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Hay una cosa que me molesta mucho cuando voy a un restaurante mientras estoy acatarrado: mis papilas gustativas no pueden percibir el sabor de la comida. Lo mismo sucede cuando, empujado por el antojo, me quemo la lengua en el primer bocado.

Hay palabras que pierden su sabor. Y es que de tanto usarlas, abusarlas, dejamos que su significado real quede al margen, permitiendo que cobren vida nuevas interpretaciones, nuevas formas de entenderlas, hasta que las convertimos en “otras”, palabras que ya no son las mismas.

Ha pasado muchas veces, con muchas palabras. Lamentablemente casi siempre sucede con las mejores palabras, las más importantes, las que más necesitamos entender y practicar.

Le pasó al amor, al perdón, a la alegría, a la palabra “prosperidad”; también a la pareja, al matrimonio, a la palabra padre o madre. Ahora son “otras”, casi irreconocibles. De cada una de ellas podríamos hablar con nostalgia, intentando excavar, en las ruinas de civilizaciones pasadas, lo que eran y cómo se practicaban.

Hay otra palabra que está sufriendo serias mutaciones, es la palabra “adoración”. De forma interesada, hemos preferido usar el anglicismo, cometiendo un doble crimen. Adoración y Worship ya no son lo que eran.  (No sé si es un fenómeno generalizado, pero en Latinoamérica es ya una moda usar la palabra worship para referirse a conciertos de música de corte cristiano).

Lo que en tiempos pretéritos hablaba de un estilo de vida, ahora se ha convertido en un evento. Antes la adoración era algo que se vivía, ahora es algo a donde uno va. En aquel tiempo adorar era algo que uno le daba a modo de sacrificio a Dios, ahora es algo que consumimos constantemente y pensamos que es algo hecho para nosotros, algo que nos gusta, algo que nos complace, algo que nos sorprende, algo que nos hace sentir cosas bonitas.

La versión inglesa deriva de la antigua worthscipe, que tenía el sentido de dar dignidad, de una forma simple y desinteresada, a una deidad. En sus raíces griegas podemos encontrar la palabra más pesada “leiturgeo” que tiene que ver con servir. Retrocediendo aún más, en su versión hebrea, la palabra más pesada es “abad” que también tiene que ver con servir.

La Biblia siempre describe la relación de Yahvé con su pueblo como si de un matrimonio se tratara. Se describe esa relación como un “berit” pacto de responsabilidades recíprocas. En ese pacto habrá intimidad, pero también habrá trabajo. Si excluimos la intimidad de ese pacto, todo se convierte en pura“abodá ¨ servidumbre  (como cuando los hebreos eran esclavos en Egipto); si, por el contrario, excluimos el trabajo, todo se reduce a un emocionalismo romántico que desfigura el pacto y lo convierte en caricatura. Es como si un esposo solo quisiera intimidad, sin responsabilidad. O si, por ser demasiado responsable, deja de lado la intimidad  con su esposa.  En ambos casos la relación estaría enferma.  Tenemos una intimidad desconcentrada, es una adoración descuidada.

Algo así sentía Dios y, urgido, levantaba la voz:

No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de reposo, asambleas convocadas; ¡no soporto que con su adoración me ofendan! (Isaías 1:13 NVI).

Está muy bien que cantemos juntos y levantemos nuestras manos. Está muy bien que luces multicolores iluminen nuestros escenarios, está bien que gastemos miles de miles de dólares en equipos de sonido e instrumentos musicales para cantar a Dios. Eso está muy bien sí, si va de la mano del servicio real como estilo de vida.

Hoy reflexiono y me pregunto muchas cosas. ¿Qué haríamos con todo ese dinero si no estuviera invertido en equipo? ¿Sería para dar de comer a los más necesitados? ¿Sería para dar techo a los habitantes de la calle?

