La Iglesia Adventista del Séptimo Día en España dispone de un servicio de música. Y es que el lenguaje musical es uno de los más antiguos de la humanidad. Además, permite comunicar, sin palabras, emociones complejas en una forma universal, accesible a todos. Desde los albores de la humanidad, la música está unida a la adoración. La expresión de alegría y jubilo de los seres celestiales cuando fue creada la Tierra está descrita así en el libro de Job: «cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría»(Job 38:7 NVI).
El pecado cambió totalmente esta atmosfera bendecida. «El cielo entero se había regocijado en reflejar la gloria del Creador y entonar sus alabanzas. Y en tanto que Dios era así honrado, todo era paz y dicha. Pero una nota discordante vino a romper las armonías celestiales». (Elena G. de White, El conflicto de los siglos, pág. 485). Con la caída, la humanidad ha experimentado situaciones que se reflejan en toda su historia. No quedó nada sin ser afectado por el pecado. La Tierra se volvió un campo de batalla entre los ejércitos del bien y del mal. No hay espacio neutro en esta batalla.
Adoración en conflicto
El hecho de que la adoración se ha vuelto un tema de conflicto se puede ver desde el principio. El primer fratricidio es el resultado de un desacuerdo sobre la mejor forma de adoración. Tristemente la batalla continua hoy día.
La música, una de las artes más hermosas, se ha vuelto un motivo de conflicto y lucha también en la iglesia. Cuestiones de gustos, preferencias o estilos son fuente de disensión, que nos hacen perder la ocasión de disfrutar de una de las más lindas experiencias: adorar juntos.
Conscientes que vivimos después de Babel (ya no hablamos todos el mismo idioma), como departamento de música nos preguntamos qué se puede hacer para que la música siga siendo un lenguaje universal que nos pueda unir a todos.
Las escenas de adoración que vemos en el libro de Apocalipsis son una invitación a la reflexión. Los ángeles, los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos, y toda la multitud de otros seres que aparecen en el libro cantan juntos. Es una de las imágenes más hermosas del libro de Apocalipsis. ¿Qué tipo de música es esta que puede unir seres tan diferentes? ¿Cuál es el secreto? No tengo todavía una respuesta. Quizá sea nuestra tarea, de cada uno, encontrar una respuesta a esta pregunta.
Miremos más al Señor y menos a nosotros mismos
Me atrevo a desafiarte, a enfrentar la provocación de la música en la iglesia con otra mirada. Si en lugar de mirarnos a nosotros mismos y a nuestros gustos personales, miraremos más al Cordero, ¿cambiaría algo?
Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre. Lo que tiene que variar es nuestra perspectiva. Quizá, si miramos más a Jesús y menos a nosotros mismos, encontremos nuevos motivos de adoración.
Cuando le conocemos mejor, no podemos no adorarlo y no cantarle, porque le amamos, y el que ama canta. Nuestra generación tiene que buscar una canción nueva que puede ser cantada por todos, porque el lenguaje del amor es universal como la música.
El Salmo 96 nos invita a esto: «Cantad a Jehová, cántico nuevo, cantad a Jehová toda la tierra. Cantad a Jehová, bendecid su nombre. Anunciad de día en día su salvación, proclamad entre las naciones su gloria, en todos los pueblos sus maravillas, porque grande es Jehová y digno de suprema alabanza». (Sal. 96:1-4).
Autor: Laurentiu Ionescu, responsable del servicio de música de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.