Francisco es una persona encantadora, pero la cuestión aquí no es si él tiene una personalidad agradable. Definitivamente, el Papa Francisco ha captado nuestra atención. La profecía bíblica dijo que este sería el caso (Apocalipsis 13:3). Pero, ¿por qué?
¿Cuál es la importancia de su influencia y por qué tiene esta masiva influencia a primera instancia? Incluso los ateos declarados han asaltado Internet con comentarios sobre su asombro ante el complaciente Papa argentino:
“Soy un ateo, incluso yo mismo tengo respeto por este tipo. Si puede hacer que los cristianos actúen como cristianos de verdad, quizá no tendría un problema tan serio con la religión ‘organizada.” — John S.
“Soy ateo y no creo, pero me encanta este nuevo Papa, a los papas se les coloca en un pedestal y parecen intocables, este papa, desde que fue nombrado, ha sido una persona de gentes. Casi puedes sentir su amor irradiando desde su persona. Por lo tanto, de humano a humano, muestra gran compasión y humildad. Me encanta.” — Sarah, Britain
“No creo en Dios. Pero este tipo, como ser humano, mola.”— Ironhand43
Acabo de leer todo el discurso que dio el Papa Francisco delante del congreso el pasado 24 de septiembre y puedo ver por qué le gusta a todo el mundo. Aboga por la “responsabilidad social y personal” y “la dignidad trascendente del ser humano”, seguido por una impresionante lista de objetivos y aspiraciones excelentes:
- “Satisfacer las necesidades comunes… especialmente de aquellos en situación de gran vulnerabilidad y riesgo”.
- “Combatir la violencia perpetrada en nombre de la religión, una ideología o sistema económico, mientras se proteja la libertad religiosa, intelectual y libertades individuales”.
- Repartir “esperanza y sanación… paz y justicia”.
- “Aspirar a la restauración de las personas, corrigiendo errores, manteniendo compromisos, y por lo tanto, promoviendo el bienestar de los individuos y pueblos”.
- Mantener el “respeto por nuestras diferencias y nuestras convicciones de conciencia”.
- Implicarnos en la “batalla para eliminar las nuevas formas globales de esclavitud, nacidas de graves injusticias que pueden vencerse solamente a través de nuevas políticas y nuevas formas de consenso social”.
- “Vivir lo más noble y justamente posible, mientras educamos nuevas generaciones a no volver su espalda hacia nuestros prójimos”.
- Responder a la actual “crisis de refugiados” con la Regla de Oro: “Haz a los demás como te harían a ti”.
- “Sacar a las personas de la extrema pobreza”.
- Perseguir “el uso correcto de los recursos naturales, la aplicación correcta de la tecnología y el uso del espíritu emprendedor” que “son elementos esenciales para una economía que busca ser moderna, inclusiva y sostenible”.
- Parar la venta de “armas mortíferas … a aquellos que planean infligir sufrimiento indescriptible sobre individuos y la sociedad,” de la que dijo que se hace “simplemente por dinero, dinero que está empapado en sangre, a menudo sangre inocente”.
¿Hay algo que no sea aceptable?
Bueno, hay algo que se intuye en su discurso que tiene un problema potencial. Cuatro veces afirmó que el camino hacia adelante en nuestro mundo caótico es pasando por la “actividad legislativa” o “a través de la ley”.
Esto es parcialmente verdad y parcialmente no lo es. La legislación tiene sus límites. Simplemente, ¿cuáles son las cosas que pueden ser aceptablemente impuestas por ley? El Papa Francisco no nos ofrece ninguna pista sobre dónde, según él, se debería esbozar esa legislación. Pero cuando un Papa habla sobre legislación, nosotros los protestantes, de forma comprensible, respiramos hondo y estamos a la espera de ‘qué vendrá después’, porque la Iglesia Católica Romana tiene un historial realmente malo cuando se trata de ejercer poder civil.
