Estamos llamados a ser sacerdotes y proclamar a Aquél que nos sacó de las tinieblas a la luz. Somos los medios de comunicación de Dios.
Los cristianos forman parte de un reino. A decir verdad, ellos componen y constituyen ese reino. La Biblia repite esa idea muchísimas veces. El mismo Jesús nos informa que el reino es algo que está en nosotros (Lucas 17: 21). Pero una de las afirmaciones que más me animan está en Apocalipsis 5: 9-10.
Al hacer referencia a la entronización de Jesús en el cielo, el capítulo menciona un nuevo cántico que dice: «Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» (énfasis añadido).
En este versículo vemos que el reino de Dios está construido por los salvos del Cordero. Fueron recomprados para formar parte ahora de un nuevo reino del cual ellos son parte. Pero ¿qué quiere decir esto en la práctica? ¿Qué quiere decir Jesús con eso de que el reino está en nosotros? ¿Cómo eso se hace tangible en mi vida de discípulo?
Sacerdotes
Para llegar a ese entendimiento claro, es necesario entender la palabra «sacerdotes», función para la cual fuimos constituidos por el ministerio de Cristo. ¿Qué quiere decir con eso? Solo debemos recordar el papel del sacerdote. Es un hecho que todo en el santuario terrestre refleja a Jesucristo, pero algunos símbolos o sombras de los diseños que el ritual del santuario didácticamente pintaba también reflejan hechos, momentos, lugares y agentes en todo el plan de salvación. Ese es el caso del sacerdote que, en su función de hacer de mediador entre el hombre y Dios, se asemejaba a Cristo, como nuestro «único mediador» (1 Timoteo 2:5), pero también era figura y sombra de otro personaje: usted, discípulo de Cristo.
Veamos 1 Pedro 2: 9 con énfasis añadido: «Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable». Note que somos «linaje escogido, nación santa, pueblo adquirido por Dios» y somos también «sacerdocio real».
En otras palabras, el texto nos apunta como el cumplimiento o la verdad del sacerdocio, quien media entre los hombres y Dios. Usted puede pensar: «Pero Jesús es el único mediador y solo él puede interceder». Su pensamiento está perfecto. Sin embargo, el texto de 1 Timoteo 2: 5 se refiere a Cristo como Mediador entre nosotros y el Padre, y quien perdona los pecados. Pero ¿quién le presenta a Cristo a una persona? ¿No somos nosotros, los participantes del reino?
Somos el medio de comunicación de Dios
Jesús no acostumbra a aparecer de la nada frente a alguien. Son personas que, repitiendo aquello que Cristo hizo por ellos, se lo presentan también a otras personas. Eso es lo que el texto dice: somos llamados a ser sacerdotes, para proclamar las verdades de aquel que nos sacó de las tinieblas y nos llevó a la luz, mediadores entre los hombres que no conocen a Dios. Somos el medio de comunicación de Dios.
Los medios de comunicación son todo aquello que está en el medio entre el emisor del mensaje y el receptor del mismo. Por eso, llamamos medios a la televisión, la radio e Internet, porque son medios. En sí mismos, no tienen nada para decir, ya que dependen de un emisor que los use para enviar un mensaje al receptor.
Medio es el papel que recibe la tinta, el aparato que conecta a las personas, el método de alcance. Y nosotros somos los medios de Dios. A través de nosotros él envía su mensaje, a través de nosotros él conmueve, a través de nosotros él quita el hambre, sacia la sed, cubre al desnudo, se hace presente. Por nosotros él exhibe su amor, manifiesta su sonrisa y materializa la bondad en un mundo malo. Nosotros somos «la luz del mundo» (Mateo 5:1 4) iluminando las tinieblas que nos rodean y haciendo que las personas reconozcan a Jesús por medio de ella (Mateo 5: 16). Somos sacerdotes, somos medios, somos el reino. Las piedras que fundamentan ese reino son las vidas de los verdaderos discípulos, cristianos verdaderos que activamente brillan, salgan, transforman, exhiben y manifiestan la presencia de Dios de verdad y de hecho.
Siguiendo el ejemplo de Cristo
«Dios es espíritu», pero se manifiesta de manera material en Jesucristo. Y nosotros, sus seguidores, manifestamos en el mundo real y material todo aquello que él nos dio de manera espiritual. Ese sacerdocio es para todos. ¡Nadie se queda afuera! No podemos vivir una fe que dependa de pastores y otros ministros que nombramos «sacerdotes» en la Tierra. Todos nosotros lo somos. Yo soy pastor, pero le digo a usted lector, que su oración tiene tanto poder como la mía.
Su ministerio es tan importante como el mío. Yo trabajo en un determinado contexto y Dios me llamó para cuidar de la iglesia. Pero usted también tiene su contexto para actuar y Dios le llama para ser su reino donde esté con los dones que él le dio. Los hombres que están en tinieblas dependen de su ministerio. Abandone su posición de «calienta asiento», porque lo hay discipulado allí. Pise los caminos de Jesús y sígalo.
Prediquemos el evangelio
Pero ¿cómo predicará usted en el evangelio? ¿Cómo hará su parte? ¿Cómo seremos el medio de comunicación de Dios? Veamos la lectura de 1 Pedro 2: 5 con énfasis: «vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo». El Señor nos construye para ser casas. ¿Y para qué sirve la casa? ¡Para vivir! ¡Dios nos quiere hacer casa espiritual! El Espíritu Santo habitará en nosotros. Usted debe creer que aquel que lo llamó hará en usted la obra necesaria, para que en usted se edifique esa casa donde habita él y donde su luz brilla. Todos tenemos dones y talentos que Dios nos dio. Cuando nos colocamos a disposición de Dios, usamos lo que ya tenemos y aquello que él nos da cuando aceptamos ponernos a disposición de él.
¿Cuál es mi don?
Si usted no sabe cuál es su don, no tiene problema. Colóquese a disposición de Dios en el trabajo, y él le revelará su don de manera clara. Eso será parte de su experiencia espiritual con él. Lo único que no puede suceder es que usted se quede parado, fuera del discipulado, ajeno a las necesidades de aquellos que están en tinieblas y no conocen a Dios. Vaya hacia el campo de misión, asuma su ministerio, y Dios le dará el poder para realizar todo lo que sea necesario. En ese proceso, usted conocerá mejor a Dios y sabrá lo que él piensa de usted, lo que él planificó para usted, conocerá su propósito en la vida y tendrá una relación viva con el maestro que usted sigue.
¿Cuál es su ministerio? Su ministerio es su don, su talento. Esto es lo que Dios lo llamó a hacer, y por eso él le dio sus dones. «Mi talento, mi ministerio», dice un slogan del 2016 de la Iglesia Adventista. Eso es verdad. Su ministerio está en aquello que Dios le dio como poder para que usted, como sacerdote y Reino, use esas herramientas que el Espíritu Santo le concedió para amar, salvar y servir.
Dios le eligió a usted, y me eligió a mí para revelarse al mundo. Somos sus medios de comunicación. Por eso, él lo convirtió, cambiando completamente su rumbo; colocó una misión en su corazón (capítulo 2); lo envió a un contexto para alcanzar a las personas e hizo morada en usted, dándole poder para hacer nuevos discípulos del Maestro. Y el ciclo vuelve a comenzar.
Autor: Diego Barreto, teólogo, es coautor del BibleCast, un podcast sobre teología para jóvenes, y productor de aplicaciones cristianas para dispositivos móviles. Hoy es pastor en los Estados Unidos.
Imagen: Foto de Austin Distel en Unsplash
PUBLICACIÓN ORIGINAL: Los medios de comunicación de Dios