“No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová” (Lev. 19:18). En las historias de Enoc,…
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“El que oprime al pobre afrenta a su Hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra” (Prov. 14:31).
La vida y las palabras de Juan el Bautista proporcionan algunas lecciones, sobre el tema de volver al Señor, que podrían usarse también en la familia.
La familia es una unidad relacional y Cristo puede brillar a través de su testimonio. La familia es el primer campo misionero.
Respecto a las normas culturales compatibles con el cristianismo, y las que no lo son, necesitamos permanecer bíblicamente fieles y culturalmente sensibles.
Tal vez lo más difícil de hacer en una situación emocionalmente exacerbada es recordar que nuestro cristianismo debe ser palpable en esos momentos.
Abordamos algunas de las realidades más aleccionadoras de la vida familiar a las que nos veremos expuestos, utilizando consejos bíblicos y cristianos.
Cualquiera sea el peso que soportamos con respecto a los hijos, es imperativo recordar que Dios se preocupa profundamente por la situación de cada familia.
Solamente Cristo puede transformarnos y darnos el amor que necesitamos para amar de verdad a nuestra familia. Él es el mejor nexo de unión.
La relación entre una pareja pura es una copia de la relación de amor entre DIOS y sus criaturas y viceversa. El mismo principio que une a una pareja en su intimidad privada es lo que une a los seres que pertenecen a Dios: el amor.
Seamos honestos y admitamos que necesitamos la ayuda externa del Señor para ser buenas madres, padres, hijos e hijas.