Por ahora, el Papa sólo está hablando a favor de causas buenas y que merezcan la pena, el hombre es tremendamente encantador. Parece que podría ser una persona divertida con la que pasar el día simplemente relajándose, riendo y pasar el rato en una gran comida amistosa en un cenador comiendo un pastel y helado. El asunto es, que a pesar de todo, es el Papa de Roma, y que tal cargo sigue siendo el mismo a los precedentes históricos e ideológicos en sustancia, que descarta el fácil disfrute de un pastel y helado.
Así que, alejémonos un poco para tomar perspectiva.
Cuando se trata de grandes temas que abarcan grandes extensiones de la historia y la intersección dinámica mundial, es útil dar un paso atrás y considerar el cuadro completo. A veces es vital que demos un paso atrás para poder examinar la corteza de los árboles y echar un vistazo al bosque como un todo. Aquí hay una breve recapitulación de la historia que nos ha traído hasta donde estamos en este momento mientras que el Papa Francisco está en pie delante de nosotros con su agradable sonrisa.
Uno: Jesús y su Iglesia
Jesús vino a nuestro mundo y fundó Su Iglesia sobre el principio del amor no coercitivo. En el lenguaje popular de sus días, llamó al núcleo de esta dinámica relacional “ágape”. Al describir al máximo posible este principio, Jesús dijo: “De tal manera amó (agapaō) Dios al mundo que dio a su hijo unigénito, para que todo el que en él crea no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
La generosidad define de forma absoluta la existencia de Dios
En la cruz Dios se dio a sí mismo al punto de sufrir y morir para demostrar su amor por nosotros, y este amor es el poder, el único poder, que ejerce para nuestra salvación. La cruz revela que Dios está únicamente interesado en atraer a la humanidad hacia sí mismo por el poder atrayente de su amor. Por el contrario, no está interesado en conseguirlo bajo presión coercitiva. Aplicando el principio del amor no coercitivo en las relaciones humanas en general y a las relaciones en la iglesia en particular, Jesús dijo: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos“ (Mateo 20:25-28).
Esto es lo que Jesús pretendió que fuese su iglesia, lo que a él le hubiese gustado que fuese y cómo le habría gustado que trabajase, por lo tanto es la forma que le habría gustado que el mundo conociese su carácter a través de su cuerpo organizado.
Jesús es decididamente pro-libertad y anti-imposición. Su vida, muerte y enseñanzas ponen de manifiesto un sistema de relaciones caracterizado por un poder bajo la dinámica de las relaciones más que un poder por encima de las formas de relacionarse. Su reino está diametralmente opuesto a la imposición teológica, emocional o coerción civil sobre los seres humanos en asuntos que pertenecen a la relación individual con Dios.
Después de la ascensión de Jesús, habiendo establecido su iglesia sobre la premisa de lo que podríamos llamar la dinámica de relaciones amor-libertad, sus discípulos avanzaron el peculiar reino al revés de dos formas: (a) predicando el evangelio, o las buenas nuevas de un Dios de amor no coercitivo como la única base legítima para la relación humana con Dios, y (b) viviendo su amor en la iglesia como una comunidad de compromiso, significando que hombres y mujeres sólo se reunían en la iglesia bajo la premisa de una respuesta voluntaria al amor de Dios. La iglesia no tenía que ser un sistema civil imponiendo sus creencias por medio de leyes, sino un sistema de compromiso demostrando la belleza atractiva del carácter de Dios como una invitación a la que todos somos libres de decir “sí” o “no”.
Dos: El Imperio Romano Pagano
Mientras que la iglesia del Nuevo Testamento se iba estableciendo, había una estructura de poder que prevalecía que quedaba en severo contraste: el Imperio Romano pagano. El principio más básico que se mostraba en el sistema era la coerción en forma de ley civil, presión económica, y fuerza militar. La conciencia individual era irrelevante. Todo lo que importaba era la sumisión a la estructura de poder prevaleciente bajo amenaza de daños.
La religión en el sistema pagano simplemente servía al imperio como una forma más de coerción, manipulando al pueblo a nivel emocional. Dios era una táctica terrorífica, retratado en términos de un poder supremo gobernante al que todos deben someterse o sufrir.
