Antes de comenzar este artículo, te recomendamos leer Meditación oriental y sus híbridos «cristianos».
«¡Sean gratos los dichos de mi boca
y la meditación de mi corazón delante de ti,
Jehová, roca mía y redentor mío!»
(Salmo 19:14 RV95).
Hemos visto cómo lo que algunos pregonan como «meditación cristiana» es, de hecho, un engaño, un híbrido de meditación oriental o trascendental que se presenta como una práctica cristiana.
Entonces, ¿existe la «meditación bíblica»? La respuesta es: ¡absolutamente!
En el Salmo 19, el rey David está orando a Dios y medita. Aquí encontramos el estándar de oro de la meditación bíblica, que termina con una súplica para que «sea aceptable» a los ojos de Dios (v. 14).
A continuación presentamos algunas características de la auténtica meditación, extraídas de esta oración y de otros pasajes de las Escrituras:
1. El cuándo y el cómo.
Mientras que algunos textos hablan de meditar al atardecer o por la noche (Génesis 24:63; Salmo 63:6; Salmo 119:48), otros pasajes se refieren a orar por la mañana (Salmo 5:3; Salmo 59:16; Salmo 88:13). De hecho, los Salmos nos exhortan a «proclamar tu misericordia por la mañana y tu fidelidad cada noche» (Salmo 92:2) y a meditar en Su ley «día y noche» (Salmo 1:2). Se menciona la búsqueda de la quietud (Salmo 4:4), pero la Escritura no da ninguna otra instrucción específica sobre la modalidad de la meditación. No se mencionan posturas especiales ni técnicas de respiración, elementos que forman parte integrante de la meditación trascendental oriental.
2. Implica una actividad cognitiva deliberada y profunda.
El Salmo 77:6 dice: «Medito dentro de mi corazón, y mi espíritu hace una búsqueda diligente». En la inmensa mayoría de los casos de las Escrituras, el verbo «meditar» va seguido inmediatamente de una preposición: «medita en Tus preceptos, y contempla tus caminos» (Salmo 119:15), «medita en Tus estatutos» (Salmo 119:23), «medita en Tu palabra» (Salmo 119:148), «medita en el esplendor glorioso de Tu majestad» (Salmo 145:5), «medita en Su nombre» (Malaquías 3:16). La meditación va precedida de la petición a Dios de que «me haga comprender el camino de tus preceptos; así meditaré en tus obras maravillosas» (Salmo 119:27). Así pues, lejos de ser un proceso místico o un ritual contemplativo, la meditación bíblica significa rumiar y concentrarse en algo concreto.
3. Se concentra estrictamente en la Palabra de Dios y en sus obras.
Como hemos mencionado anteriormente, ese «algo» específico es la Escritura y lo que esta revela sobre las obras de Dios, su carácter y su majestad. La meditación cristiana está indisolublemente unida a la lectura reflexiva de la Biblia.
4. Reconoce nuestra débil condición espiritual.
El salmista pide ser limpiado de faltas secretas y ser guardado de pecados presuntuosos (Salmo 19:12-13). En ninguna parte de las Escrituras se habla de entrar en contacto con una chispa divina interna o con el alma inmortal de uno; no hay ninguna insinuación de ninguna divinidad que se encuentre en el interior. La esperanza depositada está en el poder de Dios para limpiar y redimir y en la victoria que Él proporciona a través de su obra en nosotros (Salmo 19:13-14).
5. Extrae enseñanzas y lecciones personales.
El rey David relata y se detiene en varias grandes verdades relativas a los caminos de Dios: «La ley del Señor es perfecta, que convierte el alma; el testimonio del Señor es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos del Señor son rectos, alegran el corazón. El precepto del Señor es puro, ilumina los ojos» (Salmo 19:7-8). Mientras se reflexiona sobre la Escritura, el Espíritu Santo trae a la mente aplicaciones personales sobre lo que se acaba de leer de la Escritura.
6. Tiene un efecto sobre el corazón y la mente.
Como hemos visto, las enseñanzas convierten, hacen sabio, alegran el corazón e iluminan los ojos. A través de su meditación, el salmista es «advertid», y encuentra el secreto de una »gran recompensa» (Salmo 19:11).
7. Lleva a la acción.
«El libro de la Ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él de día y de noche, para que guardes y hagas conforme a lo que en él está escrito” (Josué 1:8). “Yo también meditaré en todas tus obras y hablaré de tus hechos» (Salmo 77:12). La auténtica meditación cristiana lleva a la acción, a una vida de obediencia vivida según la Ley de Dios y a hablar a otros de su gracia redentora.
Leer y estudiar la Biblia, seguido de meditar o contemplar las Escrituras y orar, puede ser inmensamente gratificante. Cuando el corazón y la mente se unen para centrarse en el carácter santo y amoroso de Dios y en su Palabra revelada en la Biblia, el cristiano experimenta una profunda comunión con Dios. Aunque a veces en silencio, Dios a menudo hablará a través de su Espíritu Santo a su hijo que tiene sed de encontrarlo.
Adaptado de «True Christian Meditation», por Kok Tho Yip. Traducción de Loida Pamplona Bueno.
Imagen: Shutterstock
Publicación original: True Christian Meditation
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