Imagen: Daniel’s Answer to the King” por Briton Rivière, R.A. (1840-1920), 1890 (Manchester City Art Gallery). Foto: (cc) Wikimedia Commons/B. Pratt.
Daniel 2:48 «Luego el rey puso a Daniel en un puesto prominente… lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia».
Según el Salmo 90, nuestro promedio de vida es de 70 años. No queremos alarmar, pero cuando una persona cumple 35 años, de acuerdo al promedio, le quedaría el 50 por ciento de vida. Al cumplir 50 años habrá vivido el 71 por ciento, restándole un 29 por ciento por vivir. Lo cierto es que sin importar los años vividos, solo usted puede dar cuenta de la manera cómo se vivieron. Esto es porque a lo largo de su vida, usted es el único responsable de sus decisiones. Como escribiera el gran poeta Amado Nervo: «Porque veo al final de mi rudo camino, que yo fui el arquitecto de mi propio destino».
La toma de decisiones es un proceso administrativo que consiste en elegir una alternativa entre varias. El libre albedrío que Dios nos dio, la libertad de elegir, lo ponemos en acción cada vez que tomamos una decisión, individual o empresarial, familiar o financiera, o de cualquier otro tipo. No creemos en el destino, esa idea de que lo que somos, que las cosas que nos ocurren, han sido determinadas por un poder sobrenatural que nadie puede evitar ni modificar. Dios nos dio la libertad de administrar nuestras vidas tomando nuestras propias decisiones, pero sin olvidar, que al final del rudo camino, cada uno como arquitecto de su propio destino, verá los resultados de lo que en vida construyó.
Debido a esta verdad, el autor del Salmo 90 ora al Señor suplicando: «Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría» (Versículo 12). Si los días de nuestra vida son 70 años, cada uno de ellos debe ser contado y administrado con sabiduría. Así vivió el profeta Daniel, consciente, desde muy joven, de que sus decisiones determinarían el éxito o fracaso de su vida. Así es como llegó a ser un triunfador. ¿Cuál fue su secreto para tomar buenas decisiones? ¿Cómo adquirió la sabiduría para contar y administrar sabiamente los años de su vida? ¿Qué nivel de éxito alcanzó como resultado de sus acertadas decisiones?
La decisión de ser fiel
Cuando Daniel llegó a Babilonia tenía unos 14 años de edad, apenas un adolescente. Había sido arrancado con violencia de su hogar en Jerusalén, y ahora era un prisionero de guerra. Cuando el rey Nabucodonosor pidió que se llevara ante su presencia a algunos de los israelitas traídos como cautivos, indicó el perfil que debían tener. Daniel 1:4 presenta las cuatro características exigidas: Uno: «debían ser jóvenes apuestos y sin ningún defecto físico»; dos: que «tuvieran aptitudes para aprender de todo»; tres: «que actuaran con sensatez»; y cuatro: debían ser «sabios y aptos para el servicio.»
Si observamos, la primera característica tiene que ver con el parecer físico, pero las otras tres están relacionadas con el carácter. Hay una palabrita que hace la gran diferencia entre estas características: decisiones. ¿Por qué? Porque Daniel no tuvo que decidir ser apuesto y no tener ningún defecto físico, pues así había nacido, pero tener aptitud para aprender de todo sí exigió de él una decisión; comportarse con sensatez fue una decisión, y su disposición para el servicio también fue el resultado de una decisión.
Daniel llegó a Babilonia como esclavo, pero esta condición no impidió que llegara a ser un triunfador. Sus decisiones construyeron ese éxito. Había decidido aprovechar toda oportunidad para aprender; había decidido actuar con sensatez, y había decidido hacer del servicio una misión en la vida. Decisiones como estas lo convirtieron en el arquitecto de su propio destino. Cuando en Daniel 1:8 leemos que el jovencito «se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey», tan solo estaba reafirmando una decisión que ya había tomado, la de ser fiel a Dios, la más grande decisión que se pueda tomar en la vida. Daniel nació con buen parecer físico, pero no nació siendo fiel a Dios; tuvo que decidirlo. Esa fidelidad dio los resultados que a continuación vamos a mostrar.
Daniel, el profeta triunfador
En Daniel 2:48 leemos, que «el rey puso a Daniel en un puesto prominente»: Nabucodonosor «lo nombró gobernador de toda la provincia de Babilonia». Sin embargo, antes de este nombramiento, otro Rey ya lo había nombrado para un puesto todavía más prominente: El Rey de reyes lo nombró gobernador de su propia vida, responsable de sus propias decisiones, administrador diario de una empresa llamada vida. Cuando Daniel decidió ser fiel a Dios al no contaminarse con la comida de Nabucodonosor, tan solo estaba dando evidencia de que había aprendido a administrar su vida con sabiduría. Estaba preparado para triunfar. Ya era gobernador de Babilonia.
De principio a fin y contra toda oposición, la vida de Daniel siempre fue exitosa. Enfrentó adversidad, pero su decisión de ser fiel le aseguró la continua bendición del Señor. Cuando Nabucodonosor murió, Daniel fue marginado por el nuevo rey, Belsasar; pero en Daniel 5:29 leemos que este mismo rey terminó ordenando, «que se vistiera a Daniel de púrpura… y que se le nombrara tercer gobernante del reino». ¿Es esto éxito?
