Cómo abordar con los hijos las relaciones prematrimoniales.
El mundo contemporáneo ha profanado el amor como nunca antes en la historia humana. En nombre del amor se realizan las más paradógicas acciones, muchas de ellas, totalmente desconectadas del verdadero amor. Es preciso recuperar el concepto correcto del amor que muchos parecen haber olvidado en el contexto de una generación que cree que sus sensaciones corporales son equivalentes a amar.
• Amar es un acto sagrado. No implica vivir una sexualidad desenfrenada, sino hacerse cargo de la sexualidad propia en términos positivos, no represivos, sino dirigidos como solo el amor verdadero puede hacer. El amor es el antídoto contra la sensiblería y el error. Cuando se ama de verdad no se cometen necedades, al contrario, precisamente porque se ama se busca hacer lo mejor.
¿Qué es el amor?
Muchos jóvenes, se consideran aptos para emprender el acto de amar, sin escuchar razones, ni atender argumentos. Es como dice Salomón, alertado por sus propias torpezas: «¿Te has fijado en quien se cree muy sabio? Más se puede esperar de un necio que de gente así» (Proverbios 26: 12). Muchos muchachos que apenas tienen edad, actúan como si tuvieran todas las respuestas, sin darse cuenta de que avanzan por caminos que los llevan muy lejos de la plenitud y la felicidad.
Cierto joven me escribió diciéndome que tenía quince años, y que estaba enamorado. Me pidió un consejo porque decía estar desesperado y que no podía dejar de pensar en la chica de sus sueños. Le contesté que podría estar siendo presa de sus propias obsesiones y caprichos. Le advertí que a esa edad era difícil tener claridad respecto al amor por carecer de herramientas conceptuales adecuadas. Le recomendé que viviera su edad con las preocupaciones propias del momento que estaba viviendo. Que buscara amigas y se concentrara en crecer. Le recordé el versículo que dice que hay «un tiempo para amar» (Eclesiastés 3: 8). A vuelta de correo me contestó:
—Muchas gracias por su consejo, pero creo que el amor que siento es demasiado grande. He decidido seguir adelante.
Me sentí triste y decepcionado. Por una parte sabía que su historia iba a terminar como la de muchos jóvenes que se dejan entrampar por algo que ellos consideran amor pero que no es más que capricho, obstinación y pasión sin medida.
Una visión humanista del amor
Escritores y filósofos han escrito tratados sobre lo que se considera la actividad humana por excelencia. Sin embargo, después de toneladas de tinta y millones de páginas, se puede decir que la vía del humanismo en general ha traído más confusión que comprensión.
Las distintas opiniones generan contradicciones que lo que van haciendo es presentar una concepción ambigua del amor que culmina en relativismo. Se termina considerando que todas las manifestaciones emocionales, aun las más torcidas, si son motivadas por “el amor”, son buenas en sí mismas.
Cuando conocí a cierta pareja formada por dos de mis alumnos, jóvenes entusiastas que desde que se habían hecho novios iban siempre juntos. Un día él me dijo con alegría:
—Estamos pensando en casarnos.
—¡Qué bien! —le dije honestamente— pero ten cuidado, que muchos cuando toman esa decisión actúan incorrectamente.
Se rio y se alejó diciéndome:
—No se preocupe profesor, yo sé lo que hago.
Dos meses después los dos estaban sentados frente a mí en la sala de mi casa. Él me confesó con temor:
—No le hicimos caso. Mantuvimos relaciones. Creo que está embarazada.
No lo decían con la alegría que debe llevar la noticia de llegada de un hijo, sino como una carga. En los días anteriores habían tenido muchos momentos de tensión. Vinieron sin saber qué hacer. Tenían sus estudios inconclusos y temían decírselo a sus padres y revelar a los amigos lo que estaba pasando.
Les dije que esperaran unos días y a ella la envié a un médico para que confirmara o abandonara sus temores.
Así lo hicieron. La siguiente vez que estuvieron en casa, se veía en sus rostros una sensación de alivio muy distinta a la anterior. El médico les había dicho que era una falsa alarma, que el embarazo no existía y que, probablemente, lo que había producido el retraso menstrual era una gran dosis de estrés.
Qué triste que esto tenga que suceder. No es lo que Dios planeó, ni es lo que el Señor espera de una relación. Muchos jóvenes están tan imbuidos en sus caprichos que no alcanzan a percibir la complejidad de aquello a lo que se exponen: embarazos no deseados, pérdida de confianza personal, promiscuidad, abusos físicos y psicológicos, manipulaciones, mala reputación, formación de hábitos sexuales malsanos, exposición a enfermedades de transmisión sexual, descrédito social, malas elecciones, futuro incierto, irresponsabilidad social, pérdida de confianza familiar, pérdida o alteración de sus estudios, falta de confianza en el cónyuge, paternidad no deseada…
¿Por qué esperar? Porque una persona que espera es más proclive a tomar mejores decisiones.
Nada indebido
El apóstol Pablo, en su discurso sobre el amor dice que el amor «no hace nada indebido» (1 Corintios 13: 5, RVR 1995).
