Skip to main content

CompetenciaEn última instancia, el remedio para la competencia y la rivalidad es recibir el Espíritu de Cristo y poner a Dios en el centro de la vida. Vuestra energía y eficiencia en la edificación de mi reino, dice Jesús, dependen de que recibáis mi Espíritu.

Cuando escuchamos la palabra competencia, muchas veces pensamos en el ámbito deportivo. Si bien este es un ejemplo tangible, tal vez deberíamos considerar el panorama general. Al hacerlo, no estamos solos. Aun cuando Elena G. White abordó el tema de la rivalidad en el campo de juego,[1] escribió con más frecuencia sobre la competencia dentro del contexto de la vida. Examinaremos la evaluación que hace Elena G. White de la competencia dentro de este marco más amplio.[2]

La competencia se puede definir como «esforzarse por beneficiarse o ganar algo al derrotar o establecer superioridad sobre los demás».[3] Es a menudo equiparada con el término rivalidad.[4] De manera similar, Elena G. White describió la competencia como la lucha por la supremacía[5] y el deseo de ser el primero o tener la primacía.[6] También usó los términos competencia y rivalidad indistintamente.[7]

Ejemplos bíblicos

Elena G. White a menudo hizo referencia a las Escrituras al hablar de la competencia y la rivalidad. Señaló que el deseo de Lucifer de exaltarse a sí mismo «había introducido la lucha en los atrios celestiales» (ver Isaías 14:13).[8] Identificó el espíritu de rivalidad entre Jacob y Esaú,[9] que condujo al engaño (Génesis 25:29–34; 27), y señaló que la vida posterior de Jacob «se vio amargada por la rivalidad entre las dos hermanas», Lea y Raquel.[10]

Cristo encontró «un espíritu de rivalidad» entre sus discípulos cuando discutían quién sería el más grande en el reino.[11] Al describir los esfuerzos de Cristo por cultivar un espíritu de humildad y servicio desinteresado en sus seguidores, Elena G. White agregó: «Esta lección es para nosotros».[12]

La metáfora de Pablo que iguala las carreras antiguas y la vida cristiana (1a Corintios 9:24–27) es un pasaje al que Elena G. White hace referencia con frecuencia, señalando comparaciones y contrastes. Por un lado, Pablo invitó a los creyentes a imitar el compromiso de los competidores por obtener el premio.[13] Por otro, hizo distinción entre las competiciones populares, donde solo uno recibía el premio, y la carrera celestial, donde la victoria de uno no resta valor a la de otro.[14]

Entornos corporativos

Elena G. White abordó la competencia y la rivalidad dentro de diferentes contextos, tanto corporativos como personales. Sostenía que las instituciones denominacionales no debían competir. «No debe haber rivalidad entre las instituciones del Señor», afirmó.[15] Cuando algunos miembros de la iglesia abrieron un sanatorio en Colorado, por ejemplo, para competir con la institución ya establecida, ella escribió: «[El Señor] ordena que se ponga fin a esta miserable obra de rivalidad».[16]

Elena G. White también afirmó que las instituciones eclesiásticas no deberían tratar de rivalizar con las entidades no denominacionales. «Tampoco debemos, al fundar nuestras instituciones, tratar de competir en tamaño o esplendor con las instituciones del mundo».[17] Otro ejemplo fue la rivalidad que surgió entre las editoriales adventistas. «Mi corazón está enfermo, afligido, decepcionado», escribió. «Un despreciable espíritu de rivalidad, un espíritu de búsqueda de la supremacía, prevalece en las editoriales Pacific Press y Review and Herald».[18] Una de las formas en que estas instituciones competían era aumentando el número de ilustraciones en los materiales publicados, lo que incrementaba significativamente su costo.[19] «No debe existir ningún tipo de rivalidad entre nuestras casas editoras», declaró ella.[20]

Con respecto a la escuela típica, Elena G. White preguntó: «¿Cuál es la tendencia actual en la educación?» a lo que ella respondió: «La complacencia del yo». Esta estimulación «a la emulación y la rivalidad», advirtió, «fomenta el egoísmo, raíz de todo mal». En el plan de Dios para la educación, sin embargo, no podía haber lugar para tal rivalidad.[21]