Según el libro de Daniel, el Imperio Romano nació como la culminación religioso-política de Babilonia, Medo-Persia y Grecia (Daniel 7). En la trayectoria histórica de estos tres imperios, Roma surgió como el parangón de la imagen pagana de Dios. Roma era sencillamente la manifestación colosal de lo que una estructura de gobierno llega a ser cuando se forma en la premisa de un Dios que gobierna por medios coercitivos en vez del amor, justificando el gobierno de la vida humana bajo el mismo carácter. En un sistema así, el emperador romano era presentado a la gente como la manifestación visible de un Dios que gobierna en los asuntos humanos — Pontifex Maximus. De este modo, en Roma, el poder civil y el religioso estaban unidos en un único oficio.
Tres: Pablo predice la gran apostasía
Mientras que Jesús establece su iglesia sobre el fundamento del amor, el apóstol Pablo advirtió que el sistema romano, con su imagen de Dios basada en el ejercicio del poder, invadiría la iglesia.
En 2 Tesalonicenses 2, el apóstol describió este cambio histórico por venir como la “apostasía”. En la iglesia cristiana, habría una apostasía, un “caer del alto principio” del amor sobre el que Cristo había fundado su iglesia. Un cambio fundamental ocurriría en la percepción de la iglesia sobre cómo ejercer el poder.
Entonces, Pablo pasó de emplear el lenguaje general de apostasía corporativa y describió una figura singular como la cabeza de esa apostasía — “el hombre de pecado … el hijo de perdición … el sin ley.”
En el pensamiento de Pablo, de acuerdo con toda la Escritura, la “ley” de Dios es “amor” (Romanos 13:10). El “sin ley” (inicuo) es, por lo tanto, un líder religioso que subvierte la lealtad a la ley de Dios y gobierna con formas de poder que son contrarios al amor.
La configuración específica que tomaría la apostasía estaba clara en la mente de Pablo. “El sin ley,” explicó, será una figura impuesta “quien se opone y exalta a sí mismo sobre todo lo que se llama Dios o es adorado, de modo que se sienta como Dios en el templo de Dios, mostrándose a sí mismo que él es Dios.” La apostasía se centraría en un hombre poniéndose a sí mismo en el lugar de Dios en la tierra, en el escenario de un “templo”, o sistema religioso.
Con claridad profética, Pablo vio que la apostasía estaba llegando, pero también discernió que el núcleo principal del sistema “ya está operando” en el entonces existente Imperio Romano pagano con sus césares dominantes. Y mientras Pablo vio que la apostasía de la iglesia se aproximaba como un desarrollo histórico en el futuro respecto su tiempo, describió al Imperio Romano como “el que ahora lo retiene” y continuaría “haciéndolo hasta que sea quitado del camino. Entonces, el “sin ley” sería revelado.” En otras palabras, Pablo vio que la Gran Apostasía Cristiana involucraría esencialmente el establecimiento de una forma caída de cristianismo ocupando el lugar del Imperio Romano, ejerciendo su poder pagano en el nombre de Cristo.
Pablo resume entonces su profecía con estas palabras reveladoras: “El malvado vendrá, por obra de Satanás, con toda clase de milagros, señales y prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad y así ser salvos.” (2 Tesalonicenses 2:9-10, NVI).
“Por obra de Satanás” es un término que encapsula las dos formas principales en las que el diablo opera para agrandar su reino: engaño y coerción. Mientras que el reino de Jesús sólo avanza por medio de la verdad y el amor, Pablo dice que el sistema de Satanás se revela en “toda clase de milagros, señales y prodigios falsos” y “engañará a los que se pierden por haberse negado a amar la verdad.”
Y esto es precisamente lo que ocurrió. Una vez que los apóstoles salieron de escena, tuvo lugar un proceso gradual de compromiso al punto de tener éxito romanizando la iglesia cristiana.