Después de la caída del imperio babilónico, Daniel 6:1, 2 nos dice que el rey Darío «consideró prudente nombrar a ciento veinte sátrapas y tres administradores, uno de los cuales era Daniel». Ahora gobernaban los reyes medo persas, y la decisión de Daniel de seguir siendo fiel a Dios continuo asegurándole éxito total; tanto, que en el versículo 3 leemos, que «tanto se distinguió Daniel por sus extraordinarias cualidades administrativas, que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino». La vida de Daniel contiene grandes lecciones relacionadas con la administración, tanto de la vida pública, como también de la vida privada. Los varios reyes que le conocieron se dieron cuenta de sus «extraordinarias cualidades administrativas», y por ello le confiaron altas responsabilidades públicas que Daniel desempeñó con fidelidad. Pero Daniel también fue siempre fiel en la administración de su vida privada. Cuando vivía en Jerusalén, antes de su cautiverio, había decidido ser fiel. En la época de los babilonios, siguió siendo fiel. En el periodo de los medos persas, reafirmó su decisión de ser fiel; y cuando llegó al final de sus días, su vida fue sellada como un monumento a la fidelidad.
Daniel y su secreto para triunfar
Así de eficiente fue Daniel en la administración de su vida. ¿Cuál fue el secreto de su éxito? ¿Qué lo calificaba para tomar buenas decisiones? En el capítulo 6 de su libro hay un acontecimiento que nos ayuda a encontrar la respuesta. Resulta que, debido a las «extraordinarias cualidades administrativas» que había en Daniel, un grupo de funcionarios que administraban el reino junto con él, celosos de su éxito, tramaron asesinarlo. Hicieron que el rey Darío firmara un decreto, según el cual, durante treinta días, nadie podía adorar a ningún otro dios sino solo al gran rey Darío. Por supuesto, Daniel se dio cuenta de que todo aquello era un complot para asesinarlo.
¿Qué decisión tomó Daniel al enterarse de semejante amenaza? El versículo 10 contiene la respuesta: «Cuando Daniel se enteró de la publicación del decreto, se fue a su casa y subió a su dormitorio, cuyas ventanas se abrían en dirección a Jerusalén. Allí se arrodilló y se puso a orar y alabar a Dios, pues tenía por costumbre orar tres veces al día».
Daniel llegó a Babilonia siendo un adolescente. Posiblemente vivió hasta un poco más de los cien años de edad. Durante su larga vida enfrentó toda clase de amenazas, celos, envidias, complots; pero nunca pudieron hacerlo fracasar. Siempre fue un triunfador. ¿A qué se debe ese éxito? ¿A sus «extraordinarias cualidades administrativas»? ¿O será que se debe a la total dependencia de su hábito de orar tres veces al día? ¡Por supuesto! Lo primero en lo que Daniel era eficiente y exitoso era en la administración de su vida espiritual. El desarrollo de sus «extraordinarias cualidades administrativas», lo sabio que era para tomar decisiones correctas, todo era consecuencia de su hábito de orar tres veces al día. Su eficiente relación con Dios le aseguraba el éxito en todo lo demás.
En el año 2009 Sergio Marchionne fue nombrado presidente de Chrysler, una empresa automotriz al borde del fracaso financiero. Lo nombraron por el éxito que había tenido como presidente del Grupo Fiat, otro fabricante de autos en Europa. Esto significa que poseía extraordinarias cualidades administrativas. Así que, basado en estas cualidades ya probadas en Fiat, cuando fue nombrado para administrar Chrysler, seguro que Marchione analizó todo lo que debía hacer para repetir en Chrysler el éxito que había tenido en Fiat. Tenía que tomar grandes decisiones. Su prestigio de buen administrador estaba en juego. ¿Qué fue lo primero que hizo el señor Marchione al enfrentar el nuevo reto? ¿Será que se fue a orar para pedir sabiduría al Dios del cielo?
Y usted, ¿qué es lo primero que hace cada día del año para enfrentar sus propios desafíos? Durante 365 días tiene que administrar su estilo de vida, sus hijos, su ministerio en la iglesia, su dinero, sus estudios, su matrimonio, sus bienes. Usted y yo hemos sido nombrados mayordomos o administradores, no necesariamente para administrar un reino como Daniel, ni una compañía como Chrysler, pero si para administrar una empresa que se llama vida. El éxito o fracaso de esta empresa, dependerá de la sabiduría que usted muestre en la toma de decisiones. Puede decidir administrarla como el señor Marchionne, usando su habilidad humana, o puede hacerlo como Daniel, orando tres veces al día y usando todo el poder de Dios.
Conclusión
La empresa de la vida es más grande que el reino de Babilonia; infinitamente más grande que Chrysler. Por eso exige, para administrarla con éxito, la más grande entrega espiritual al Señor. Si el éxito es el objetivo buscado por cualquier empresa, la vida se administra con el mismo fin. ¿Cómo lograrlo? Decidiendo caminar por la senda de la fidelidad a Dios, como lo decidió Daniel. Haciendo de la oración un hábito de todos los días, para recibir sabiduría y tomar decisiones acertadas en toda circunstancia, buena o mala. Este es el secreto de una vida triunfadora. Lo vivió Daniel, y quedó probado para que en nosotros se repita el mismo éxito, si lo imitamos.
Daniel fue un triunfador, un gran hombre; pero más grande fue su inquebrantable decisión de ser fiel a Dios. Un foso lleno de leones hambrientos no pudo quebrantar aquella decisión. A lo largo de su vida en esta tierra fue muy bien recompensado por reyes y monarcas, pero a lo largo de la eternidad el Rey y Soberano del universo le cumplirá esta promesa: «Al final de los tiempos te levantarás para recibir tu recompensa» (Daniel 12:13).
¿Puede haber éxito más grande? Y todo como resultado de una decisión. ¿Qué decisión? La que leemos en Salmo 119:30: «He optado por el camino de la fidelidad». Por lo tanto, «sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida», promete el Señor en Apocalipsis 2:10. ¿Quieres hacer tuya esa promesa? Entonces opta, decide, «por el camino de la fidelidad».
Muy bueno! Muchas gracias!