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La familia como centro de adoración. El gran conflicto entre el bien y el mal es el tema de la adoración cada día y es en el hogar donde los hijos aprenden a adorar a Dios.

En el artículo anterior hablé sobre algunos secretos para tener una familia unida a Cristo, enfatizando a quién adorar y cómo adorar. En los próximos párrafos, a la luz de la Biblia, comprenderás porqué es un deber  y la grande importancia que tiene levantar un altar de adoración a Dios.

Desde Abel hasta Juan el Bautista el mundo estuvo polarizado entre los hijos de Dios y los hijos de los hombres; siendo la diferencia radical entre ambos la manera en que adoraron.

Los hijos de Dios se caracterizaron porque donde iban siempre levantaban un altar donde adorar a Jehová (Gn 8:20; 12:7; 22:28; 26:24-25; 28:18-19). El hogar se convirtió para las familias de los hijos de Dios en un centro de adoración.

El hogar de Jesús no fue la excepción. José y, especialmente, María, como padres judíos, tomaron muy en serio su responsabilidad de inculcarle a Jesús en sus primeros años que Jehová es digno de ser adorado.

María, la madre de Jesús

Hablando, especialmente, de María, la escritora White declaró al respecto lo siguiente:

“Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella y de los rollos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisésle fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre”.[1]

Fue por tanto en el seno de la familia donde Jesús aprendió a reverenciar a su Padre celestial, al punto que a los doce años ya sorprendía a los doctores de la ley en el templo con su conocimiento de las Escrituras aprendidas en las rodillas de su madre.

Cada hogar hoy en día debería ser un lugar de adoracion

Incumbe hoy en día a cada madre y padre cristiano a asumir con responsabilidad el imperativo de enseñarles a sus hijos el último mensaje que Dios ha declarado al mundo: “…adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (Ap. 14:7).

“Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan . . . Los padres y las madres deberían elevar sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y alabanza”.[2]

“Si hubo tiempo en el que cada casa debiera ser una casa de oración, es ahora”.[3]

Algunas sugerencias para tener en cuenta en el culto familiar:

  1. Debe ser corto, no más de quince o veinte minutos, dependiendo de la edad de los hijos.
  2. El culto debe ser sencillo. Jesús era sencillo, al explicar a las multitudes las verdades divinas.
  3. Debe adaptarse a las necesidades de los hijos.
  4. Haga que sea placentero, agradable, gozoso e interesante.
  5. Si es posible que sea siempre a la misma hora y en un lugar especial.
  6. Debe ser variado. Evite caer en la rutina.
  7. Procure que todos los miembros de la familia participen.
  8. No olvide la reverencia. Recuérdeles a los hijos que están delante de la presencia de Dios.
  9. La selección de la música tiene mucha importancia en la adoración.
  10. Termine enfatizando las lecciones que deben ser aprendidas.

En resumen, es en el hogar donde los niños aprenden a adorar a Dios, cuando los padres les reúnen alrededor del altar de Dios para ofrecer el sacrificio matutino y vespertino en alabanza y acción de gracias, en oraciones de confesión y arrepentimiento, en la lectura reflexiva de porciones de la Biblia y en humillación reverente delante de Dios.

¿Por qué adorar a nuestro Dios?

La principal y más importante razón por la cual adorar a Dios es sencillamente porque él es digno. Estas son las palabras que el coro celestial repite en ocasión de la entronización de Jesucristo a la diestra del padre (Ap 4:11; 5:9, 12). Hay tres razones principales:

  1. Porque Dios es el Creador y fuimos creados para adorarle.

Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap 4:10-11).

La Biblia declara que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1:26-27), lo que implica que el hombre debía reflejar en su vida el carácter de Dios.  A. W. Tozer en su libro Diseñados para Adorar declara que:

“La función suprema del hombre por toda la eternidad es la de reflejar la elevada gloria de Dios, para que él pueda mirar en ese espejo llamado humanidad y ver reflejada su propia gloria”.[4]

Jesús lo expresó con las siguientes palabras: “Yo te he glorificado en la tierra…he manifestado tu nombre” (Jn 17:4, 6). Manifestar el nombre de Dios tenía que ver con haber reflejado en su vida el carácter de su padre.

  1. Porque Dios es el Redentor y fuimos comprados por su sangre.

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios” (Ap 5:9).

La muerte expiatoria del Cordero en la cruz del Calvario nos ha comprado para Dios, para que perdonados y trasformados por su gracia podamos glorificar en nuestras vidas el carácter de Dios.

  1. Porque Dios es el sustentador y él sostiene cada vida con su poder.

“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (Ap 4:11 Col; 4:17).

Si existimos por la voluntad de Dios y vivimos porque el sostiene y guía nuestras vidas, estas deben tributarle la gloria y la honra a través de la adoración.

En conclusión

Siendo que el gran conflicto cósmico es el tema de la adoración, el último mensaje de Dios al mundo es a adorad al que hizo el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de la aguas (Apocalipsis 14:7).

Aun cuando con el ingreso del pecado el mundo se polarizó entre los que adoran a Dios como él lo manda y los que le adoran a su manera, Dios siempre ha tenido un resto de fieles que al igual que Abel han levantado siempre un altar donde ofrecer el sacrificio que prefiguraba al Cordero que quitaría el pecado del mundo.

La verdadera adoración de los hijos de Dios en cada generación ha estado determinada por el concepto que tenían del carácter de Dios.

Es en el hogar donde los hijos aprenden a adorar a Dios cuando el padre como sacerdote juntamente con su esposa levanta cada día el altar matutino y vespertino para ofrecerse con sus hijos en sacrificio vivo.

Finalmente la principal razón por la cual adorar a Dios es porque él es digno en razón de que es nuestro creador, redentor y sustentador, por tanto nuestras actitudes de adoración deben ser mostradas cada día a través de una vida de servicio, honra, alabanza, reverencia, gloria y bendición a su santísimo nombre.

Autor: Cárolyn Azo, licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Peruana Unión.
Imangen: Shutterstock

Referencias

[1] Ibíd., 50.

[2] White, Patriarcas y profetas, 140.

[3] Elena G. de White. Conducción del niño (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1986), 489.

[4] Aiden Wilson Tozer. Diseñados para adorar. Trad. Daniel Menezo (Gran Rapids: Michigan: Editorial Portavoz, 2011), 42.

CONTENIDO ORIGINAL : La familia como centro de adoración

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Revista Adventista de España