Cuatro: Supremacía papal
Hacia el siglo IV después de Cristo, la comunidad del pacto del amor ágape se estaba convirtiendo en la “cristiandad”, la religión oficial del estado. En el año 312, el emperador romano Constantino el Grande, profesó su conversión a Cristo. Acercándose a la batalla del Puente Milvio, Constantino vio una cruz de luz por encima del sol de mediodía con las brillantes palabras griegas: Ἐν Τούτῳ Νίκα — En su señal, ¡conquista!
Allí hubo un mensaje sobrenatural ordenando al emperador romano a involucrarse con toda la fuerza de su violento ejército en la explotación en el nombre de Cristo. Claramente ese mensaje no provenía de Jesús quien fue colgado en la cruz del Calvario por amor que se sacrifica por los demás. El poder civil ahora había sido hecho el el reino del cristianismo. En vez de adoptar el espíritu de sacrificio y los principios del reino de Cristo, Constantino esencialmente bautizó su ejército con sus armas en la mano, dejando intacta una imagen pagana de un Dios coercitivo, pero que ahora se llamaba Jesús.
El famoso Jesús, de hecho, ya no era más Jesús, sino un falso dios enmascarado en su lugar. El nombre de Jesús había sido secuestrado con fines políticos y militares.
Durante el siglo VI, el Imperio Romano el Imperio Romano fue derribado dejando un enorme vacío de poder. Por entonces, la cristiandad romanizada era la religión prevaleciente del Imperio. La iglesia oficial era poco más que una capa de lenguaje cristiano cubriendo la sustancia interna del paganismo. El nombre de Jesús estaba en los labios de la iglesia, mientras que una oscura imagen teológica de Dios en forma de un poderoso emperador romano era entronizado en el corazón de la iglesia.
Justiniano, el emperador romano, promulgó un decreto en el año 538 d.C. haciendo del Papa el gobernador supremo en todos los asuntos religiosos. Se entregaba de este modo al Papa el uso del poder civil para forzar las enseñanzas de la iglesia. Por el gobierno de la ley y bajo amenaza de castigo, todos debían cumplir con los dictados del Papa como el infalible Vicario de Cristo sobre la Tierra.
¡Y con esta simple maniobra política, comenzó el largo, oscuro, sangriento reinado de la supremacía papal!
Con un crucifijo en una mano y con una espada en la otra, Jesús era ahora representado por una maquinaria despiadada de matar con un alcance geográfico y longevidad histórica que no ha sido superada por ningún otro poder en la historia. Durante la Edad Media, la iglesia torturó y asesinó varios millones de seres humanos quienes se atrevieron a pensar por sí mismos e imaginaron a un Dios mejor. En la mente corporativa del mundo, el nombre de Cristo llegó a ser sinónimo de esclavitud, codicia, crueldad y muerte.
Daniel predijo que el sistema papal ejercería su poder con dos características principales: “Hablará en contra del Altísimo y oprimirá a sus santos; tratará de cambiar las festividades y también las leyes, y los santos quedarán bajo su poder durante tres años y medio” (Daniel 7:25, NVI).
El papado hablaría “grandes palabras contra el Altísimo”, no como un oponente abierto contra Dios, sino como un enemigo encubierto de Dios reclamando ser su único representante en la Tierra. El papado difamaría el carácter de Dios construyendo un sistema doctrinal falso que representaría a Dios como un monstruo coercitivo cuya ira debe ser apaciguada por cualquier obra que la iglesia pueda dictar, o al menos pagar dinero a la iglesia a cambio del perdón de Dios o para restar minutos, horas, días o incluso años de tortura en el purgatorio de los seres queridos fallecidos.
Además de las “grandes palabras” de distorsión teológica “contra” el carácter del “Altísimo” — que esencialmente era lo mismo que un poderoso sistema de doctrinas y coerción emocional — la iglesia reforzó su teología a través de la legislación civil. Esto significó que la iglesia podía legalmente castigar a todos aquellos que considerase disidentes y heréticos — cualquiera que creyese que Dios era mejor que la imagen que el papado estaba dibujando. Y esos castigos corrieron toda la gama desde la excomulgación y multas hasta la tortura y la ejecución.
