Los sucesos que vienen aconteciendo actualmente, a causa de la pandemia de la COVID- 19, están generando una serie de emociones como miedo, tristeza e incluso ira. Frente a ello los adultos vemos con desesperanza la situación económica, el deterioro de la salud, y una constante incertidumbre por lo que sucederá. Ante esta realidad, son reducidos los estudios realizados respecto a lo que piensan y sienten los niños quienes, en su mundo infantil, también adolecen de las consecuencias de la situación actual y necesitan ser escuchados.
Si bien hay instituciones públicas y privadas que han trabajado temas vinculados a la situación de los niños en plena pandemia, lo ha sido en menor medida el tema de la participación y libertad de opinión de los mismos. Por eso, debemos reconocer el trabajo que desde la Iglesia Adventista del Séptimo Día se ha desarrollado también con este grupo de población. Una labor que se ha convertido en una herramienta útil para hacer frente a esta realidad.
El poder compartir con otros niños, mientras desarrollan su fe y su amor por Jesús, conlleva efectos alentadores porque, especialmente en estos tiempos, el desarrollo espiritual se ha convertido en una herramienta sumamente importante para dar soporte a los niños. Ellos también sienten el dolor por la muerte de alguien, la tristeza por el amigo o familiar enfermo, y el desaliento por las nuevas formas de vivir. A todo eso, por si fuera poco, se suman los parámetros lamentablemente necesarios para evitar el contagio. Es posible incluso que, frente a todo esto, los adultos se hayan concentrado en su dolor sin dejar espacio para indagar en el corazón de los niños.
Pero si hablamos de niños, hablemos también de su historia. Primero desde un punto de vista social y luego detallaremos lo que nos dice la Biblia respecto a la importancia de escucharlos. Primero recordemos que la participación, y la libertad de expresión, son derechos legalmente reconocidos a nivel mundial. Reconocer que el niño cuenta con la capacidad de expresarse libremente, u opinar, son derechos que se han conquistado, hace poco más de 31 años a través de la Convención sobre los Derechos del Niño, el documento más importante en materia de infancia.
Si bien muchos países han ratificado este documento, aún existen dificultades para que varios de los elementos que contiene se lleven a la práctica. Al parecer en algunas culturas se concibe a los niños como “incapaces”, y objetos de protección; mientras que en otras se concibe al niño como sujeto de derechos, con autonomía y capacidad de opinar. Ambas son correctas. El niño necesita protección, pero también es un individuo con derechos y opinión.
La participación y la libertad de opinión son algunos de los derechos del niño. Miles de años atrás un hecho recogido por las Sagradas Escrituras mostraba la capacidad de los niños para involucrarse y opinar respecto a lo que acontece en la realidad, así como también sobre los asuntos de Dios.
Lo que nos dice la Biblia
La Biblia hace referencia a la infancia de Jesús en dos libros. El primero es Mateo, el cual relata el nacimiento de Cristo, así como la visita de los reyes magos y la huida al pueblo de Nazaret. El libro de Lucas, por otro lado, hace referencia a la experiencia de un niño Jesús a los 12 años. Este libro también nos relata un suceso realmente impresionante.
En Lucas se menciona que mientras María y José regresaban de Jerusalén, después de la fiesta de Pascua, el niño Jesús tomó la decisión de quedarse en el templo sin que lo supieran sus padres. Claro está, aquello provocó mucha preocupación a sus progenitores, aunque finalmente le encontraron.
Para una mejor comprensión, realizaremos un pequeño análisis social de lo acontecido en esa época:
Lucas 2:46 “Tres días después lo hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, oyéndolos y preguntándoles”.
A pesar de los miles de años, y de los intentos de la sociedad, brindar mayores espacios a los niños aún está en proceso. Sin embargo la infancia de Jesús, alguien semejante a muchos niños, nos mostraba la capacidad que ellos tienen de expresarse y hablar de las cosas de Dios.
Lucas 2: 47 “Y todos los que lo oían se pasmaban de su entendimiento y sus respuestas”.
En los tiempos actuales suele sorprender a los adultos ver a un niño expresándose con locuacidad o manifestando abiertamente su opinión. Lo mismo pasó con Jesús. Este hecho debe de haber sido realmente sorprendente, tal cual lo expresan las Sagradas Escrituras.
Entre quienes le escuchaban había personas de mucho conocimiento sorprendidas por las palabras de aquel niño.
Lucas 2:48 “Cuando sus padres lo vieron se maravillaron. Su madre le dijo: Hijo, ¿Por qué has hecho esto? Tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces el respondió ¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que en los asuntos de mi Padre tenía que estar? 50 Pero ellos no entendieron lo que les dijo.”
Es comprensible la angustia y preocupación que acompañaron a José y María por no encontrar a su hijo. Posteriormente sería mudada por el asombro a causa de la escena que contemplaron. Muchas veces nosotros los padres, humanamente hablando, no concebimos hasta donde pueden llegar nuestros niños porque creemos que aún no tienen la capacidad de comprender, o actuar, como deberían. Los niños de ahora también pueden involucrarse en los asuntos de nuestro Dios, su Padre.
Lucas 2: 51 “Entonces descendió con ellos a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre atesoraba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón.”
Seguramente el pequeño Jesús comprendía y valoraba la preocupación de sus padres terrenales, así que les obedeció y se marchó con ellos. Es un ejemplo del amor que cada niño tiene por sus cuidadores y que debería traducirse en obediencia a los mismos. No como un estado de sumisión, sino como una muestra de respeto, confianza y honra.
Lucas 2:52 “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.
El desarrollo del niño ha de ser integral (físico, mental, social y espiritual), de ahí la importancia de este versículo. Hace referencia a la estatura y el crecimiento como parte del desarrollo humano. Además abarca elementos como la gracia y la sabiduría, tan necesarios para una vida que permita que la interacción social del niño frente a los demás se desarrolle de forma saludable. El ideal sería el crecimiento de los hijos en una relación de respeto mutuo que le ayudase a desarrollar una vida plena, conforme a la voluntad de Dios.
Los niños ahora
El mismo niño Jesús rompe con aquellas ideas preconcebidas respecto a la niñez. Los niños son aún, para muchas culturas, seres sin la capacidad de expresarse, cuyas opiniones son infravaloradas. La sociedad va cambiando la forma de asimilar y desenvolverse en el medio también. Los niños cuentan ahora con muchos recursos para su desarrollo. Lo que no ha cambiado es la importancia de su formación, no solo para su futuro sino también para su presente.
Es ahora, desde la edad en la que se encuentran y según su desarrollo, que pueden ¡claro que pueden!, agradar a nuestro Dios desde su experiencia, vivencia, o incluso desde su testimonio de vida. Por eso es tan necesario seguir construyendo espacios en los que ellos puedan dar rienda suelta a su creatividad, y volcar toda esa energía con la que han sido dotados por nuestro Padre Celestial, para seguir alabándolo.
Autora: María Villa, trabajadora social dedicada al área de infancia.
Imagen: Photo by Jonathan Borba on Unsplash