“Después de muerto Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José, en Egipto, y le dijo:— “Ponte en camino con el niño y con su madre y regresa con ellos a Israel, porque ya han muerto los que amenazaban la vida del niño”. José tomó al niño y a la madre, se puso en camino y regresó con ellos a Israel. Pero al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes, reinaba en Judea en lugar de su padre, tuvo miedo de ir allá. Así que, advertido por un sueño, se dirigió a la región de Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret*. De esta manera se cumplió lo dicho por medio de los profetas: que Jesús sería llamado nazareno” (Mateo 2:19-23 – BLP).
Herodes ha muerto. La amenaza ha desaparecido. José, la madre y el niño ya pueden regresar a Israel. El Señor, a través de un ángel, indica a José el siguiente paso en su vida. La narrativa es muy sucinta. Nada sabemos del tiempo pasado en Egipto ni de la vida que allí vivieron. Claro que podemos imaginar que la familia añoraría volver a su país – a nadie le gusta el exilio forzoso – y ante la noticia del ángel seguro que se alegraron: ¡Volver a casa, a nuestro hogar, con los nuestros! José se pone en marcha, pero, de pronto, le asalta el miedo al saber que ahora el hijo de Herodes está en el trono. Para José, el peligro sigue allí.
Me llama la atención el detalle del texto bíblico cuando, ante el miedo manifiesto de José, dice que por un sueño fue alertado de ir a Galilea. ¡Qué extraordinario constatar que Dios entiende nuestros miedos en la vida, que reconduce las situaciones para protegernos del mal y liberarnos de nuestros miedos!
Seguro que José albergaba temores cuando partió hacia Egipto, a la incertidumbre; sin embargo, obedeció confiadamente. Ahora al regresar supongo que José, en principio, esperaría ir a su casa y que todo fuera ya dentro de una cierta normalidad. Pero no fue así. Surgió el miedo. Ese miedo que en tantas ocasiones nos atenaza, nos paraliza y no nos deja hacer lo que debemos. José, sin embargo, decidió seguir la indicación del sueño. Ya no irán a Belén, sino al norte, a la pequeña población de Nazaret en Galilea. José pensaría que comenzar una nueva vida en un nuevo lugar no sería fácil, pero la circunstancia así lo exigía. José confió en Dios y regresó, probablemente, lleno de esperanza.
La vida de José junto a María y el niño no tuvo un comienzo fácil, teniendo que ir de aquí para allá a lugares desconocidos, comenzando de nuevo en cada lugar. Y con los temores propios del ¿qué será de nosotros? Y es que vivir con un corazón predispuesto a hacer la voluntad de Dios es vivir en el camino de una cierta incertidumbre, llena de expectativas y de circunstancias nuevas. Al mismo tiempo, cuando tenemos un corazón predispuesto a hacer su voluntad, Dios cuida de nosotros en toda circunstancia y él va delante abriendo camino, aún y cuando, como quizás le ocurría a José, no entendamos todos los pormenores. Y es que Dios entiende nuestros miedos y nos acompaña para disiparlos de mil maneras.
En este cuarto domingo de Adviento, y durante la semana, hemos tenido tiempo de prepararnos para acoger al niño en nuestro corazón, sabiendo que esa decisión nos llevará por muchos caminos, en ocasiones inciertos. Pero si tenemos el corazón predispuesto a hacer la voluntad de Dios, tengamos la certeza de que él nos acompañará siempre, y que va delante, abriendo camino y disipando temores. Esa es también nuestra esperanza.