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nada me faltaráCuando comprendamos que Dios tiene que ocupar el primer lugar, nos daremos cuenta de que él ya ha llenado muchos de nuestros lugares vacíos y necesidades.

«Jehová es mi pastor, nada me faltará» (Salmo 23: 1). «Nada me faltará [1]». ¿Qué entiendo al leer esa frase? Es una afirmación que no deja lugar a dudas. Si el Señor es mi pastor, nada me faltará. Absolutamente nada.

He pensado en esto en muchas ocasiones. Pero a menudo me pregunto: «Si la Biblia expresa semejante promesa, ¿por qué es que no he recibido esas cosas que he pedido a Dios por tanto tiempo? ¿Por qué no me va bien en mis estudios? ¿Cuál es la razón de que mis recursos financieros sean inadecuados? ¿Por qué no recibo otras cosas que he estado esperando?»

Es aquí que se torna importante el análisis de ese tan conocido texto.

Si aún sentimos que nos «falta algo», esto podría deberse a varias razones. Una de ellas podría ser que, en realidad, no nos falta aquello que creemos que nos falta.

Quiero enfatizar este punto. Existe la posibilidad real de que, debido a nuestra naturaleza humana, haya cosas que creemos que nos faltan cuando ese no es realmente el caso. Como víctimas de una sociedad consumista y debido al ámbito limitado de nuestra visión, terminamos convenciéndonos y creyendo lo opuesto. Con esto, no me refiero a las necesidades básicas de la vida o la resolución de problemas de salud que podamos tener, porque Dios nos dice con claridad que desea que tengamos vida y salud en abundancia.

Es posible que hayamos estado orando por cosas específicas durante largo tiempo. Puede que nuestros pedidos no sean por algo que en verdad representa una necesidad o por algo que Dios no quiere para nuestra vida. O quizá no es el momento. Si es así, ¿aceptaríamos fácilmente un mensaje de Dios como este: «No, mi hija, ahora no es momento de que tengas novio; Ahora dedícate a tus estudios, saca buenas notas y un día encontrarás un compañero para la vida»? Es muy probable que no nos gustara esa opinión, y que ignoráramos ese mensaje, en especial si hemos conocido a alguien que parece buen candidato.

De la misma manera, cuando pedimos el buen consejo de un amigo, lo aceptamos de corazón solamente si ese consejo concuerda con nuestros intereses. Por el contrario, si no se alinea con nuestras ideas o planes de vida, tendemos a cuestionar esos consejos o aún buscamos contrarrestarlos identificando una solución que se ajuste mejor a nuestras preferencias.

Herramientas divinas para encontrar orientación 

Aunque Dios no nos llama por teléfono, y no hay una aplicación de WhatsApp que transmita sus sugerencias, nos brinda herramientas como la oración y el estudio de la Biblia. Herramientas que podemos usar para hallar su orientación y ayudarnos a comprender su plan para nuestra vida. Y Dios, además, a menudo usa una variedad de personas, como por ejemplo pastores, líderes, consejeros y maestros, que pueden brindarnos orientación. El Señor siempre está dispuesto a darnos lo que es mejor para nosotros, y su Palabra nos recuerda: «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jeremías 29: 11).

Si creemos que hay algo que nos falta, pero no lo conseguimos aun cuando estamos convencidos de nuestra necesidad, entonces es tiempo de detenernos, meditar en el primer versículo del Salmo 23, y en oración pedir sabiduría. Si reclamamos la promesa de Santiago 1: 5, Dios nos dará sabiduría abundante para comprender y aceptar que, quizá, realmente no nos falta lo que creemos que nos falta. Cuando nuestras oraciones ya no se limiten a lo que queremos o a lo que creemos que nos falta, podremos aceptar que cuando Dios es nuestro todo, entonces no necesitamos nada más. Y es así como la voluntad de Dios para nuestra vida llega a ser nuestra voluntad.

