Hace tiempo leí la definición que alguien hacía sobre la vida. Esta persona decía que “La vida era un juego que hay que saber jugar” y añadía, “el que no juegue adecuadamente, irremisiblemente fracasará”. Una pregunta viene a mi mente: Jesús, ¿has aprendido a jugar el juego de la vida, o por el contrario dejas todo al azar y a la improvisación del momento?
¡Cuántas vidas frustradas, fracasadas, destruidas y perdidas, simplemente por no jugar como conviene! ¡Cuántas personas viven toda una vida y llegan a su final sin darse cuenta de la realidad que han vivido! Y esto me lleva a hacer la siguiente afirmación: cada persona que nazca en este mundo debería tener dos prioridades, por un lado conocer las reglas del juego y por otro, aplicar lo que sabe en el día a día.
¿Te has planteado el papel que tiene la Biblia en la vida de cada uno? A la luz de lo que estamos comentando, me doy cuenta de que las Escrituras, son el conjunto de consejos y reglas que Dios nos da para que conozcamos el juego, sepamos movernos en los diferentes momentos, y todo con un propósito: poder ganar y triunfar en esta vida.
LA ESCRITURA HABLA
Es curioso observar que después de la presentación que Dios hace en el libro del Génesis, nos presenta el esquema del juego en el libro del Éxodo. Este esquema es la réplica que cada creyente tiene que vivir en esta vida. El esquema consta de tres partes claramente diferenciadas: Egipto, el camino y Canaán. Egipto representa el pecado con un enemigo que intentará complicarnos la existencia. El camino representa el trayecto que cada uno deberá recorrer y Canaán simboliza el objetivo a alcanzar, el lugar de aquellos que han sido capaces de luchar y hacerlo hasta el final, alcanzando la victoria.
Permíteme que considere el siguiente pasaje de la Escritura: “Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra y se vuelva a Egipto. Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto… Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guardarlos por el camino y de noche en una columna de fuego para alumbrarles.” (Éx. 13: 17, 18 y 21)
El texto que acabas de leer te permite ver las diferentes cosas que vas a encontrar en el camino. Se mencionan gigantes, arrepentimientos, guerras, Egipto, rodeos, desierto. Y en el versículo 21 se añade algo que con frecuencia pasa desapercibido pero que es la clave del juego: Dios va delante para guiarnos, alumbrarnos y lo hace de una forma extraña, en una nube o en medio del fuego.
INGREDIENTES FUNDAMENTALES
Me gustaría pasar a analizar de forma breve pero clara, los tres ingredientes fundamentales que van a intervenir en el juego: el enemigo, el camino y Dios.
1. EL ENEMIGO
El papel del enemigo consiste en que recorramos el camino de forma tal que sea imposible alcanzar la victoria. Nos propondrá tres formas de andar: con prisas, con enfados y con tristeza.
Andar con prisas: cada creyente debe vivir con unos límites claros. Cuando uno se sale de esos límites, lo que está haciendo es salirse del camino. En el contexto de hoy diríamos que está jugando mal, está perdiendo, por lo que nunca llegará al destino deseado. Piensa en un momento en el que tú hayas tenido prisa. ¿Qué te ha ocurrido? Que aunque quieras respetar los límites, no puedes. Mientras dure la prisa, correrás el riesgo de saltarte todos los límites que como creyente te has impuesto. Y ¿por qué haces esto? No hay más explicación que esta: con prisas es imposible respetar los límites. Esto hace que el juego se complique y en lugar de ganar, pierdas.
Andar enfadado: el enfado nos impide ser lo que somos, es decir, como creyentes, además de tener límites, tenemos el objetivo de ser un ejemplo para los demás. Recordemos las palabras de Jesús: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:16) ¿Qué ocurre cuando uno se enfada? Que deja de ser lo que es, para convertirse en otra cosa diferente porque el enfado nos transforma. Esta forma de caminar, también nos hace jugar mal y nos hace perder.
Andar tristes: el problema de la tristeza es que nos impide ver lo que hay que ver. La mayor necesidad de todo ser humano es ver las cosas buenas y positivas, ver a Dios acompañándonos, guiándonos y alumbrándonos. Cuando uno está triste, pierde esta capacidad y centra su visión en las cosas de abajo y empezamos a percibir todo aquello que, en lugar de estimularnos a la lucha, nos hace indiferentes a todo. Con esta actitud no es posible jugar bien y mucho menos ganar.