Con tristeza confieso que hemos fallado rotundamente. Uno a la lista de palabras que ya son otras la palabra ayuno. Así lo describe el mismo Dios en Isaías 58:5-7 (NVI): ¿Acaso el ayuno que he escogido es sólo un día para que el hombre se mortifique? ¿Y sólo para que incline la cabeza como un junco, haga duelo y se cubra de ceniza? ¿A eso llaman ustedes día de ayuno y el día aceptable al Señor? El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes?

Yo quiero menos eventos y más vida. Yo quiero menos luces y más compromiso, yo quiero menos micrófonos y más justicia, quiero menos worship y más adoración. Yo sueño con una generación de jóvenes que se levantan y cambian el mundo.

¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8 NVI).

Foto: (cc) Joachim S. Müller/Flickr.

5 Comments

  • Cristian dice:

    Toda la razón… Nos llenamos de “eventos de adoración”, que nos hacen “sentir” bien, pero la verdadera adoración es una vida de servicio a Dios, alabanza y gratitud por todo lo que ha hecho, hace y aún hará por nosotros. Dios nos ayude a despertar y salir de esta tibieza espiritual. Bendiciones!

  • Denis Boidi dice:

    Es interesante la reflexión sobre el origen y el significado de la palabra Worship.
    Ahora, la frase “Hoy reflexiono y me pregunto muchas cosas. ¿Qué haríamos con todo ese dinero si no estuviera invertido en equipo? ¿Sería para dar de comer a los más necesitados? ¿Sería para dar techo a los habitantes de la calle?” no encaja.

    La música alimenta, no fisicamente, pero la mente y el alma.
    En segundo lugar para ser justos deberíamos pensar en el dinero que se invierte para mantener las iglesias, los edificios de la organización adventista, los vehículos y encuentros administrativos, que posiblemente superarían a lo invertido en equipos de sonido o eventos de música.
    Cuando tenemos una vida de comunión Cristo, de relación estrecha y diaría con el Creador de la universo (el Autor de la música), no puede haber menos worship, al contrario, hay más. Y surge la necesidad de proclamarlo a todo el mundo, en “alta voz” a “viva voz”. Bendiciones.

    • Millys dice:

      Denis, aprecio mucho tu respuesta. Sin embargo creo que yo he entendido al autor del artículo de una manera distinta a la tuya. A lo que pienso que se está refiriendo es, al error que cometemos cuando invertimos el orden de prioridades. Si nos gastamos grandes sumas de dinero para que haya buena música de adoración, o como bien dices, para edificios, oficinas, vehículos, instituciones, etc., y olvidamos que nuestra misión es la de practicar la verdadera religión de ayuda al necesitado, es lo que entiendo yo que está mal. Ninguna de las dos cosas son malas: ni invertir dinero para tener música que adore al Señor y alimente corazones, ni invertir ese mismo dinero en el necesitado. El problema, desde mi humilde punto de vista está, cuando por centrarnos en las formas, los contenidos, lo que adorna, olvidamos el fondo, la esencia, en definitiva nuestra misión. Creo que invertir en música es invertir para y por Dios, ya que ésta también es una forma de alimentar, sanar y aliviar corazones necesitados. Si lo hacemos siendo conscientes de que también tenemos el deber de alimentar y ayudar al necesitado en sus necesidades puramente físicas, obramos en consecuencia. Yo, personalmente, no veo problemas. A eso creo que se refería el autor, o al menos es la impresión que a mi me dio.
      Un fuerte beso y que Dios siga bendiciendo tu hermoso ministerio.

  • Fonzi dice:

    Me gustó mucho el artículo y estoy muy de acuerdo con él: lo más importante es que se trata de una responsabilidad no de los pastores, ni de los cantantes, ni de la asociación, sino de cada uno como miembro del cuerpo de Cristo.
    Saludo a Denis y a Millys; y les felicito por debatir sin discutir. Dios los bendiga. Saludos desde Colombia.

Revista Adventista de España