A veces es difícil aceptar ese proceso, en especial si nuestra salud o vida está en juego. Sin embargo, al sumergirnos en la presencia de Dios, podremos aceptar, con gratitud y serenidad, incluso un pronóstico difícil y desalentador. Cuando reflexionamos en el sufrimiento y la muerte de Cristo, llegamos a comprender que, aun en el dolor, Dios está al timón, y puede transformar el dolor en bendición.

Es difícil comprender que ya tenemos todo de parte de Dios, y que acaso no necesitemos nada más. La naturaleza humana nos hace reacios a aceptar el plan de Dios en lugar del plan que hemos establecido para nosotros. Es una lucha continua: aprender a vivir sin lo que creemos necesitar y aceptar lo que Dios tiene guardado para nosotros. Jesús nos insta a que pidamos, busquemos y llamemos (Mateo 7: 7-11), y el apóstol Pablo nos implora a que «oremos sin cesar» (1° Tesalonicenses 5: 7). Siempre tenemos que buscar estar en sintonía con los deseos de Dios, porque nuestros deseos podrían ir en contra de su voluntad, y no serán lo mejor para nosotros.

No significa que no debamos soñar. Para nada. Dios quiere que aspiremos y soñemos y disfrutemos de una vida abundante. Todas esas aspiraciones, sin embargo, tienen que centrarse en un objetivo mayor: estar en Cristo Jesús. En su sabiduría, Dios sabe qué cosas nos llevarán por ese camino, y cuáles no.

Aprendamos a aceptar el plan de Dios

Puede que el objetivo que tengamos en mente cuando oramos no es lo que Dios tiene en sus planes para nosotros, o acaso no está en los tiempos de Dios darnos ahora lo que solicitamos. No obstante, mientras aguardamos que Dios revele su respuesta, nuestro desafío es aprender a aceptar el plan de Dios para nosotros, así como él nos lo muestra, porque cada decisión que tomemos puede llevarnos más lejos o más cerca de su plan original. Su plan es que cada uno de nosotros sea salvo. Nuestro desafío es encontrar un refugio en él y aprender a vivir en su gracia.

La promesa de Dios es: «Bástate mi gracia» (2° Corintios 12: 9). La gracia de Dios debería ser la única fuente que llena los lugares vacíos que creemos tener. Cuando comprendamos que Dios tiene que ocupar el primer lugar, nos daremos cuenta de que él ya ha llenado muchos de nuestros lugares vacíos y necesidades. Y podremos identificar y comprender cuáles son nuestras verdaderas necesidades.

Sería, por lo tanto, bueno que cada uno de nosotros se haga las siguientes preguntas: ¿Es Dios mi pastor? ¿Es él el que llena mi vida? ¿Vivo cada día bajo su gracia? ¿Escucho periódicamente su voz? Si aún no siento que la gracia de Dios me basta, ¿acepto el desafío de aprender a vivir cada día en ella? ¿Puede ser que esto me ayude a dejar de vivir sintiendo que siempre me falta algo?

El mejor curso de acción es que nosotros nos apoyemos en Dios hoy y cada día. Como alguien expresó: «Tendrás todo de Dios cuando él tenga todo de ti»

El mayor desafío de tu vida es aprender a ser paciente cuando Dios responde con un «espera» o un «ahora no». Pero cuando nuestro ser más profundo le pertenezca plenamente, nada nos faltará.

Autora: Katherin Jara Cáceres, Máster en Ciencias Experimentales, profesora de ciencias y química en la Universidad Mayor de Santiago, Chile.
Imagen: Shutterstock

Publicación original: Nada me faltará, Diálogo 34:3 (2022): 17-19

Notas y referencias

  • Todos los textos bíblicos de este artículo pertenecen a la versión Nueva Reina-Valera, revisión 1995.
  • Nino Paucar [@ninopaucar] (27 de agosto de 2011), Tú tendrás todo de Dios cuando él tenga todo de ti [Tweet]. Twitter. https:// mobile.twitter.com/ninopaucar/status/103894547234435072.

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