2. EL DESIERTO
El camino que tenemos que recorrer, no es precisamente un camino de rosas, sino un desierto. La imagen del desierto debe servirnos para tomar conciencia de nuestra realidad, la que nos ayudará a entender, comprender y a aceptar aquello que vamos encontrando en el camino. Esta imagen intenta recordarnos que el desierto es:
Un lugar de paso: la primera idea que nos transmite el desierto es un planteamiento de vida. Estamos aquí de paso y no para quedarnos. Cuando uno vive aquí abajo pensando que este es el lugar donde hay que estar, empezamos a equivocarnos y un planteamiento tan desajustado no nos permitirá conseguir muchos aciertos y sí muchas equivocaciones.
Un lugar de prueba: la segunda idea que transmite el desierto es que es un lugar donde tenemos que enfrentar pruebas y dificultades. ¿Son realmente necesarias estas pruebas?, y si lo son ¿para qué sirven? Todos sabemos que la primera reacción cuando experimentamos las pruebas es la de quejarnos y buscar culpables. Esto, créeme, es la forma más desajustada de vivir las pruebas. Las dificultades no tienen el propósito de estimular nuestros desahogos, ni tampoco deberían servir para expresar nuestras quejas, protestas o censuras. Su propósito es doble y muy diferente al mencionado:
a) Descubrir quién eres en realidad. Con demasiada frecuencia creemos ser una cosa, cuando en realidad somos otra. Pues bien, las pruebas enfocarán tu situación y tu realidad pudiendo así descubrir tu verdadero yo. El calor, la sed, el cansancio….. todas ellas dibujarán con bastante precisión quién eres tú.
b) Aprender hermosas lecciones a través de las cuales creceremos y cambiaremos la ignorancia en sabiduría, convirtiéndonos de esta manera en personas idóneas para vivir en la Canaán celestial.
Un lugar de encuentro: finalmente diré que, otra de nuestras prioridades como personas que somos, es recuperar lo que fuimos en un principio: imagen y semejanza de Dios. ¿Cómo conseguirlo? Solo hay una forma: acercándonos al Creador. Por eso el desierto debe ser nuestro lugar de encuentro con Dios. Su presencia transformará nuestras vidas, haciendo de la vieja criatura una nueva.
3. DIOS
Y por último tenemos la pieza clave del juego de la vida. Dios es el que observa, el que ve, el que sabe, el que conoce y finalmente el que provee todo aquello que necesitamos. En los consejos que Dios nos da, nos dice cosas como éstas: “Pedid y se os dará”. “Sin mí, nada podéis hacer”. “Si no estáis unidos a mí, no podéis llevar fruto”. “No dependáis de vuestra sabiduría”. “Confía en el Señor y él te ayudará en todos tus caminos”…
¡Qué consejos más oportunos! Todos ellos están llenos de sabiduría y son necesarios si queremos avanzar, vencer y triunfar en nuestra andadura por este mundo. Paradójicamente ¿qué hacemos? La tendencia general no es acudir a Dios, sino alejarnos de él. Hoy el esfuerzo de todos los líderes espirituales es crear programas que atraigan a los creyentes, porque de no hacerlo así, se alejarían de él.
CONCLUSIÓN
Concluyo con tres textos bíblicos que arrojan luz a la reflexión y resumo las ideas principales que hemos mencionado:
“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” (Ose. 4:6)
“¡Oh, si me hubiera oído mi pueblo! ¡Si en mis caminos hubiera andado Israel! En un momento habría yo derribado a sus enemigos.” (Sal. 81: 13, 14)
“El pueblo sin entendimiento caerá.” (Ose. 4:14)
Todos queremos llegar a Canaán, pero la experiencia nos dice que pocos son los que la alcanzan. Por esta razón, es bueno tener en cuenta algunas cosas que hemos mencionado:
1. Recuerda que esta vida es como una especie de juego en el que se hace imprescindible conocer las reglas y aplicarlas.
2. Debido a la existencia del enemigo, ten un lema en tu vida: prohibidas las prisas, prohibido enfadarse y prohibido estar tristes.
3. Recuerda que las dificultades que encuentres en el camino, no tienen la finalidad de desanimarte sino de hacer de ti una persona encantadora, completa y admirable.
4. Y finalmente recuerda que Dios está ahí, a tu lado, para guiarte y darte luz. Cuando no sepas qué hacer, habla con tu Dios, confía en él y él te ayudará en todas las cosas que puedas necesitar.
Que Dios te bendiga. AMÉN.