De manera similar, aconsejó a los líderes de Escuela Sabática que no busquen «mantener el interés ofreciendo premios», y advirtió que «el ofrecer premios creará rivalidad, envidia y celos». Además, estas competencias traerán «una tensión demasiado grande para el niño ambicioso, mientras que los demás se desaniman».[22]

Contextos personales

No era solo la rivalidad entre y dentro de las entidades denominacionales lo que le preocupaba a Elena G. White, sino la competencia entre los individuos, especialmente los obreros evangélicos. «No debe existir una partícula de discordia o rivalidad entre los obreros. La obra es una, supervisada por un líder».[23] A los ministros, escribió: «Entre los pastores del rebaño de Dios no debe haber rivalidad».[24] A los miembros de iglesia también se les advirtió que no entraran en un espíritu de rivalidad.[25]

En las relaciones comerciales, por ejemplo, Elena G. White observó que algunas personas relacionadas con la iglesia hacían tratos ventajosos y los no creyentes los veían como «competidores entusiastas por obtener ventajas en el comercio». Aunque estos miembros de iglesia pueden haber pensado que estaban beneficiando la obra a través de mayores diezmos y ofrendas, «su agudeza los ha vuelto inútiles para fortalecer la iglesia» y «la obra ha sido muy obstaculizada».[26]

Elena G. White también escribió acerca de la competencia y rivalidad dentro de la familia. «Competir con sus vecinos y feligreses en materia de vestimenta y ostentación es el pecado de muchos padres», afirmó, alertando que esto redundaría en «la ruina de sus hijos».[27] Tal competencia se evidenciaba en la forma en que los padres vestían a sus hijos y amueblaban y decoraban el hogar.[28]

Elena G. White consideró incluso necesario advertir a sus propios hijos sobre los peligros de la rivalidad. «Edson», escribió, «deseo advertirte acerca de despertar un espíritu de rivalidad. Dios está usando a Willie, y se complace en usarte a ti. Trabajen en perfecta armonía en vuestros diferentes ramos de la obra, y que no entre ningún espíritu de celo o de búsqueda de la supremacía».[29]

Las consecuencias

Elena G. White señaló las consecuencias de albergar un espíritu de competencia y rivalidad. Este «espíritu de lucha por el dominio», advirtió, creará desunión y «causará diferencia y contención».[30] Algunos se volverán sospechosos y celosos. Ella señaló el efecto final: «La gran debilidad en las iglesias es el resultado del espíritu de rivalidad, de buscar ser el primero».[31] Esto se debió a varios factores:

Primero, la vida espiritual se ve afectada. Aquellos que aman las agudas prácticas competitivas del mundo, declaró, «han perdido su visión espiritual».[32] En otra ocasión, escribió: «El espíritu de rivalidad… herirá y finalmente arruinará a toda alma que se dedique a ello».[33]

El testimonio cristiano de la iglesia también se ve comprometido. Como resultado de estos entusiastas competidores, el mundo «ha perdido en gran medida la convicción de que los adventistas del séptimo día son un pueblo peculiarmente leal a Dios».[34] No solo se tergiversa la verdad y se deshonra la causa de Dios,[35] sino que el espíritu de rivalidad «desplazará al espíritu misionero».[36]

Trágicamente, cuando ocurre la rivalidad, el Espíritu Santo se entristece, los ángeles ministradores son desterrados y Dios no puede bendecir.[37] Sin embargo, para exponer el asunto afirmativamente: «Cuando los obreros tengan un Cristo permanente en sus propias almas, cuando todo egoísmo esté muerto, cuando no haya rivalidad, ni contienda por la supremacía, cuando exista la unidad, cuando se santifiquen a sí mismos, para que se vea y se sienta el amor de los unos por los otros, entonces vendrán las lluvias de gracia del Espíritu Santo… ciertamente vendrán sobre ellos».[38]

El remedio

Mientras Elena G. White abordó directamente sus peli- gros, la competencia y rivalidad fueron una temática menor en sus escritos. Su énfasis estaba en el antídoto: cooperación, unidad y un espíritu de servicio desinteresado. De hecho, se refirió a la cooperación 10 veces más que a la competencia y rivalidad combinadas, y a la unidad y el servicio incluso más frecuentemente. ¿Qué dijo ella?

