Los dones espirituales de Onima
Gema bíblica:
«Y él mismo concedió a unos ser apóstoles y a otros profetas, a otros anunciar el evangelio y a otros ser pastores y maestros» (Efe. 4:11, DHH).
Relato:
Onima acababa de ser bautizada en una campaña de evangelización. El primer sábado que llegó a la iglesia después de su bautismo, la señora Lyn, la esposa del pastor, estaba en la puerta para darle la bienvenida.
—Onima, ¿podrías ayudarnos a ser consejera de un grupo de jovencitos del Club de Conquistadores? –le preguntó la señora Lyn con un destello en los ojos.
—No estoy segura si puedo hacerlo –dijo la niña con cierta duda–. No creo tener el talento para eso.
—Oh, no subestimes tus capacidades –exclamó la señora Lyn–. Tienes al menos dos talentos que Dios te ha dado.
—¿De verdad? –preguntó Onima intrigada–. Solo me gusta hablar con otros y contarles cosas.
—¡Eso es exactamente lo que necesitamos! –replicó con una sonrisa la señora–. Sabes que Dios ha dado a cada uno diferentes dones espirituales y talentos para su obra. Léelo tú misma en Romanos 12 y 1 Corintios 12. Tal vez descubras que puedes ser una gran maestra.
La señora Lyn siguió animándola: —Cada seguidor de Cristo es un misionero. Usa entonces tus dones para enseñar, ayudar y compartir el amor de Cristo con los que te rodean. ¡No necesitas ir a otro país para ser misionera!
Poco después Onima comenzó a ser consejera de un grupo de Conquistadores. Pronto ella y otros voluntarios organizaron una Escuela Bíblica de Vacaciones. ¡Qué alegría compartir a Jesús con niños que aún no lo conocían! ¡Qué apasionante trabajar con los Conquistadores!
Busca en la Biblia:
Lee en Juan 4:4-30 sobre la mujer samaritana. ¿En qué sentido ella se volvió una misionera el mismo día que se encontró con Jesús?
¡Pruébalo!
En una cartulina o cartoncito de color, dibuja un círculo de unos siete centímetros de diámetro. Escribe con un marcador grueso la palabra «PREGÚNTEME». Fíjalo a tu camisa o blusa y anda a golpear la puerta de algún vecino. Cuando te abran la puerta, señala simplemente tu botón. Si te dicen: «¿Que debo preguntarte?», puedes comenzar a hablar de Jesús.