El padre desempeña un papel fundamental en el desarrollo integral de los hijos, afectando dimensiones emocionales, cognitivas, sociales y espirituales. Durante mucho tiempo se ha subestimado su impacto en comparación con el rol materno, pero lo cierto es que la presencia activa, amorosa y responsable del padre es esencial para el desarrollo equilibrado de los niños.
1. Perspectiva psicológica: El padre como modelo de identidad y seguridad
En psicología, la figura paterna se asocia con el establecimiento de límites, la construcción de la autoestima y la consolidación de la identidad, especialmente en la adolescencia. Los padres que están emocionalmente disponibles, que validan las emociones de sus hijos y participan activamente en su crianza, fomentan una mayor estabilidad emocional y una autoimagen positiva.
Los niños que crecen con una figura paterna presente tienden a desarrollar mejores habilidades sociales, menor propensión a conductas de riesgo y una mayor tolerancia a la frustración. En contraste, la ausencia paterna puede asociarse con inseguridad, trastornos del apego y baja autoestima.
Los padres suelen ser algo más autoritarios que las madres; sin embargo, eso no es algo negativo.
La psicóloga Diana Baumrind identificó el estilo de crianza «autoritativo» (que no autoritario) —equilibrio entre exigencia y afecto— como el más saludable, y este estilo se ve fortalecido cuando ambos padres participan activamente en la educación emocional de los hijos.
Este estilo de crianza combina límites claros con altos niveles de afecto y apoyo. Los niños criados con este estilo suelen tener mejores habilidades sociales, mayor autonomía, mayor motivación para aprender y una mayor autoestima. Padres que establecen límites claros y consistentes, pero también están dispuestos a escuchar y negociar con sus hijos. Un estilo muy diferente al autoritario (alta exigencia, bajo afecto); permisivo (alto afecto, baja exigencia) y al desvinculado (baja exigencia, bajo afecto).
2. Perspectiva educativa: el padre como facilitador del aprendizaje y la autonomía
En el ámbito educativo, los padres que se involucran en la vida académica de sus hijos tienden a tener hijos con un mejor rendimiento escolar, mayor motivación y un sentido más claro del propósito. El padre no solo aporta apoyo académico, sino que también modela valores como la responsabilidad, la perseverancia y el respeto a la autoridad.
La figura paterna, cuando es consistente y coherente, promueve un ambiente que refuerza la disciplina positiva, la toma de decisiones responsables y el desarrollo de la autonomía. Esto es clave para que el niño o adolescente aprenda a enfrentar desafíos, regular sus emociones y actuar con responsabilidad en diferentes contextos.
3. Perspectiva espiritual: un reflejo del amor divino
Desde la cosmovisión bíblica, padre y madre (creados ambos a imagen de Dios) representan una extensión del carácter de Dios en la familia. El padre terrenal, por tanto, también está llamado a reflejar el amor, la justicia, la misericordia y la autoridad de Dios. La Biblia presenta muchos ejemplos del rol del padre, pero también advertencias sobre la negligencia o dureza excesiva. Efesios 6:4 exhorta: «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor».
Una autoridad tiránica o distante provocará daños en la relación padre-hijo. Es preferible la relación de amor, respeto, comprensión y guía espiritual. El hogar cristiano debe ser una réplica del cielo, y el padre tiene un papel clave en hacer de ese ideal una realidad.
4. Necesidad de padres presentes y comprometidos
La figura paterna debería ser un maestro de vida y un espejo del amor divino. Su impacto se extiende mucho más allá de la infancia, afectando cómo los hijos se relacionan consigo mismos, con los demás y con Dios.
En un mundo donde las estructuras familiares son cada vez más diversas y complejas, el llamado no es solo a la presencia física del padre, sino a una participación consciente, afectiva y espiritual. Desde la psicología, la educación y la fe, el mensaje es unánime: los hijos necesitan padres comprometidos, que eduquen con amor, disciplina y dirección espiritual.
Autora: Esther Azón, teóloga y comunicadora. Redactora y coeditora de revista.adventista.es