«El plan de Dios para sus instituciones no contempla la consolidación ni la rivalidad ni la crítica, sino la colaboración».[39] En cuanto a la educación, escribió: «La cooperación debería ser el espíritu del aula, la ley de su vida».[40] Se les instruyó a los obreros evangélicos: «Debieran consultarse con frecuencia y colaborar con entusiasmo y sinceridad».[41] Independientemente de la situación, «la cooperación y la unidad son indispensables para constituir un todo armonioso».[42]

Buscar la armonía y la unidad es clave. Cuando hay «un esfuerzo decidido, no para la rivalidad, no para exaltar el yo, sino para armonizar con los demás», escribió Elena G. White, «el yo se pierde de vista y Cristo es exaltado».[43] Señalando el objetivo de la unidad, preguntó: «¿Qué vemos? Una competencia egoísta entre hermanos… El hecho de que somos salvos por el inconmensurable sacrificio del Hijo de Dios, ¿no debería ser suficiente para hacer que nos unamos en los lazos de la unidad y el amor?»[44]

Humildad, gracia y amor

Las contramedidas al espíritu de competencia y rivalidad se encuentran en los atributos de humildad, gracia y amor. Elena G. White escribió que cuando somos partícipes de la gracia divina, «[entonces] no habrá rivalidad, ni esfuerzo para complacerse a sí mismo, ni se deseará el puesto más alto».[45] En otra ocasión agregó: «En cada línea de servicio toda rivalidad debe ser apagada. Los corazones deben estar ligados unos a otros. El amor cristiano debe manifestarse».[46]

En última instancia, el remedio para la competencia y la rivalidad es recibir el Espíritu de Cristo y poner a Dios en el centro de la vida. «Vuestra energía y eficiencia en la edificación de mi reino—dice Jesús,—dependen de que recibáis mi Espíritu… Entonces no habrá rivalidad ni esfuerzo para complacerse a sí mismo, ni se deseará el puesto más alto».[47] Cuando «el Señor sea considerado como el gran Centro», afirmó Elena G. White, no habrá «división, ni rivalidad peligrosa, sino una conexión y dependencia mutua» que producirá «una armonía semejante a la armonía del cielo».[48]

Que nuestras vidas estén llenas del Espíritu de Jesús, quien «‘no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20: 28, RVR1960).[49]

Autor: John Wesley Taylor V (Ph.D., Universidad Andrews, Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos; Ed.D., Universidad de Virginia, EE. UU.) se desempeña como director asociado de Educación en la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland, USA. Su e-mail: [email protected].

Publicación original: John Wesley Taylor V, “Elena G. White y la cuestión de la competencia,” Diálogo 34:2 (2022): 12-15

