¿Es éste el lenguaje de vuestro corazón? “Soy tuyo por completo, mi Salvador; tú pagaste el rescate por mi alma, y todo lo que soy o lo que seré te pertenece. Ayúdame a adquirir recursos, no para gastarlos neciamente, no para complacer mi orgullo, sino para usarlos para gloria de tu nombre”.
En todo lo que hagáis, que vuestra preocupación sea: ¿Es éste el camino del Señor? ¿Agradará esto a mi Salvador? El dio su vida por mí: ¿Qué puedo dar yo por Dios? Puedo decir tan sólo: “De lo recibido de tu mano te damos” 1 Crónicas 29:14. A menos que el nombre de Dios esté escrito en vuestras frentes—escrito allí porque Dios es el centro de vuestros pensamientos—no se os hallará en luz para que recibáis la herencia. Vuestro Creador ha derramado sobre vosotros todo el cielo en un solo don maravilloso: su Hijo unigénito…
Dios extiende su mano sobre los diezmos tanto como sobre los donativos y las ofrendas, y dice: “Esto me pertenece. Cuando os confié mis bienes especifiqué que una parte debía ser vuestra, para suplir vuestras necesidades, y otra porción debía devolvérseme”.
Cuando reuníais vuestra cosecha y llenabais vuestros galpones y graneros para vuestra propia comodidad, ¿devolvisteis a Dios fielmente el diezmo? ¿Le presentasteis vuestros donativos y ofrendas para que su causa no sufriera? ¿Habéis cuidado de los huérfanos y las viudas? Esto constituye un ramo de la actividad misionera que por ninguna razón debería descuidarse.
¿No hay a vuestro alrededor pobres y dolientes que necesitan ropas abrigadas, alimento mejor, y sobre todo lo demás, lo que será más apreciado: simpatía y amor? ¿Qué habéis hecho por las viudas, los angustiados, que os piden ayuda para educar y preparar a los hijos o nietos? ¿Cómo habéis tratado estos casos? ¿Habéis procurado ayudar a los huérfanos? Cuando padres o abuelos ansiosos y preocupados os han pedido, y hasta os han rogado que consideréis sus casos, ¿los habéis rechazado con negativas insensibles e indiferentes? Si ha sido así, que el Señor se compadezca de vuestro futuro; porque, “con la medida con que medís, os será medido”. Mateo 7:2. ¿Podemos admirarnos de que el Señor retenga su bendición cuando sus donativos son pervertidos egoístamente y mal usados?
Dios está constantemente derramando sobre vosotros las bendiciones de esta vida; y si os pide que ayudéis en los diversos ramos de su obra, lo hace en vuestro propio interés temporal y espiritual, para que así reconozcáis que Dios es el dador de toda bendición. Dios, como Obrero principal colabora con los hombres en la tarea de proporcionar los medios necesarios para su mantenimiento; por eso requiere que ellos colaboren con él en la salvación de las almas. Ha colocado en manos de sus siervos los recursos necesarios para promover su obra en las misiones nacionales y extranjeras. Pero si tan sólo la mitad de la gente cumple con su deber, la tesorería carecerá de los fondos necesarios, y como resultado muchas partes de la obra de Dios quedarán incompletas.
Contestando la oración de Cristo por la unidad
La iglesia no podrá alcanzar la posición que Dios desea que logre hasta que se una en simpatía con sus obreros misioneros. La unidad por la que Cristo oró no podrá existir hasta que se lleve espiritualidad al servicio misionero, y hasta que la iglesia se convierta en un instrumento para soporte de las misiones. Los esfuerzos de los misioneros no guiarán lo que se proponen hasta que los miembros de la iglesia de los campos nacionales demuestren, no sólo en palabra sino también por la acción, que comprenden la obligación que descansa sobre ellos de proporcionar a los misioneros su entusiasta apoyo.
Dios pide obreros. Se necesita actividad personal. Pero la conversión viene en primer lugar; y después de ella, la búsqueda de la salvación de los demás.
