Este mes de noviembre se aleja en el tiempo con recuerdos que quedarán anclados en la memoria colectiva. Busco en Google “Atentados terroristas en noviembre” pensando encontrar un listado que incluya todo lo ocurrido este mes en Líbano, Egipto, Nigeria, Malí, Túnez, Israel, Iraq, Afganistán, etcétera. Sólo aparecen resultados de París. Muy posiblemente este sangriento episodio redefina (de nuevo) el control de masas y la libertad de los individuos, y además sea todo aplaudido. Nos cuesta ver la dimensión de lo que es realmente importante y lo que no, lo que vemos es relativo y sesgado.
Lejos de entrar en alianzas y en la tentación del fácil análisis escatológico, que a poco nos va a llevar, me llama poderosamente la atención lo fácil que es deslumbrar y distraer la atención de las masas. Se nos ha olvidado de repente la tragedia de los migrantes, además de la larga letanía de otros ataques igual de sangrientos, o más aun, que ocurren en otros países más lejanos y menos ricos, ya sea con suicidas, o desde el cómodo asiento de un piloto de drones. Se nos olvida el drama de las 48 víctimas de violencia de género en 2015 hasta la fecha, más de 51.000 mujeres (y algún hombre) en España que viven con un policía pegado a su lado por riesgo de agresión y más de 284.000 mujeres (y algún hombre) que están en la lista actual del Ministerio de Interior por haber denunciado violencia de género, pero que no se pueden atender por falta de recursos o por ser de “bajo riesgo”. Podría seguir el listado con más cifras, días mundiales de esto o aquello, tragedias, pero para eso están los informativos.
A menudo me preguntan qué pienso, cómo puedo relacionar esto con los eventos finales, con la profecía, con la escatología. Me entristezco mucho cuando se me pregunta esto. Sentarnos a hacer “Biblia-ficción” no va a solucionar nada. Hace muchos años que aprendí claramente la lección. “Y esta buena noticia del reino se anunciará por todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan. Entonces llegará el fin” (Mateo 24:14 BLP).
Si hay alguna forma de acabar con todo el sufrimiento, dolor, muerte y tragedia que nos asedia día a día, hora a hora, minuto a minuto, y hacerlo de forma definitiva, no es con alianzas, “ataques preventivos” ni similares. La Segunda Venida de Jesucristo es lo que pondrá fin definitivo a todo este paradigma actual. “Nosotros, sin embargo, confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva que sean morada de rectitud” (2 Pedro 3:13 BLP), un lugar en el que Dios mismo “Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido” (Apocalipsis 21:4 BLP).
Me di cuenta hace tiempo de que Satanás no tiene miedo de todos estos eventos actuales, ni de las alianzas que surjan que siguen alimentando más muerte y violencia. El mundo trascendental tiene verdadero terror de un pequeño grupo de personas que pasan desapercibidas en este mundo terrenal, de un grupo de creyentes que el día que descubra su verdadero potencial, le dará la vuelta al mundo entero como a un calcetín, por el poder del Espíritu Santo.
Está en tu mano, en mi mano, hacer lo que ahora muchos políticos internacionales quieren hacer y no pueden, ni podrán. Nos subestimamos, subestimamos el poder de Aquel que está a nuestro lado deseando poner fin a todo este dolor con nuestra ayuda. No se trata de analizar con “profecías” los eventos actuales, sino de dar Esperanza a la gente que sufre, de hablarles de ese amante Dios perdonador que está deseando regresar para poner fin al sufrimiento (Mateo 24:44). Eso es predicar “el Evangelio Eterno” (Apocalipsis 14:6) y es la tarea que se nos encomendó.
El día que abramos los ojos a lo realmente importante, sin sesgo ni relativismo, nos daremos cuenta de que hay un pueblo especial, anónimo, en medio de este mundo. Cuando comencemos a despertar, sin darnos cuenta llegará rápidamente el momento en el que diremos: “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva. Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar” (Apocalipsis 21:1 BLP). Ahora ya lo sabes, tienes el poder y sabes qué hacer.