Notas y referencias

[1] Por ejemplo, en una carta escrita a W.W. Prescott, presidente de Battle Creek College, una parte de la cual está publicada en Manuscript Releases, volumen 6, páginas 127 y 128 bajo el título “Deportes competitivos en las escuelas adventistas”. En una carta escrita desde Australia en 1894 con respecto a las carreras de bicicletas que invadieron Battle Creek, Míchigan, donde tenía su sede la obra de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y donde se había establecido el primer colegio adventista, Elena G. White observó que un mensajero celestial le había revelado que: “Había algunos que luchaban por la superioridad, cada uno intentando adelantarse al otro en la veloz carrera de sus bicicletas. Había un espíritu de disensión entre ellos, y contendían unos con otros acerca de cuál sería el más sobresaliente. Este ambiente era semejante a aquel que se manifestó en los juegos de béisbol en el terreno del colegio.” Luego registró que el mensajero celestial dijo: “Estas cosas ofenden a Dios” (Testimonios para la iglesia [Miami, Florida: APIA, 1998], 8:59). Un artículo bien documentado titulado “Ellen G. White and Competitive Sports”, escrito por Ron Graybill, fue publicado en el número de julio de 1974 de Ministry, páginas 4 a 7, y está disponible en http://documents.adventistarchives.org/Periodicals/ MIN/MIN19740701-V47-07.pdf.
[2] El presente artículo se basa en una revisión de todas las declaraciones escritas por Elena G. White que incluyen los términos competencia/competición o rivalidad o sus derivados (p. ej., competir, compitiendo, competidor, etc.), utilizando la función de investigación online (https:// egwwritings.org/) proporcionada por el Centro White (https:// whiteestate.org/)
[3] Traducción libre del inglés de Oxford UK Dictionary (https://www.lexico.com/definition/competition).
[4] El American Heritage Dictionary define la competencia como: “El acto de competir, con fines lucrativos o un premio; rivalidad” (Traducción libre del inglés https://ahdictionary.com/word/search.html?q=competition) y la rivalidad como “el acto de competir o emular” (ibid.: https:// ahdictionary.com/word/search.html? q=rivalidad; Traducción libre del Inglés). De manera similar, el Cambridge Dictionary define la rivalidad como “una situación en la que las personas, las empresas, etc., compiten entre sí por lo mismo” (https://dictionary.cambridge.org/us/dictionary/english/rivalry), Traducción libre del inglés.
[5] Elena G. White, Mensajes selectos (Mountain View, California: Pacific Press, 1966). 1:206.
[6] Elena G. de White, Palabras de vida del gran maestro (Mountain View, California: Pacific Press, 1971), 72; Elena G. de White, El deseado de todas las gentes (Mountain View, California: Pacific Press, 1955), 402; y , “The Truth and Its Power in the Heart”, Signs of the Times (13 de octubre de 1898).
[7] Refiriéndose al ministerio de publicaciones, por ejemplo, escribió: “Hay una rivalidad en la obra. . . . Los editores y autores que participen en esta competencia perderán la gracia de Dios de sus corazones” (Carta 133, 1899; fechada el 10 de septiembre, a Edson y Emma White; énfasis en el original, Traducción libre del inglés. Véase también: Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 7:100.
[8] Elena G. de White, El deseado de todas las gentes, 402.
[9] Elena G. de White, Manuscrito 139, 1899.
[10] Elena G. de White, Historia de los patriarcas y profetas (Miami, Florida: APIA, 2008), 168. David experimentó de manera similar “desgraciada discordia, rivalidad y celos entre sus numerosas esposas e hijos” Spirit of Prophecy (Battle Creek, Mich.: Seventh-day Adventist Publ. Assn., 1870), volumen 1, página 377. Traducción libre del inglés.
[11] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, 432. El incidente está registrado en Mateo 18.
[12] Elena G. de White, Carta 26a, 1889. Traducción libre del inglés.
[13] En este contexto, Elena G. White proporcionó una referencia positiva a la competencia: “Esta gloriosa competencia está ante nosotros. El apóstol busca inspirarnos a entrar en una noble emulación, una competencia en la que no se verá egoísmo, injusticia o trabajo turbio. Debemos usar cada nervio y músculo espiritual en la contienda por la corona de la vida. Nadie que haga lo mejor que pueda fracasará en este concurso” (Manuscrito 74, 1903; Traducción libre del inglés.