Mientras que la iglesia tuviese poder civil y legislativo, no había forma de parar su cruel carrera criminal de coerción en el nombre de Cristo. Pero la historia estaba destinada a dar un cambio hacia la libertad.
Cinco: El Evangelio en forma de documento legal
Como se había predicho en la profecía Bíblica, el largo y oscuro reino de la supremacía papal frenó de golpe durante la Revolución Francesa. En 1798, el general francés Louis Alexandre Berthier, bajo la autoridad de Napoleón, destronó y encarceló al Papa Pío VI. Tras 1.260 años de ostentación de poder político absoluto, la autoridad civil y legislativa del papado había llegado a su fin. El apóstol Juan, en Apocalipsis 13, predijo este evento como la “herida mortal” sobre el papado.
Antes de la Revolución Frances (1789–1799) tuvo lugar la Revolución Americana (1765-1783). El mundo estaba inmerso en una agitación violenta, dirigido por una determinación de echar fuera toda estructura de poder coercitivo y por un hambre insaciable de libertad religiosa y política. La Revolución Americana era esencialmente el resultado enredado pero inevitable de la revolución teológica puesta en marcha por Jesús. El principio del amor no coercitivo personificado en Cristo ahora estaba tomando forma de un sistema político. Surge una nueva nación que se atrevió a consagrar la verdad de la libertad innata de la humanidad en sus documentos de gobierno:
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad” (Declaración de Independencia).
“El Congreso no legislará respecto al establecimiento de una religión o a la prohibición del libre ejercicio de la misma; ni impondrá obstáculos a la libertad de expresión o de la prensa; ni coartará el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al gobierno la reparación de agravios” (Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos).
El genio revolucionario de esta valiente nueva aventura era sencillamente este: ¡La ley del país es que no había ley del país para controlar la conciencia!
La constitución de los Estados Unidos declaró como ley que el gobierno existe con el propósito de asegurar que todos sus ciudadanos permanecen sin gobierno a nivel de su conciencia. El ser humano tenía que ser dejado completamente libre (sin coerción) en asuntos relacionados con Dios. No se podía permitir a ningún rey o Papa ejercitar control sobre el sistema de creencias de ninguna persona. Cada ser humano tenía que ser considerado como un agente libre autogobernado y capaz de relacionarse de forma individual con Dios.
Por lo tanto, con la interferencia de una religión dictada por el estado fuera del camino, hombres y mujeres podrían examinar las declaraciones de Cristo puramente en sus méritos y su carácter. La convicción religiosa podría ahora tener acceso a la conciencia apelando a la naturaleza racional, emocional, y social del ser humano.
Seis: El Papa Francisco
Entonces, ¿qué hacemos con el actual Papa?
Según veo, podemos hacer dos cosas:
- Sonreír y decir “amén” en respuesta a todas las buenas cosas que está adelantando.
- Y entender que debajo de la superficie, la sustancia histórica, política y teológica del oficio que desempeña permanece intacto en cualquier grado significativo. La doctrina papal aún sostiene que la Iglesia Católica es la única puerta hacia la salvación y que el papa es el Vicario supremo, infalible de Cristo en la Tierra.
Sí, el Papa Francisco es encantador y una persona agradable. Pero la pregunta no debe ser si el Papa tiene una personalidad agradable o no. Más aún, la pregunta debería ser siempre: ¿qué representa como el hombre que ocupa el trono papal y cuál es el fin último al que pretende llegar la estructura de poder papal?Es el oficio papal (papado) y su teología subyacente de poder lo que nos debe preocupar. Y a ese nivel, no ha cambiado nada sustancialmente.