Hay que vaciar el corazón de egoísmo
Lamentable que la iglesia experimente hoy tan poca acción a manifestar agradecimiento al Señor por haberla enriquecido con su gracia, por haberle dado recursos para suplir su tesorería.
Las porciones improductivas de la viña del Señor llaman a Dios diciendo: “Los hombres me han descuidado”. Al permitir que sus semejantes permanezcan en la esclavitud de la necesidad y la degradación, hombres y mujeres dan la oportunidad a Satanás de reprochar a Dios por permitir que sus hijos padezcan de lo necesario para vivir. Dios es insultado por la indiferencia de las personas a quienes ha encomendado sus bienes. Sus mayordomos rehúsan percatarse de la aflicción que deberían aliviar. Así acarrean oprobio sobre Dios.
Que nadie considere livianamente sus responsabilidades. Si no negociáis con pesos, sino tan sólo con centavos, recordad que la bendición de Dios descansa sobre la diligencia infatigable. El no desprecia el día de las cosas pequeñas. Un empleo atinado de las cosas pequeñas producirá una ganancia admirable. Un talento convenientemente utilizado producirá dos para Dios. Se espera que el interés sea proporcional al capital confiado. Dios acepta de acuerdo con lo que un hombre tiene, en proporción con lo que no tiene.
Dios pide lo que le debéis en diezmos y ofrendas. Pide consagración en cada ramo de su obra. Desempeñad fielmente vuestra parte en el puesto del deber que se os ha asignado. Trabajad fervorosamente recordando que Cristo está a vuestro lado planeando, proyectando y construyendo para vosotros. “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. 2 Corintios 9:8. Dad con alegría, gozo y desprendimiento, agradecidos porque podéis hacer algo para promover el reino de Dios en el mundo. Vaciad el corazón de egoísmo y disponed la mente a la actividad cristiana. Si estáis en estrecha relación con Dios estaréis dispuestos a realizar cualquier sacrificio con tal de colocar la vida eterna al alcance de los que perecen.
La prosperidad espiritual y la liberalidad cristiana
En el nombre del Señor os ruego, hermanos míos, en este momento de crisis mundial, que acudáis a ayudar al Señor, a ayudarle contra los poderosos. Siempre que se retiene lo que es del Señor se acarrea maldición. La prosperidad espiritual está estrechamente ligada con la liberalidad cristiana. Anhelad tan sólo la exaltación que produce la imitación de la beneficencia divina del Redentor. Tenéis la preciosa seguridad de que vuestro tesoro va delante de vosotros a los recintos celestiales.
¿Queréis aseguraros vuestras propiedades? Colocadlas en las manos que llevan las marcas de los clavos de la crucifixión. Retenedlo todo en vuestra posesión y será para vuestra pérdida eterna. Dadlo a Dios, y a partir de ese momento llevará su marca. Quedará sellado con su inmutabilidad. ¿Queréis gozar de vuestros bienes? Entonces utilizadlos para bendecir a los que sufren. ¿Queréis aumentar vuestras posesiones? “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”. Proverbios 3:9, 10.
Dios volverá a llenar la mano
Si todos desempeñan su parte, la esterilidad de la viña del Señor ya no hablará más para condenar a los que profesan seguir a Cristo. La obra misionera médica debe abrir la puerta para que entre el Evangelio de la verdad presente. El mensaje del tercer ángel debe hacerse resonar en todos los lugares. ¡Economizad! Despojaos del orgullo. Dad a Dios vuestro tesoro terrenal. Dad lo que podéis ahora, y a medida que colaboráis con Cristo vuestra mano se abrirá para impartir aún más. Dios volverá a llenar más vuestra mano para que el tesoro de la verdad pueda ser llevado a muchas almas. Él os dará para que vosotros podáis dar a otros.
Consejos sobre Mayordomía Cristiana, capítulo 9.
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