«Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre y quedan tendidos por las calles» (Lamentaciones 2: 19).
La necesidad de la oración familiar
Cada familia debiera erigir su altar de oración, comprendiendo que el temor de Jehová es el principio de la sabiduría. Si hay quienes en el mundo necesitan la fortaleza y el ánimo que da la religión, son los responsables de la educación y de la preparación de los niños. Ellos no pueden hacer su obra de una manera aceptable a Dios mientras su ejemplo diario enseñe a los que los miran buscando su dirección, que ellos pueden vivir sin Dios. Si educan a sus hijos para que vivan solamente esta vida, no harán preparativos para la eternidad. Morirán como han vivido, sin Dios, y los padres serán llamados a responder por la pérdida de sus almas. Padres y madres, necesitáis buscar a Dios por la mañana y por la noche, en el altar de la familia, para que podáis aprender a enseñar a vuestros hijos sabia, tierna y amorosamente. (Review and Herald, 27 de junio de 1899).
Cuando se descuida el culto familiar
Si hubo tiempo en el que cada casa debiera ser una casa de oración, es ahora. Predominan la incredulidad y el escepticismo. Abunda la inmoralidad. La corrupción penetra hasta el fondo de las almas y la rebelión contra Dios se manifiesta en la vida de los hombres. Cautivas del pecado, las fuerzas morales quedan sometidas a la tiranía de Satanás. Juguete de sus tentaciones, el hombre va donde lo lleva el jefe de la rebelión, a menos que un brazo poderoso lo socorra. […] La idea de que la oración no es esencial es una de las astucias de las que con mayor éxito se vale Satanás para destruir a las almas. La oración es una comunión con Dios, fuente de la sabiduría, fuerza, dicha y paz. (Joyas de los Testimonios, vol. 3, pág. 91).
La tragedia de un hogar sin oración
No conozco nada que me cause mayor tristeza que un hogar donde no se ora. No me siento segura en una casa tal por una sola noche, y si no fuera por la esperanza de ayudar a los padres para que comprendan su necesidad y su triste descuido, no me quedaría. Los hijos muestran el resultado de ese descuido, pues el temor de Dios no está delante de ellos. (Signs of the Times, 7 de agosto de 1884).
La oración rutinaria no es aceptable
En muchos casos, los cultos matutinos y vespertinos son poco más que una mera forma, una repetición opaca y monótona de frases hechas en las que no encuentra expresión el espíritu de gratitud o el sentimiento de la necesidad. El Señor no acepta un servicio tal. Pero no despreciará las peticiones de un corazón humilde y un espíritu arrepentido. Abrir nuestro corazón a nuestro Padre celestial, reconocer nuestra entera dependencia, la expresión de nuestras necesidades, el homenaje del amor lleno de gratitud: eso es verdadera oración. (The Signs of the Times, 1 de julio de 1886).
La oración establece un cerco en torno de los hijos—Por la mañana, los primeros pensamientos del cristiano deben fijarse en Dios. Los trabajos mundanales y el interés propio deben ser secundarios.
Debe enseñarse a los niños a respetar y reverenciar la hora de oración… Es el deber de los padres creyentes levantar así, mañana y tarde, por ferviente oración y fe perseverante, una valla en derredor de sus hijos. Deben instruirlos con paciencia, enseñándoles bondadosa e incansablemente a vivir de tal manera que agraden a Dios. (Joyas de los Testimonios, vol. 1, págs. 147, 148).
Los ángeles guardan a los niños dedicados a Dios
Antes de salir de la casa para ir a trabajar, toda la familia debe ser convocada y el padre, o la madre en ausencia del padre, debe rogar con fervor a Dios que los guarde durante el día. Acudid con humildad, con un corazón lleno de ternura, presintiendo las tentaciones y peligros que os acechan a vosotros y a vuestros hijos, y por la fe atad a estos últimos al altar, solicitando para ellos el cuidado del Señor. Los ángeles ministradores guardarán a los niños así dedicados a Dios. (Joyas de los Testimonios, vol. 1, págs. 147, 148).
Tened ocasiones estables para el culto
En cada familia debería haber una hora fija para los cultos matutino y vespertino. ¿No conviene a los padres reunir en derredor suyo a sus hijos antes del desayuno para agradecer al Padre celestial por su protección durante la noche, y para pedirle su ayuda y cuidado durante el día? ¿No es propio también cuando llega el anochecer, que los padres y los hijos se reúnan una vez más delante de Dios para agradecerle las bendiciones recibidas durante el día que termina? (Joyas de los Testimonios, vol. 3, pág. 92).
No seáis gobernados por las circunstancias
El culto familiar no debiera ser gobernado por las circunstancias. No habéis de orar ocasionalmente y descuidar la oración en un día de mucho trabajo. Al hacer esto, inducís a vuestros hijos a considerar la oración como algo no importante. La oración significa mucho para los hijos de Dios y las acciones de gracias debieran elevarse delante de Dios mañana y noche. Dice el salmista: «Venid, aclamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos» Salmo 95: 1, 2. (Manuscrito 12, 1898).
