que deseamos invertirlo de acuerdo a la voluntad divina.
Todos conocemos la bendición prometida en Malaquías 3:10 “Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
Normalmente citamos este texto relacionándolo con las bendiciones resultantes de la fidelidad en el diezmo. Resulta interesante también saber que Arthur C. Brooks, un científico americano especializado en temas sociales, ha descubierto una relación empírica entre la generosidad y el incremento de la fortuna propia después de haber compartido.
Paradójicamente, se ha descubierto que la fortuna de las personas se incrementa a pesar de haber estado dando a otros. Los psicólogos lo explica de la siguiente manera: al dar para una causa de la que se está convencido que es correcta, el donante participa, por así decirlo, en la solución del problema. Esto incrementa la autoconfianza del dador en sí mismo entendiendo que puede resolver satisfactoriamente los problemas de alguien más; y así, a cambio, puede ejercitar una influencia positiva sobre la situación financiera.
Al dar también expresamos nuestra confianza en el cuidado de Dios por nosotros. Vivimos y experimentamos nuestra generosidad cuando dejamos de construir “grandes graneros” (véase Lucas 12:18), y priorizamos las necesidades de otras personas. Todo esto tiene una dimensión espiritual. Ellen G. White escribió en Consejos sobre Mayordomía Cristiana p. 53.2: “La prosperidad espiritual está estrechamente ligada con la liberalidad cristiana. Anhelad tan sólo la exaltación que produce la imitación de la beneficencia divina del Redentor. Tenéis la preciosa seguridad de que vuestro tesoro va delante de vosotros a los recintos celestiales” (véase Lucas 12:33b). ¡Qué privilegio poder imitar a Dios también en su reino! Dios experimenta gozo cuando da, y nos invita a participar de su gozo. Al interiorizar de esta manera la naturaleza de Dios, nos transformamos a su semejanza; después de todo, este es el objetivo de nuestra fe.
Las ofrendas que se recogen al final de la semana de oración serán usadas exclusivamente para costear proyectos misioneros que pertenecen al programa de Misión Global. Normalmente incluyen proyectos que no son implantados por pastores, sino por miembros de iglesia, en cooperación con una “iglesia madre” o con las asociaciones (o uniones de iglesia) correspondientes.
Se hará especial énfasis como nunca antes en lo que se llama la “Ventana 10/40”, es decir, el territorio comprendido entre las latitudes 10º y 40º, desde el Norte de África hasta Asia Oriental. Los habitantes de este territorio pertenecen a los países más pobres del mundo, y muchos de ellos jamás han oído el nombre de Jesús.
Pero trabajar en las grandes ciudades se ha convertido en algo cada vez más importante. Particularmente en Asia y en el Próximo Oriente se pueden encontrar ciudades con millones de habitantes, en los que no hay ni una sola Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los dirigentes de la Iglesia han decidido hacer del trabajo en esas ciudades una parte esencial de las actividades misioneras.
También en el territorio de nuestra división, la Inter-Europea, hay varios proyectos misioneros costeados por Misión Global. El año pasado se hizo especial énfasis en los proyectos de España, Rumanía, Italia, y también en Alemania. Por ejemplo, se lanzaron varios proyectos en Alemania para alcanzar a los ciudadanos musulmanes con el Evangelio.
Me gustaría agradecer desde aquí a todos nuestros amigos, hermanos y hermanas que han hecho posible la implementación de estos proyectos a través de sus ofrendas de la semana de oración. Las ofrendas de la semana de oración de 2013 en todo el mundo alcanzaron la cifra de 3,3 millones de Euros, es decir, un 13% más que el año anterior. En la División Inter-Europea, las ofrendas de la semana de oración de 2013, en comparación con el año anterior, bajaron un 3% hasta la cantidad de 1,1 millones de Euros. Como División Inter-Europea, debemos ver esto de cara al futuro entendiendo que se necesita más información sobre el uso hecho con las ofrendas para las misiones, de modo que se pueda mostrar claramente a todas las amistades, hermanos y hermanas de iglesia que aportaron sus ofrendas para apoyar nuestra misión mundial, que las ofrendas realmente suponen una gran diferencia allá donde se necesitan.
Estimados amigos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, apreciados hermanos y hermanas, os deseo que experimentéis de forma particular las bendiciones de Dios, y que puedan dar fe nuevamente de “cómo todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 Pedro 1:3-4).