Daniel y sus amigos mostraron en su vida y servicio la esencia de la verdadera religión—ese carácter no es el producto de mera formación académica sino que tiene sus raíces en los principios y valores de la Palabra de Dios.
Daniel y sus tres amigos eran jóvenes brillantes de ascendencia noble (Daniel 1:3). Eran “de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey” (v. 4, RVR1960).1 Adquirieron su educación temprana en Judea, y fueron llevados cautivos a Babilonia. Pero antes de que pudieran entrar al servicio de Nabucodonosor tenían que someterse a un entrenamiento en el palacio del rey, que llevaba unos tres años (v. 5). El plan de estudios babilónico sin duda abarcaba las ciencias (astronomía y matemática) y la literatura (historia natural y lenguas, como el sumerio y el arameo), así como la onirología, el estudio de los sueños y su interpretación.
Daniel fue conocido como alguien que tenía el “mayor espíritu y ciencia y entendimiento”, ruakh yattira (Daniel 5:12). Por lo tanto, “se halló en él luz e inteligencia y sabiduría, como sabiduría de dioses”. La realeza de Babilonia identificó correctamente el ruakh yattira de Daniel (ver Daniel 5:11, 14). Una expresión similar se usa nuevamente en Daniel 6:3 para caracterizar el servicio de Daniel en el reino medopersa. A lo largo del relato de Daniel 1 al 6, la integridad, la fe y el carácter caracterizan la vida y servicio de Daniel y sus amigos como sellos distintivos del Espíritu Santo.
Una vida íntegra
Primero, ten en cuenta su integridad. Los cuatro hebreos se tomaron en serio sus estudios. Podemos estar seguros de que entregaban todas sus tareas a tiempo y nunca intentaron copiarse durante un examen, sino que aprovechaban al máximo las habilidades intelectuales que Dios les había dado. Tales comportamientos revelan una prueba de mayordomía. Y Dios recompensó su fidelidad y trabajo arduo con “conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias” (Daniel 1:17). Las habilidades extraordinarias que Dios les concedió eran tanto intelectuales como espirituales.
Al final de sus estudios, el rey halló a estos hebreos “diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Daniel 1:20). Los cuatro se convirtieron en estadistas del reino. Nabucodonosor nombró a Daniel el gobernante principal de la provincia de Babilonia y su consejero en la corte (Daniel 2:49), mientras que a Sadrac, Mesac y Abednego se les dio la supervisión de la provincia de Babilonia (Daniel 2:49).
Confianza en Dios
Estos hebreos siempre mostraron una confianza inquebrantable en Dios. Obedecieron su Palabra y permanecieron puros sin importar las circunstancias. Por ejemplo, durante su entrenamiento, cuando se les servía comida y bebida real, elegían comer solo lo que Dios les había permitido (Daniel 1:8–12). Continuamente buscaban la ayuda de Dios a través de la oración y la alabanza (Daniel 2:17–23). Sadrac, Mesac y Abednego se negaron a inclinarse ante la ima- gen de oro de Nabucodonosor porque habían hecho su elección: adorar solo al Dios del cielo (3:12, 18).
Incluso cuando estaban amenazados de muerte en el horno de fuego, eligieron colocarse de lado del Dios viviente con la explicación: “nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará”. Pero incluso si no lo hiciera, “no servimos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17, 18).
Asimismo, Daniel exhibió una confianza inquebrantable en Dios. En el capítulo 6 lo vemos orando a Dios a pesar del decreto de que “cualquiera que en el espacio de treinta días demande petición de cualquier dios… sea echado en el foso de los leones” (Daniel 6:7).
Como estadistas, los cuatro hebreos fueron fieles a Dios y al rey al que servían hasta donde lo permitía la Palabra de Dios (Daniel 2:49; 3:12; 6:1–10). Los valores de Dios guiaron todas sus elecciones. Y Dios honró esas decisiones de acuerdo con sus propósitos. Las experiencias de Daniel y sus amigos muestran que sean cuales sean los desafíos que enfrenten, incluso las circunstancias que pongan en peligro su vida (Daniel 2:12; 3:17, 18, 26; 6:22, 23), Dios está con sus seguidores cuando siguen su decisión para servirle.
Una vida de fe
Segundo, Daniel y sus amigos vivieron vidas de fe. Una vida de fe llevará al creyente a honrar siempre el nombre del Señor, lo que llevará a otros a reconocer su soberanía. Nabucodonosor reconoció en Daniel y sus amigos, que: el “Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes” (Daniel 2:47) y que él era el Dios “Altísimo” cuyo “cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades” (Daniel 4:34). Asimismo, el decreto de Darío declaró que las personas “teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel; porque él es el Dios viviente” (Daniel 6:26).
