“Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día,
Y en tu justicia será enaltecido.
Porque tú eres la gloria de su potencia,
Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder”.
Salmo 89:15-17
Invoquemos a Dios de día y de noche, pidamos su presencia de forma constante en nuestra vida. Cuando hacemos esto, tenemos la seguridad de caminar cada día a su lado. Invocar no es solo pedir que Dios esté a nuestro lado, esto implica que deseamos caminar a su lado, siendo Él quien guíe nuestros pasos, lo cual implica caminar como él caminaría en nuestro lugar, y esto nos garantiza que haremos las cosas como Él las haría, “caminar a la luz de su rostro”.
Si hacemos esto tenemos la promesa de estar alegres todo el día. Esto no quiere decir que siempre estemos sonriendo, pero sí tendremos la paz de saber que, pase lo que pase, lo estamos haciendo bien, aunque no sea un momento agradable por el que estemos pasando. Si somos capaces de llevar la jornada de esta manera, sabremos que Dios nos exaltará, “seremos enaltecidos” porque estamos siguiendo la justicia de Dios, es decir, haciendo las cosas de forma justa, correcta, de acuerdo a su voluntad.
Sólo actuando de esta manera tendremos el verdadero éxito, el que tiene que ver con la eternidad, y no necesariamente con el éxito temporal. Dios será quien lleve el mérito de las cosas que salgan bien, y así lo reconoceremos pues hemos sido conscientes de haber invocado su nombre y haber hecho las cosas con su ayuda como él desea. El mérito es siempre suyo y no nuestro. Si continuamos haciendo esto, “por su buena voluntad” Dios nos seguirá bendiciendo, mientras sigamos haciendo un buen uso de las bendiciones que nos da.