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Un macroestudio científico demuestra que la soja y sus productos no causan los efectos indeseables señalados por los detractores de esta super legumbre.

Muchos han sido los ataques y críticas vertidas contra la soja y sus productos a lo largo de las últimas décadas. Desde la acusación de feminizar a los niños varones cuyas madres tomaron soja durante la gestación, a causar impotencia sexual en los hombres o alteraciones menstruales en las mujeres, hasta frenar el funcionamiento de la glándula tiroides.

Los fitoestrógenos que contiene la soja, llamados isoflavonas, que por cierto se encuentran también en muchas otras semillas, han sido considerados por algunos médicos como disruptores hormonales. Por lo tanto, se ha prohibido consumir soja a las mujeres diagnosticadas de cáncer de mama, o a los hombres con cáncer de próstata. También algunos médicos han incluido a la soja y sus derivados en la “lista negra” de alimentos a evitar en caso de hipotiroidismo.

Muchos de estos ataques contra la soja proceden de interpretaciones tendenciosas o equivocadas de estudios con animales. Un sector de las industrias láctea y cárnica ha divulgado esos ataques contra la soja con fines comerciales, hasta el punto de que algunos médicos han creído que realmente la soja era un producto a evitar.

La ciencia rescata la soja de sus acusadores

Pero afortunadamente, la ciencia ha ido rebatiendo con datos y hechos los muchos ataques vertidos contra la soja. El último de esos estudios ha sido presentado en marzo 2021 por un equipo de investigadores de diez Universidades de todo el mundo, entre ellas la de Loma Linda en Estados Unidos.[1] Se trata de un macro-estudio en el que se han analizado 417 informes sobre la soja y que supone la absolución, creemos que definitiva, de la soja frente a sus acusadores. Estas son sus principales conclusiones:

  • No existe evidencia de que las isoflavonas de la soja influyan sobre los niveles hormonales de estrógenos en mujeres o de testosterona en los hombres; no son pues disruptores hormonales.
  • La ingesta materna de soja en mujeres gestantes o lactantes no tiene efectos negativos sobre el feto o sobre el lactante.
  • La ingesta de soja o de sus productos por niños y niñas es segura.
  • Las isoflavonas de la soja no afectan negativamente a la función de la glándula tiroides.
  • La soja y los productos con ella elaborados no están contraindicados en las mujeres con cáncer de mama.
  • La ingesta de soja desde la infancia protege contra la aparición de cáncer de mama en la edad adulta.

En resumen, no existe evidencia para acusar a la soja de los efectos indeseables esgrimidos por sus críticos. Los prejuicios contra la soja no tienen fundamento científico y los médicos que desaconsejan su consumo deberían revisar su posición y ponerse al día.

La producción de carne, verdadera causante de daño al ecosistema

Tampoco tienen fundamento las acusaciones de que el cultivo de soja causa deforestación, deterioro ambiental o uso abusivo de herbicidas y pesticidas. La mayor parte de la soja que se cultiva en el mundo, y toda la soja transgénica, se destina a la alimentación del ganado que luego será convertido en carne. Es precisamente el consumo masivo de carne el responsable del cultivo intensivo y antinatural de la soja.

La medicina ya se ha equivocado muchas otras veces

No es esta la primera vez que la medicina se equivoca al acusar falsamente a ciertos alimentos de perjudiciales, siendo claramente beneficiosos. Fue el caso, por ejemplo, de las nueces, que algunos cardiólogos tacharon de peligrosas para el corazón debido a que contienen mucha grasa, hasta que un equipo de investigadores de la Universidad de Loma Linda, liderados por el Dr. Joan Sabaté demostró claramente que las nueces son cardiosaludables.

En otros casos, la medicina oficial ha recomendado alimentos como beneficiosos, siendo que en realidad eran claramente perjudiciales. El caso más representativo es el de la carne. De instar a la población a consumir más carne hace tan solo unas décadas, se ha pasado a limitar su consumo, como recomienda el Código Europeo contra el Cáncer; y a evitarlo en el caso de la carne procesada (embutidos, cecinas y jamones).

Semillas y frutas

Como creacionistas que somos, nos gozamos porque una vez más queda confirmada la validez del texto sagrado. Las hierbas que dan simiente, lo que incluye los cereales y también las plantas leguminosas como la soja, constituyen junto con las frutas, el alimento primario para los humanos (Génesis 1: 29). Así lo estableció el Creador, y así es, por más que algunos se opongan a ello.

Autor: Jorge D. Pamplona Roger. Doctor en Medicina. Master en Salud Pública por la Universidad de Loma Linda. Departamento del Ministerio de la Salud, Unión Adventista Española.

NOTAS: 

[1] Mark Messina, Sonia Blanco Mejia, Aedin Cassidy, Alison Duncan, Mindy Kurzer, Chisato Nagato, Martin Ronis, Ian Rowland, John Sievenpiper & Stephen Barnes (2021) Neither soyfoods nor isoflavones warrant classification as endocrine disruptors: a technical review of the observational and clinical data, Critical Reviews in Food Science and Nutrition, DOI: 10.1080/10408398.2021.1895054

Revista Adventista de España