Padres y madres, por muy urgentes que sean vuestros negocios, no dejéis nunca de reunir a vuestra familia en torno del altar de Dios. Pedid el amparo de los santos ángeles para vuestra casa. Recordad que vuestros amados están expuestos a tentaciones. (El ministerio de curación, pág. 304).
Vean todos los que visitan un hogar cristiano que la hora de la oración es la más preciosa, la más sagrada y la más feliz del día. Estos momentos de devoción ejercen una influencia refinadora, elevadora sobre todos los que participan de ellos. Producen un descanso y una paz gratos al espíritu. (Mensajes para los jóvenes, pág. 34).
Respeten los hijos la hora del culto
Debéis enseñar a vuestros hijos a ser bondadosos, serviciales, accesibles a las súplicas y, sobre todo lo demás, respetuosos de las cosas religiosas, y deben sentir la importancia de los requerimientos de Dios. Se les debe enseñar a respetar la hora de la oración; se debe exigir que se levanten por la mañana para estar presentes en el culto familiar. (Joyas de los Testimonios, vol. 2, págs. 133, 134).
Hágase interesante el periodo del culto
Los padres debieran ocuparse especialmente de que la hora del culto sea sumamente interesante. Dedicándole algo de atención y cuidadosa preparación, cuando nos presentamos ante la presencia de Dios, el culto familiar puede ser agradable y estará lleno de resultados que únicamente revelará la eternidad. Elija el padre una porción de las Escrituras que sea interesante y fácil de entender; serán suficientes unos pocos versículos para dar una lección que pueda ser estudiada y practicada durante el día. Se pueden hacer algunas preguntas. Pueden presentarse a manera de ilustración unas pocas, serias e interesantes observaciones, cortas y al punto. Por lo menos debieran cantarse unas pocas estrofas de un himno animado, y la oración debe elevarse corta y al punto. El que dirige en oración no debiera orar por todas las cosas, sino que debiera expresar sus necesidades con palabras sencillas y su alabanza a Dios con gratitud. (Signs of the Times, 7 de agosto de 1884).
Para despertar y fortalecer el amor hacia el estudio de la Biblia, mucho depende del uso que se haga de la hora del culto. Las horas del culto matutino y del vespertino deberían ser las más dulces y útiles del día […]. Todos deberían tener parte en la lectura de la Biblia, aprender y repetir a menudo la ley de Dios. Los niños tendrán más interés si a veces se les permite que escojan la lectura. Hacedles preguntas acerca de lo leído y permitidles que también las hagan ellos. Mencionad cualquier cosa que sirva para ilustrar su significado. Si el culto no es demasiado largo, permitid que los pequeñuelos oren y se unan al canto, aunque se trate de una sola estrofa. (La educación, pág. 181).
Orad clara y distintamente
Por vuestro propio ejemplo enseñad a orar con voz clara y distinta. Enseñadles a levantar la cabeza de la silla y que no se cubran nunca la cara con las manos. Así pueden ofrecer sus sencillas oraciones, repitiendo al unísono el Padrenuestro. (Manuscrito 12, 1898).
El poder de la música
La historia de los cantos de la Biblia está llena de sugestiones en cuanto a los usos y beneficios de la música y el canto.
Nunca se debería perder de vista el valor del canto como medio educativo. Cántense en el hogar cantos dulces y puros, y habrá menos palabras de censura, y más de alegría, esperanza y gozo. Cántese en la escuela, y los alumnos serán atraídos más a Dios, a sus maestros y los unos a los otros.
Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. Si se enseña al niño a comprender esto, pensará más en el significado de las palabras que canta y será más sensible a su poder. (La educación, págs. 163, 164).
Culto especial para el sábado
Tomen parte los niños en el culto de familia [del sábado]. Traigan todos sus Biblias y lea cada uno de ellos uno o dos versículos. Luego cántese algún himno familiar, seguido de oración. Para esta, Cristo ha dejado un modelo. El Padrenuestro no fue destinado a ser repetido simplemente como una fórmula, sino que es una ilustración de lo que deben ser nuestras oraciones: sencillas, fervientes y abarcantes. (Joyas de los Testimonios, vol. 3, págs. 23, 24).
Más oración significa menos castigo
Debiéramos orar a Dios mucho más de lo que lo hacemos. Hay gran fortaleza y bendición al orar juntos en familia con nuestros hijos y para ellos. Cuando mis hijos han cometido errores y he hablado con ellos bondadosamente y luego he orado con ellos, nunca he encontrado la necesidad de castigarlos después. Su corazón se conmovía de ternura delante del Espíritu Santo que venía en respuesta a la oración. (Manuscrito 47, 1908).
Los beneficios de la oración secreta
Jesús recibió sabiduría y poder, durante su vida terrenal, en las horas de oración solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y del crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con su Padre celestial. Y durante el día eleven su corazón a Dios. A cada paso dado en nuestro camino, nos dice: «Porque yo, Jehová tu Dios, soy quien tiene asida tu mano diestra, […] no temas, yo soy tu ayudador». Si nuestros hijos pudiesen aprender estas lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura habría en su existencia! (La educación, págs. 252, 253).