A través de Daniel y sus amigos, los reyes de Babilonia y Medopersia aprendieron a ser reverentes al Dios de Israel.
No tenemos mucha información sobre la integridad ejecutiva de Sadrac, Mesac y Abednego en sus roles como gobernantes de las provincias. Sin embargo, podemos estar seguros de que habrán servido bien y honestamente en sus capacidades oficiales. Si no cedieron frente a un horno ardiente, ciertamente habrán defendido lo correcto en sus responsabilidades administrativas.
Honestidad
Daniel 6 registra un poderoso testimonio sobre la integridad de Daniel. El rey Darío había puesto 120 sátrapas sobre el reino medopersa. Sobre estos sátrapas colocó a tres administradores, entre los cuales estaba Daniel. Este arreglo probablemente era un mecanismo para compartir el poder asegurando que el reino no sufriera pérdidas económicas. En Daniel 6:3 al 5, aprendemos que Daniel “era superior” entre los administradores y que el rey quería poner a Daniel “sobre todo el reino” (versículo 3). En un intento por deshonrar a Daniel y evitar su posterior ascenso, los otros oficiales buscaron motivos para acusarlo de deshonestidad o incompetencia en asuntos de gobierno, pero no pudieron encontrar “ningún error ni falta” en él (versículo 4)
Daniel era completamente digno de confianza; no había corrupción en él, ni siquiera un rastro de negligencia. Era un ciudadano respetuoso de la ley y un estadista de incuestionable integridad. Él no causaría pérdidas financieras al reino. Como ha señalado Joyce G. Baldwin, la “intención del rey al nombrar supervisores de su servicio civil era que el rey no sufriera pérdidas, es decir, en territorio debido a levantamientos o en impuestos debido a sobornos. El peligro estaba siempre presente (cf. Esdras 4:13, en relación al siguiente siglo) y una persona mayor conocida por ser impermeable a la corrupción (versículo 4) sería un candidato obvio para esta responsabilidad adicional”.[1]
Un carácter ejemplar
Tercero, las vidas de Daniel y sus amigos apuntan a la importancia del carácter. ¿Qué hacía a Daniel diferente de otros administradores en el reino medopersa? Tenía todo lo que se necesitaba para servir en un alto puesto de gobierno: una educación excelente y una vasta experiencia, habiendo servido en un puesto igualmente alto en el reino de Babilonia. Sin embargo, eclipsó a sus compañeros administradores, no por su excelencia académica, sino porque había un “espíritu mayor” en él, un carácter excepcional de altos valores morales y espirituales que le habían sido inculcados a través de su fe. La clave del extraordinario estadismo de Daniel y sus tres amigos fue su educación integral, la cual forjó los valores de la ley de Dios con excelencia en el servicio en cualquier campo en el que sirvieran.
Como dijo Elena G. White: “La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos”.[2]
Integridad, fe y carácter
Daniel y sus compañeros ejemplificaron la integridad, la fe y carácter y superaron todas las pruebas. Están entre los más valientes de todos los tiempos, con su integridad en sus vidas y servicio desplegada para que todos la puedan ver. Demostraron que la esencia de la religión es el temor de Dios y que la integridad no es producto de un mero entrenamiento académico sino que debe estar enraizada en los principios y valores de la Palabra de Dios. No eran sólo exteriormente religiosos, sino que sometían todo su ser a los requerimientos de Dios. Su constante confianza en Dios y su Palabra les dio algo que la educación babilónica nunca podría ofrecer.
La esencia de la educación integral basada en valores que promueven los adventistas del séptimo día, incluso cuando uno está exiliado en Babilonia, requiere desarrollar con valentía una vida de integridad basada en los principios bíblicos. Cristo ha enviado a su Espíritu para capacitar a sus seguidores para que sean sabios en todas las cosas, en asuntos de fe, así como en alimentos y bebidas, estilo de vida, amistad, integridad académica y profesional, e incluso en corrección política o ambición. Tal valentía, a pesar de que a menudo es atacada, producirá un testimonio convincente de Dios y de su amor eterno.
Autor: Daniel Bediako (PhD, Instituto Internacional Adventista de Estudios Avanzados, Filipinas) es director asociado del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, EE. UU. Su E-mail es: [email protected].
Imagen: Shutterstock
Notas y referencias
Los textos bíblicos de este artículo provienen de la Versión Reina-Valera 1960 de la Biblia. Reina-Valera 1960 ® © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988. Utilizado con permiso.
[1] Traducción propia de Joyce G. Baldwin, Daniel: An Introduction and Commentary (Leicester, U.K.: InterVarsity Press, 1978), 128. Cursiva en el original.
[2] Elena G. White, La Educación (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 2009), 54.
Publicación original: La valentía de la integridad