La justificación por la fe es una maravillosa obra divina. Es la respuesta a la pregunta ¿Qué debo hacer para salvarme?
Los falsos sistemas religiosos enseñan que el hombre puede salvarse por sus obras, pero la Biblia enseña que la justificación por la fe es la asombrosa acción divina que responde a la pregunta: «¿Y cómo se justificará el hombre con Dios?» (Job 9: 2). Por esta acción, Dios declara justo al pecador culpable, a fin de que en lugar de condenación pueda recibir salvación y vida eterna.
La naturaleza de la justificación
En Romanos 5: 1 leemos: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios». El verbo griego «justificar” tiene el sentido de “vindicar” y “declarar como justo”». Este término fue tomado por el apóstol Pablo de las cortes judiciales de sus días, e ilustra la acción de un juez de absolver o declarar sin culpa a alguien.
En Romanos 4, Pablo afirma que la justificación tiene que ver con el perdón de los pecados (vers. 6-8). Cita el Salmo 32 para mostrar que cuando Dios acepta a un pecador arrepentido, lo perdona de todos sus pecados y lo deja libre de culpa. Sin embargo, antes de asociar la justificación con el perdón, Pablo demuestra que la justificación también es imputación de justicia (Rom. 4: 3-4). Así, cita Génesis 15: 6 para indicar que a Abraham se le `contó´, o `imputó´, la `justicia´, no sobre la base de sus obras, sino cuando creyó en la promesa de Dios.
Más adelante, Pablo explica que esta justicia que Dios imputa al pecador es la vida justa y obediente de Cristo (Rom. 5: 19). Gracias a que se le imputa la perfecta justicia de Cristo, el pecador ya no solo no es culpable, ahora es considerado justo delante Dios.
Esta idea del perdón ya se ilustraba en el Antiguo Testamento con el cambio de ropas de los pecadores y un nuevo vestido de justicia: «Josué estaba vestido de vestiduras viles […]. Y habló el ángel […]: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala» (Zac. 3: 3-4). Y en Isaías leemos: «Me gozaré en Jehová […] porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia» (Is.61: 10). Lo anterior indica que cuando Dios justifica al pecador, lo perdona de sus pecados y lo considera justo porque le imputa la perfecta justicia de Cristo.
Siempre es la obra de Cristo
Debe enfatizarse que lo que movió a Dios a hacer esto fue su amor y misericordia. «Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)» (Ef. 2: 4-5). No obstante, Dios no perdona al pecador porque `haga la vista gorda´ con los pecados, sino porque proveyó a Cristo como el medio por el cual otorgar ese perdón.
En Romanos 3: 24 dice: «Justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús». Y Romanos 5: 9 afirma: «Habiendo sido ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira». Cristo ganó esta justicia al morir en la cruz del Calvario en nuestro lugar. En el Nuevo Testamento se presenta la muerte de Cristo como un rescate (Mar. 10: 45; 1 Tim. 2: 6) por el cual el pecador es comprado por Cristo mediante el derramamiento de su sangre (1 Cor. 6: 20). Esto se debe a que la muerte de Cristo es una muerte sustitutiva, en la que él toma el lugar del pecador y recibe el castigo destinado para los culpables (Isa. 53: 3-6; 1 Cor. 15: 3; Gál. 1: 4; 1 Ped. 2: 24; 3: 18; Heb. 9: 26-28).
Cuando un pecador lo acepta como su Salvador, ya no tiene que morir, porque Cristo ya murió por él (Juan 3: 16). Luego, Dios le otorga el perdón y le imputa los méritos de la vida justa de Cristo (2 Cor. 5: 21).
Como puede observarse, esto excluye cualquier mérito humano, ya que intentar salvarse por obras de justicia es imposible (Rom. 3: 28; Gál. 2: 16). Es únicamente por la gracia divina, que se manifestó en Cristo, como el pecador puede escapar de la condenación y entrar en la vida eterna (Hech. 16: 30-31).
Autor: Cristhian Álvarez Zaldúa, Doctor en Teología y profesor de Teología Sistemática en la Universidad Adventista de Bolivia (UAB).
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PUBLICACIÓN ORIGINAL: ¿Cómo hago para salvarme?