¿Será que nosotros también practicamos la corrupción en nuestra vida cotidiana en pequeños actos? ¿Cómo podemos evitarlo?
La corrupción en la política parece estar volviéndose común en la actualidad, pero ¿también está pasando en nuestra vida cotidiana?. (Foto: Shutterstock)
Como siempre hago, entré en Internet para actualizarme con las noticias. Mis ojos pasaron por las páginas y fui inundado por una serie de temas sobre los casos de corrupción en Sudamérica.
Las personas creen cada vez menos en sus gobernantes y servidores públicos. Según Latinobarometro, una encuesta de opinión pública anual en los 18 países de la región indica que la confianza en el gobierno descendió del 45% en 2009 al 22% en 2018, y la proporción de personas descontentas con la democracia aumentó del 51% al 71%.
¿Por qué hay tanta corrupción en nuestra sociedad? ¿Dónde nos estamos equivocando? Una de las respuestas que tengo está relacionada con la ausencia o ineficacia de una formación moral más consistente en nuestra población. El currículo educativo posee conceptos debilitados que forman la ética, porque las disciplinas más valoradas son las que aparecen en el examen de ingreso a la universidad. Con eso, las personas pierden la oportunidad para el desarrollo del libre pensamiento, de ser, de hacer y entender los motivos de por qué las cosas son como son.
La formación moral no es la única deficiencia que tenemos en el sistema educativo. Seguimos en niveles bajos en esa área, como en cualquier otra área académica. Por desgracia, pocos estudiantes sudamericanos, cuando participan de evaluaciones de matemática, física o química, resultan bien ubicados a nivel mundial.
La enseñanza de la ética y la moral
¿Se puede enseñar moral a alguien? Yo creo que sí. ¿Se puede enseñar ética a alguien? Yo también creo que sí. A muchas personas, rehenes de la precariedad en la enseñanza moral, solo les queda usar el llamado estilo brasileño como medio para intentar sacar ventaja sobre el otro y acomodar sus intereses personales en detrimento de lo colectivo. Para mí, esa es la raíz de la corrupción.
Vean que el problema no está solo en el mundo político. Allí las cosas aparecen más por los reflectores que los destacan. También existe corrupción en otros lugares mucho más cercanos, en los que están alejados de la vida pública. Lo que vemos en la política es un retrato de la sociedad que estamos construyendo todos los días.
Debemos considerar algunos ejemplos de cómo la corrupción impregna nuestras acciones cotidianas; y ceder a ella involucra elecciones. Por ejemplo, un individuo que usa el baño en un puesto de combustible en la ruta y decide hacer sus necesidades fisiológicas sin preocuparse por los que vendrán después. O el padre que miente sobre la edad del hijo para no pagar una comida en el restaurante. O los que, con el intenso tránsito en las grandes ciudades, encuentran formas de evitar las largas filas de acceso y se jactan por su habilidad para adelantarse y ponerse delante de otros.
Los nuevos libros de administración presentan la teoría Win Win (gana gana) para asociaciones donde todos ganan. La corrupción no es eso. Es algo diferente, porque lo que propone la corrupción es ganar al ofrecer favores al que tiene el poder de decidir, quien a su vez también gana, pero quien pierde es la comunidad.
Al final, todos somos responsables de la corrupción cuando me permito corromper o estoy haciendo lo mismo que hacen algunos de la clase política y que tanto nos entristece.
La política es el reflejo de lo que somos. Las malezas morales no están concentradas fuera de donde estamos. Nuestra sociedad es una obra de todos. La ética es el perfeccionamiento de la convivencia.
En 2015, IBOPE (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística) mostró el resultado de una investigación que revela el nivel de confianza de la población en diferentes categorías. El primer puesto en el ranking de confianza fue para el Cuerpo de Bomberos, institución que hasta mejoró su índice con relación al año anterior, de 73 a 81. Luego, aparecen las iglesias (71), Fuerzas Armadas (63) y los medios de comunicación (59).
Yo no tengo dudas de que la religiosidad es un factor importante para la formación moral de las personas. Dios es un factor que ayuda a las familias a adoptar comportamientos éticos, hasta incluso contrarios a los valores culturales.
Existe confianza en la Iglesia, y es allí donde entiendo que está el papel de los cristianos: en la diseminación de esos valores y en la activa participación para la construcción de una sociedad que se preocupa por la comunidad, y no solo por las ventajas personales de algunos pocos.
Salomón dijo en Proverbios 29, versículo 2: «Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; pero cuando domina el impío, el pueblo gime».
Una sociedad más justa es también responsabilidad de la Iglesia y, por eso, quiero invitarlo a comprometerse con eso.
Haga lo que sea posible, porque el consejo siempre es oportuno: «Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed en sus profetas, y seréis prosperados» (2 Crónicas 20:20).
Autor: Rafael Rossi, graduado en Teología y posgraduado en Aconsejamiento y con maestría en Teología pastoral. Actualmente, es el director de Comunicación en la Sede de la Iglesia Adventista del Séptimo día para ocho países sudamericanos.
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Publicación original: La corrupción de cada día