Cuando alguien canta en un coro, se espera que todos canten la voz que le corresponde y lo hagan de tal modo que no produzcan problemas al resto de los cantantes. El director de la agrupación musical espera que los participantes sepan su voz y la canten tal cual está en la partitura. ¿Qué pasaría si cada cual decide cantar la voz que se le antoja sin ningún tipo de preocupación por llevar el tono o cantar de manera armónica? El coro, en vez de emitir una melodía agradable, emitiría voces estridentes y disonantes que en vez de ser un deleite se convertiría en una tortura. Eso es lo que está señalando nuestro tema.
Hace algunas semanas compré un reproductor de música mp3. Al abrir la caja lo primero que observé fue un manual de instrucciones. El fabricante ideó un librito donde están las indicaciones para utilizar el dispositivo. Las instrucciones eran específicas desde el tipo de corriente que se debe utilizar, los mejores auriculares hasta la forma de grabar música desde el ordenador al reproductor. ¿Por qué tomarse la molestia de tantas indicaciones? Porque el que ha confeccionado la máquina sabe cómo funciona y entiende perfectamente qué podría alterar su funcionamiento. No da instrucciones para molestar, sino para que el usuario use bien su inversión.
Guardando las distancias sobre la analogía, el ser humano fue creado por Dios. Cuando lo formó dio instrucciones claras sobre qué hacer y cómo hacerlo. La razón que tuvo la divinidad para tomarse la molestia de dar todas esas indicaciones no es para hacernos la vida difícil, sino todo lo contrario. Fue pensado para ayudarnos a ser felices y plenos y para obtener mejores resultados con nuestra vida.
La Biblia contiene innumerables instrucciones que han sido reveladas por Dios con el fin expreso de que los seres humanos seamos plenos.
¿Por qué esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales?, la Biblia da algunas respuestas que pueden no gustarnos, pero, que son para nuestro bien.
1. Porque hay un momento para todo. La impaciencia caracteriza a muchos jóvenes que quieren experimentar sin esperar.
La Biblia dice: «Hay un momento y un modo de hacer todo» (Eclesiastés 8: 6, DHH). Hay que elegir el momento adecuado para tomar una decisión.
Muchos consideran que esperar es inútil. «Lo que tiene que pasar pasará”, dicen, con una actitud un tanto fatalista y hasta orgullosa». No obstante, esperar el mejor momento es una decisión que lleva en sí la idea de que «En realidad, para todo lo que se hace hay un cuándo y un cómo» (Eclesiastés 9: 3).
El panadero no pone el pan en el horno hasta que la masa esté leudada, de otro modo, corre el riesgo de perder todo. El mecánico no cambia el aceite del motor del vehículo hasta que se hayan cumplido los kilómetros respectivos siguiendo las instrucciones del fabricante. Todo tiene su momento.
Cuando no se respeta el momento adecuado las personas se exponen a equivocaciones y consecuencias nefastas. Nadie ha muerto por postergar su iniciación sexual, pero muchos han perjudicado el resto de su vida por adelantarse.
2. Porque es más sabio seguir las instrucciones de Dios. Dios nos dice: «Espera. Ya llegará el momento. No te adelantes. Confía en mí, sé lo que hago». Es preciso hacer caso a Dios porque nunca procuraría hacernos daño ni disminuir nuestra felicidad. Su preocupación es que vivamos de manera plena.
Cuando seguimos sus instrucciones, entonces, actuamos con sabiduría. La Biblia dice: «No seas sabio en tu propia opinión» (Proverbios 3: 7). En otras palabras, no actúes como si tuvieras todas las respuestas. Cuando hay caminos que atraviesan alguna línea férrea, se ponen carteles de advertencia. La idea es prevenir a las personas para que no la atraviesen sin mirar primero si viene el tren. También sirve para la vida. Dios te ha dado instrucciones: «Antes de tomar cualquier decisión, para, mira lo que dice mi Palabra, y escucha lo que tengo que decirte».
3. Porque es de sabios obedecer. No siempre las instrucciones se entienden. Hay un par de indicaciones en el manual del mp3 que compré, que no logré entender el porqué de ellas. Sin embargo, no quiero exponerme a algún perjuicio, por lo tanto, he seguido fielmente las indicaciones para no cometer un error y dañar mi inversión. Obedecer tiene más que ver con confianza que con una actitud de sumisión ciega. Cuando decidimos obedecer a Dios lo hacemos sobre la base de entender que él es nuestro Padre que nos ama y desea lo mejor para nosotros.
La Biblia dice que la «fornicación», es decir, relaciones sexuales prematrimoniales, junto al vino y el mosto, «quitan el juicio» (Oseas 4: 11, RVR 1995). En otras palabras, afectan tu poder de decisión. Tu mente se desorienta y altera tu capacidad de elegir con sabiduría. Por esa razón, es mejor obedecer, antes que cometer una locura.
El Señor dice: «Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo» (1 Corintios 6: 18). Te dañas a ti mismo si no sigues las instruciones de Dios.
Tú puedes hacer lo que quieras con tu vida. Puedes convertirte en una persona sabia o necia. Es tú decisión. Tú eliges. Es tu responsabilidad.