[14] En una carta a su hijo Edson, Elena G. White escribió: “En los juegos en los que en la antigüedad los hombres luchaban por ascender, solo uno recibía el premio. Solo una mano podía tomar la codiciada corona de laureles. Por muy entusiasta y sinceramente los otros competidores se hubieran esforzado, quedaban decepcionados. No es así en la contienda celestial, la carrera por la vida eterna. Todo el que haga lo mejor que pueda recibirá la corona de la inmortalidad” (Carta 270, 1903; Traducción libre del inglés.
[15] Manuscrito 41, 1901; Traducción libre del inglés. En otra ocasión, escribió “Lo que más me alarma es el espíritu de rivalidad en nuestras instituciones” (Carta 146, 1899 a WC Sisley y CH Jones, Traducción libre del inglés).
[16] Elena G. de White, Carta 262, 1907 a J. E[dson] White, fechada el 21 de agosto. Traducción libre del inglés. Unos días más tarde, Elena G. White escribió nuevamente a Edson: “El Señor no es glorificado por la obra del sanatorio que se ha establecido en Boulder en rivalidad a la institución original. El diseño de este sanatorio y su funcionamiento han sido contrarios a la voluntad y camino del Señor” (Carta 410, 1907, fechada el 26 de agosto; Traducción libre del inglés). Unas semanas más tarde, ella escribiría a J.J. Wessels y su esposa describiendo la situación con más detalle: “Se construyó un sanatorio rival en Boulder, a poca distancia de la institución original. Uno estaba trabajando en líneas correctas, el otro en líneas incorrectas. En la segunda institución se permitía comer carne y se hacían entretenimientos indebidos” (Carta 286, 1907, del 17 de septiembre; Traducción libre del inglés). Se había escrito una carta anterior a O.G. Place, un líder del sanatorio rival, y sus asociados, con respecto al asunto, que él había ignorado (Carta 196, 1906, fechada el 26 de junio).
[17] Elena G. White, El ministerio médico (Miami, Florida: APIA, 2001), 206.
[18] Elena G. de White, Manuscrito 2, 1902. Traducción libre del Inglés. Elena G. White luego agregó: “Debido al deseo que se manifiesta de obtener ventaja unos sobre otros, Dios ciertamente humillará a los hombres que tienen responsabilidades en estos oficios de publicación… Se necesita el poder convertidor de Dios para limpiar las instituciones de toda rivalidad y pretensión”. Traducción libre del inglés.
[19] Elena G. de White, El ministerio de publicaciones (Miami, Florida: APIA, 1997), 236. De manera similar, Elena G. White escribió a G.A. Irwin, presidente de la Asociación General, con respecto al asunto: “La sucesión casi interminable de investigaciones tediosas, demoras y ansiedades, y el gran gasto en aumentar las instalaciones para multiplicar las ilustraciones es simplemente conducir de antemano a una especie de idolatría. El espíritu y la acción armónicos no se introducen en la obra, sino en cambio la rivalidad y lucha” (Carta 145, 1899, Traducción libre del inglés).
[20] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 7:165.
[21] Elena G. de White, La educación (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1998), 225-226
[22] Elena G. de White, Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1992), 204.
[23] Traducción libre del inglés Carta 53, 1887; fechada el 1 de marzo y dirigido a “Brethren and Sisters Attending Oakland Meeting”. Una década más tarde, Elena G. White afirmaría: “Cuando los obreros combinen la fe y las obras, no habrá traición de las responsabilidades sagradas y los encargos sagrados. No habrá rivalidad” (Carta 49a, 1896, Traducción libre del inglés). Elena G. White, Manuscrito 128, 1901. Traducción libre del inglés.
[24]  Elena G. White, Manuscrito 128, 1901. Traducción libre del inglés.
[25] Con respecto al caso de erigir un edificio de iglesia en Healdsburg, Elena G. White escribió: “[H]ay muchos carpinteros y otros que han venido de diferentes lugares y se han establecido en Healdsburg que no han sido impulsados por el espíritu correcto ni por los motivos correctos. Tan pronto como se agitó el tema de la construcción de un centro de reuniones, comenzaron a manifestar un espíritu de rivalidad y a codiciar egoístamente la obra por temor a que se llamara a alguien fuera de Healdsburg para que tomara parte o se hiciera líder en la obra” (Manuscrito 23, 1886; Traducción libre del inglés).