Las doctrinas de penitencias, indulgencias, transubstanciación, la veneración de los santos, purgatorio, tormento eterno, y salvación solo en la Iglesia Católica, todo cubierto con la capa doctrinal de la infalibilidad papal, sigue siendo el núcleo teológico oscuro del sistema. La teología papal es fundamentalmente un montaje que desdibuja el carácter de Dios, lo que significa que es pagano, o basado en la coerción, en su sustancia elemental.
El Papa no es un mero líder religioso, ocupa un trono político como líder religioso. Y la unión de estos dos reinados en el oficio papal — iglesia y estado — deja al sistema inherentemente incompatible con el evangelio de Cristo y en contra de la Constitución de los Estados Unidos de América.
Y ese es el punto.
La personalidad del hombre está al lado del punto. Él, como cada uno de nosotros, es un ser humano por quien Jesús murió. Si el antiguo rey de Babilonia, Nabucodonosor, pudo llegar a conocer y amar al Dios verdadero y único, seguramente el Papa también puede.
Respecto lo que hay en el corazón del Papa Francisco, no lo podemos saber. Pueda Dios abrir sus ojos para ver que ningún ser humano puede legítimamente ocupar un trono político-religioso en el nombre de Jesús.
Hasta qué punto el papa está trabajando conscientemente por los objetivos que subyacen en la doctrina católica está más allá de nuestro juicio. Lo que sí podemos saber con seguridad es que todas las formas de poder que se imponen sobre la conciencia — dondequiera se manifieste — son anticristo por definición, porque son contrarias al amor por definición, dado que “Dios es amor” (1 Juan 4:16).
Lo que nos trae al punto real que necesitamos marcar si algo de esto es realmente significativo en absoluto.
Siete: Tú y yo
El tema de fondo para ti y para mí no es qué está pasando por el corazón (o la mente) del Papa Francisco, sino lo que ocurre en nuestros corazones.
En los eventos finales de la historia de la humanidad, todos tendremos que decidir sobre quién y cómo es Dios para nosotros. Este es el quid de la cuestión del aviso que dan las profecías del tiempo del fin de Daniel y Apocalipsis.
Incluso ahora, en nuestra manera de relacionarnos con los demás, podemos leer indicadores tangibles de la imagen de Dios que tenemos en nuestro corazón. Cada uno de nosotros actúa según nuestra relación diaria en una dinámica sometiendo o siendo sometidos. En la forma en que tratamos a otros, cada uno de nosotros actúa conforme el principio del amor no coercitivo de Dios o con el principio de la supremacía papal.
¿Cómo me relaciono con mi esposa, con mis hijos, con mis colegas de trabajo, con mis hermanos de iglesia, con el vecino de al lado, con aquellos que no están de acuerdo conmigo o me hacen daño? Es en el ámbito de las relaciones diarias en el que puedo discernir mejor lo que realmente creo sobre Dios. Sin importar lo que diga o crea de Dios, la forma en la que trato a las personas revela lo que realmente creo.
Según Apocalipsis 13, una estructura centralizada de poder será establecida a nivel mundial que unirá la iglesia con el estado. Aquellos que desarrollan el sistema se verán a sí mismos con una autoridad concedida por Dios sobre los demás. Y aquí está el asunto: cada uno que suscriba una imagen divina basada en la coerción se hallarán a sí mismos racionalizando su decisión con la maquinaria de la persecución que inevitablemente llegará a todo el mundo. Cuando “nadie pueda comprar ni vender” excepto aquellos que sigan el juego del sistema — cuando la presión de la supervivencia nos presione mediante la legislación — cada uno de nosotros revela quién somos de corazón.
Y en aquél día, el Papa será la menor de nuestras preocupaciones.
¡Todo el planeta está cayendo en la trampa del falso Vicario de Cristo en Roma! ¡Las Profecias de Juan no se equivocan! ¡Alabado sea Jehová que nos hace saber lo que sobrevendrá sobre nosotros antes de que suceda, para que nos preparemos! ¡MARANATHA, CRISTO YA VIENE!
Muchas gracias por su entusiasmo en comentar este artículo.
¡Bendiciones!
Un abrazo,
Equipo Comunicaciones UAE