¿Quieres ser un líder de iglesia? Considera algunas cualidades espirituales definitorias que el libro de los Hechos enumera como importantes al elegir a un posible líder de iglesia. Estas cualidades incluyen tener una experiencia personal con Jesús; ser testigos de su resurrección; ser de buena reputación; y ser llenos del Espíritu, sabiduría y fe (ver Hechos 1:21-26; 6:3-5; 11:24).
1. Experiencia personal con Jesús
Una experiencia personal con Jesús es la primera y más importante cualidad que se espera de un líder de iglesia. Para llenar la vacante dejada por la tragedia de Judas, los discípulos se convencieron de que necesitaban una persona que hubiera conocido al Señor mientras «entraba y salía entre nosotros» (Hechos 1:21).[1] La teología, cultura, erudición, habilidad de gestión, encanto personal y persuasión eran habilidades que la iglesia podría haber usado en su administración, pero ninguna de ellas podría haber reemplazado el conocer a Jesús personalmente, de corazón a corazón, de mente a mente, uno a uno.
La persona tenía que ser compañera de Jesús antes de poder convertirse en líder de su rebaño. Un potencial líder debía haber sido testigo de Jesús «desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba» (v. 22). El Jesús completo. Nada menos.
Testigo
Por «testigo», se entendía, no simplemente ser espectadores de los maravillosos eventos en la vida y el ministerio de Jesús, sino tener una identificación personal y sin reservas con ese ministerio y ese llamado:
- En el Jordán, para iniciar un voto bautismal de obediencia al Padre.
- En Nazaret, para proclamar la libertad a los pobres y oprimidos.
- En Caná, para tender una mano amiga a una necesidad urgente.
- Con Nicodemo, para hablar del nuevo nacimiento.
- Con la mujer del pozo samaritano, para ayudar a derribar un muro.
- Con los leprosos, los ciegos y los muertos para mostrar que Dios es el Dios de la esperanza y el heraldo de la vida nueva.
- En el servicio de la comunión, para ceñir los lomos en servicio.
- En Getsemaní, para descubrir el cáliz de la voluntad de Dios.
- En la cruz, para testificar sobre la reconciliación y la redención.
- En el sepulcro vacío, para proclamar al Señor vivo.
- En la ascensión, para aceptar una misión global, experimentar el poder del Sumo Sacerdote celestial y esperar la Segunda Venida.
2. «Testigo de su resurrección»(Hechos 1:22)
Esta es otra cualidad que la iglesia debe buscar en su liderazgo. La resurrección no puede aislarse de la cruz. La cruz reivindica el plan redentor de Dios sobre el pecado, y la resurrección ofrece la esperanza de la novedad. No se puede ser cristiano, y mucho menos líder cristiano, sin experimentar el poder de la cruz y del sepulcro vacío. Incluso tan solo unas pocas semanas después del fin de semana de la crucifixión, los discípulos insistieron en esta afirmación del Señor crucificado y resucitado como algo esencial para el discipulado cristiano. Dar testimonio de la resurrección, como escribió más tarde el apóstol Pablo, es imperativo para ser un proclamador del evangelio (1 Corintios 15:8-15).
Dar tal testimonio no significa solamente veracidad teológica o certeza doctrinal. Los incluye, pero más aún exige que los líderes cristianos caminen con Jesús diariamente, que hablen con él, que le supliquen por sí mismos y por los demás, y que experimenten el poder mediador del Sumo Sacerdote celestial. Los líderes cristianos no pueden ser menos que esto.
3. «De buen testimonio» (Hechos 6:3-5)
La buena reputación es una cualidad en la que la iglesia apostólica insistía en la elección de sus líderes. Vemos esto en el nombramiento de diáconos para atender las necesidades rutinarias de la iglesia de Jerusalén (Hechos 6:1-7), y en la selección de Bernabé (Hechos 11:24, 25) para investigar los acontecimientos milagrosos en Antioquía y para dirigir la iglesia allí. En ambos casos, la iglesia quería personas buenas y de confianza. Las pautas de selección definían la bondad de dos maneras que la iglesia de hoy estaría en riesgo si ignorara.
Primero, bondad significaba «de buena reputación» como personas íntegras. Su trabajo requería el manejo de dinero: los diáconos de Jerusalén estaban a cargo del cuidado de los necesitados (Hechos 6:1-7); Bernabé y Pablo fueron enviados a llevar fondos desde Antioquía para los pobres de Judea (Hechos 11:29-30). Los líderes no pueden darse el lujo de ser descuidados con su propia integridad.
En segundo lugar, la bondad requería equidad: tratar con todos los segmentos de la iglesia en pie de igualdad, sin hacer distinción entre razas ni etnias, ni género ni tribu, ni en Jerusalén, ni en Antioquía. Bernabé era tan bueno en esto que la iglesia de Antioquía fue quizás el primer cuerpo corporativo en derribar todas las paredes de separación; como resultado, creció en grandes proporciones; fue allí que nació el nombre cristianos (Hechos 11:26). De hecho, Antioquía lanzó la primera misión global de la iglesia cristiana.
Cuando tenemos líderes que son honestos y justos, cariñosos y compasivos, «con su prudente administración y piadoso ejemplo»[2], el crecimiento de iglesia se desarrolla solo.
4. «Llenos del Espíritu Santo y de fe» (Hechos 6:3; 11:24).
Este es otro elemento que la iglesia primitiva buscaba en su liderazgo. Estos términos no describen un proceso político, sino una madurez espiritual, no un anhelo de poder, sino una sumisión a un llamado más alto, no una competencia por puestos en la administración, sino la voluntad de ser usados por el Espíritu como mediadores de su gracia. Un líder cristiano está dispuesto a ser guiado por el Espíritu a lo largo del camino y en cada bifurcación donde el camino se divide.
Ese líder cristiano espera de rodillas por claridad acerca de la tarea y por poder para llevarla a cabo. Un líder cristiano tiene la sabiduría para distinguir entre lo esencial y lo periférico, entre las compulsiones del Reino y lo que concierne a sí mismo, entre las personas y las cosas. Finalmente, un líder cristiano está lleno de fe en Dios y en los demás, y manifiesta la gracia de perdonar, la capacidad de empoderar a los demás y la generosidad de ser inclusivo.
Autor: John M. Fowler, Doctorado en Educación en la Universidad Andrews (Míchigan) y Maestría en Ciencias en la Universidad de Siracusa. Es editor de Diálogo.
Notas y referencias
[1] Todas las referencias bíblicas provienen de la versión Reina-Valera 1960.
Elena G. White, Los hechos de los apóstoles (Mountain View, California: Pacific Press, 1957), 73.
Publicación original: «¿Quieres ser un líder de la iglesia?», Diálogo 35:1 (2023): 3-4