[26] Manuscrito 41, 1901; Traducción libre del inglés. Al analizar estas prácticas comerciales, Elena G. White agregó: “Los beneficios desleales, las pequeñas argucias en el comercio, la exageración, la competencia, el menosprecio a un hermano que intenta llevar a cabo un negocio honrado son causa de corrupción de la pureza de la iglesia y arruinan su espiritualidad” (Testimonios para la iglesia, 4:484). Véase también La educación, página 137.
[27]  Manuscrito 12, 1898; Traducción libre del Inglés. Advirtió además que si los padres buscaban “seguir la moda [y] a practicar ostentación para ganar influencia en el mundo”, esto llevaría a sus hijos “a competir con la ostentación y extravagancia del mundo” y, como resultado, a estar menos inclinados a “a salvar las almas por las cuales Cristo murió” (Testimonios para la iglesia, 6:449). También está envuelto un principio de mayordomía (ver Consejos sobre mayordomía cristiana [Mountain View, California: Pacific Press, 1970], página 144, y Mensaje para los jóvenes [Miami: APIA, 2008], página 221).
[28] Véase, por ejemplo Elena G. de White, La conducción del niño (Mountain View, California: Pacific Press, 1964), página 391; y Elena G. de White, El hogar cristiano (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), página 134.
[29] Elena G. de White, Carta 30, 1878; fechada el 20 de junio y dirigida a J. E[dson] White. Unos 20 años más tarde, ella le escribiría nuevamente a Edson: “Te advierto que no inicies una rivalidad en la creación de libros, porque tu peligro se presentó ante mí” (Carta 242, 1899; Traducción libre del inglés).
[30] Elena G. de White, Carta 206, 1907 a J.E. Tenney, director de la Academia Graysville, que luego se convertiría en la Southern Adventist University. Traducción libre del inglés.
[31] Elena G. de White, Carta 136, 1900. Traducción libre del inglés.
[32] Elena G. de White, Manuscrito 41, 1901. Traducción libre del inglés.
[33] Elena G. de White, Manuscrito 139, 1899. Traducción libre del inglés
[34] Elena G. de White, Manuscrito. 41, 1901. Traducción libre del inglés.
[35] Elena G. de White, Carta 105, 1904 a J. E[dson] White; Traducción libre del inglés. Véase también Spirit of Prophecy (Battle Creek, Mich.: Seventh-day Adventist Publ. Assn., 1877), 2:138.
[36] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 7:165.
[37] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 7:165. Mensajes selectos, 1:175.
[38] Elena G. de White, Manuscrito 24, 1896. Traducción libre del inglés.
[39] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 7:166. Nótese que Elena G. White aquí contrastó la cooperación con la rivalidad, por un lado, en la que las instituciones compiten entre sí por la supremacía, y con la consolidación, por el otro, cuando las instituciones se fusionan, perdiendo su propia identidad.
[40] Elena G. de White, La educación, 285.
[41] Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 9:89.
[42] Elena G. de White, El evangelismo (Miami: APIA, 1994), 80.
[43] Elena G. de White, Carta 152, 1899. Traducción libre del inglés.
[44] Elena G. de White, Manuscrito 160a, 1898. Traducción libre del inglés. En una carta a J.E. Tenney, director de la Academia Graysville en Tennessee, Elena G. White declaró de manera similar: “Debemos guardarnos de la entrada de un espíritu de rivalidad. . . . Dios llama a una manifestación de unidad y de amor” (Carta 206, 1907, Traducción libre del inglés).
[45] Elena G. de White, El deseado de todas las gentes, 406.
[46] Elena G. de White, Manuscrito 131, 1899. Traducción libre del inglés.
[47] Elena G. de White, El deseado de todas las gentes, 406. Elena G. White también escribió: “Ofende a Dios el espíritu de. . . mostrar superioridad o rivalidad. El Espíritu de Cristo guiará a sus seguidores para que se preocupen, no solo por su éxito o ventajas, sino por tener también interés en el éxito y ventajas de sus hermanos” (A fin de conocerle [Nampa, Idaho: Pacific Press, 2008], 176).
[48] Elena G. de White, Manuscrito 176, 1901. Traducción libre del inglés.
[49] Elena G. de White, Texto de la Biblia citado de la versión Reina-Valera 1960 de la Biblia.
Revista Adventista de España