En medio de su mayor angustia, en el huerto del Getsemaní, Cristo nos enseñó cómo deberíamos orar en los momentos difíciles.
El Salvador se dirigió lentamente al huerto de Getsemaní (que significa «Prensa de aceite»). Allí, él fue herido y oprimido en nuestro favor. La luna llena de Pascua resplandecía en un cielo sin nubes. Todo estaba en silencio. «Con frecuencia había visitado ese lugar para meditar y orar; pero nunca con un corazón tan lleno de tristeza como esta noche de su última agonía» (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, página 636).
Jesús dejó a sus discípulos cerca de la entrada del huerto, a fin de que oraran por él, y por ellos mismos. Con Pedro, Santiago y Juan, se retiró a un lugar más apartado. Jesús quería y necesitaba que pasaran la noche con él en oración. Justo antes de cargar sobre sí los pecados de todos, al enfrentar la angustia más abrumadora, nos mostró la razón de su fuerza y nos enseñó una lección importante (Mateo 26:36-46). Jesús oró de esta manera:
1. Orar con intensidad
En medio de la prueba, Cristo oraba más intensamente (Lucas 22:44).
Cuanto más difícil sea la situación, mayor debe ser la cantidad y la calidad del tiempo de comunión. El apóstol Pablo dice: «Oren sin cesar» (1ª de Tesalonicenses 5:17). La oración no debe ser practicada como un suceso eventual o un incidente aislado, sino como un hábito permanente.
2. Con privacidad
«Dejándolos, se apartó de nuevo y oró […]» (Mateo 26:44).
Estar a solas con Dios es lo mejor que nos puede pasar. En privado, en secreto, fortalecemos nuestra comunión con él. Hablándole y escuchando su voz, nos sentimos en su presencia.
3. Con humildad
Cayó con su rostro en tierra en actitud de adoración (Mateo 26:39).
Se sometió a la voluntad del Padre. Si Jesús, el Creador, fue sumiso a Dios, ¡cuánto más debemos serlo nosotros, que somos sus criaturas!
4. Con confianza
Al dirigirse a Dios, Jesús exclamó: «Padre mío» (Mateo 26:39, 42).
En la hora de la adversidad, ¿a quién busca un hijo, sino a su padre? De todos los títulos que se le atribuyen a Dios en la Biblia, este es el que denota mayor intimidad y confianza. El Dueño de todo el Universo es nuestro Padre. Por eso, Pablo nos exhorta: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
5. Con sumisión
Con agonía, Jesús imploró: «[…] si es posible, pase de mí esta copa» (Mateo 26:39).
Su súplica era real. «Si es posible», si hay alguna forma legítima de evitar el sufrimiento, si en la sabiduría de Dios eso es lo que mejor se ajusta a sus planes, entonces que se pase por alto este trago amargo. «Sin embargo, no sea como yo quiero, sino como quieras tú» (Mateo 26:39).
Este pedido expresa una obediencia absoluta a la voluntad suprema de Dios. «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y acabar su obra» (Juan 4:34).
6. Con perseverancia
Jesús se apartó de nuevo y oró dos veces más.
Perseverar en oración significa persistir en la confianza, la dependencia, la comunión y la búsqueda de Dios.
«Tres veces repitió esa oración. Tres veces rehuyó su humanidad el último y culminante sacrificio. Pero ahora surge delante del Redentor del mundo la historia de la familia humana. […] Contempla la suerte que le tocaría, y su decisión queda hecha. Salvará al hombre, sea cual fuere el costo para sí. Acepta su bautismo de sangre, para que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna» (íbid, página 642).
7. Con fuerza
No se libró de beber de la copa, sino que fue confortado por un ángel poderoso (Lucas 22:43).
No siempre obtenemos la respuesta que queremos, pero siempre recibimos una respuesta. Puede ser que la oración no cambie las cosas, pero siempre nos cambia a nosotros. Debemos confiar en que la voluntad del Señor es siempre la mejor.
Nadie ha vencido como Cristo porque nadie ha orado como él lo hizo. Solo aquellos que oran como él serán fortalecidos en la lucha diaria y en el último gran conflicto.
Al crecer en comunión con Dios, crecemos en comunión con nuestros semejantes, trabajando con amor y servicio por su salvación.
Orar y crecer no es algo opcional; es indispensable para todos los que quieren alcanzar la victoria. En tu vida, en tu hogar y en tu iglesia, promueve y participa en la oración. Seremos fortalecidos en Jesucristo. ¿Estás dispuesto?
Autor: Stanley Arco, pastor adventista y presidente de la División Sudamericana.