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Olvidarse del «Espíritu de Profecía» es negar nuestra identidad.  En medio de tantas iglesias, sectas y denominaciones religiosas, es fácil encontrar un punto en común en varias de ellas: un evangelio enfocado en adaptar los conceptos y enseñanzas bíblicas a la presentación de una vida mejor, feliz y motivada aquí en la Tierra. El cielo, ese lugar otrora anhelado con todas las fuerzas, parece estar en un futuro lejano, una utopía más próxima de quien está cercano a la muerte que de los que gozan de buena salud y llevan una vida considerada `plena´.

En este mar de denominaciones, se percibe y entiende que las mismas buscan `diferencias´ para atraer fieles. Cultos más light, música distinta, doctrinas flexibles, entre otros aspectos, que han conquistado público, especialmente en este contexto que algunos deciden llamar `posmodernismo´.

No. Este texto no tratará sobre los métodos y formas de hacer evangelismo o de mostrar doxologías. Hablaremos de nosotros y de nuestra identidad. La Iglesia adventista, durante mucho tiempo, presentó el estudio minucioso del aspecto profético como una de sus grandes referencias. Mucho del reconocimiento como “pueblo de la Biblia era por el profundo conocimiento que teníamos de las profecías.

Estábamos apasionados por eso. Desde la doctrina del Santuario (a mi modo de ver, nuestra gran diferencia, si usted estaba curioso en conocer mi opinión), pasando por las profecías de Daniel y Apocalipsis, era un placer hablar sobre el tema y especialmente, oír sobre él. Bajo la luz de los escritos de Elena de White, todo tenía más sentido todavía. Y la serie El Conflicto de los Siglos era una lectura apreciada.

¿Qué sucedió con el tema de las profecías dentro de nuestras iglesias?

¿Por qué casi no vemos abordar el asunto en los sermones, culto joven, en las escuelas sabáticas, o en los grupos pequeños?

Sí, en reuniones regulares de la Iglesia, no digo en eventos especiales. Veo esfuerzos en algunos eventos específicos que hablan sobre el tema, pero creo que eso no es suficiente. Si esta es nuestra diferencia, el trabajo debe hacerse desde la base.

Uno de mis recuerdos más lindos es que, en la infancia y la adolescencia, iba con mi padre a los cultos de Daniel y Apocalipsis que él presentaba a los interesados. Ver aquellos rostros entusiasmados y hambrientos por saber más era una cosa muy impactante. Todos con sus Biblias y sus fascículos de «Revelaciones del Apocalipsis», de Daniel Belvedere. Sermones sobre el tema también se escuchaban con frecuencia. Era un momento agradable de vivir.

El «Espíritu de profecía» nos da identidad, y va más allá de la revelación de la luz menor de Elena de White, que nos ayuda a entender mejor lo que Dios quiso decirnos. También es dar testimonio sobre esto, decirlo al mundo. Como dice Apocalipsis 19:10, «el testimonio de Jesús es el Espíritu de Profecía». ¿Por qué no continuamos testificando con la misma intensidad de aquellos tiempos en que se nos conocía por eso?

No podemos olvidar nuestra mayor diferencia. Al descuidar el «Espíritu de la profecía» en su plenitud, que incluye testificar con todas las fuerzas sobre eso, es descuidar nuestra identidad. De esta manera se convierte en una iglesia genérica. Y a nadie le gusta comprar productos genéricos, que no presenten calidad superior y valor agregado, que puedan hacerlas cambiar sus vidas para mejor. No somos y no podemos ser genéricos. Nosotros tenemos una gran diferencia.

Para leer, escuchar y ver más: 

Artículo del profesor Leandro Quadros sobre el “Espíritu de la Profecía” – Texto y video disponibles aqui.

Autor: Fábio Bergamo, Doctor en Administración por la Universidad Federal de Bahía (UFBA), enseñó en diversas instituciones. Actualmente es docente en el área de Marketing, Estrategia y Tecnología en el Centro Universitario Adventista de Sao Paulo (Unasp), Brasil. Fue considerado uno de los 100 profesores de marketing más influyentes del Twitter por la SMM Magazine. @bergamomkt

Publicación original: ¿La diferencia adormecida?

 

Revista Adventista de España