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Las crisis humanitarias alimentadas por la olas de terror, intimidación y violencia se han extendido por un número alarmante de países este año según el Informe Anual de la Comisión de los Estados Unidos sobre Libertad Religiosa Internacional (USCIRF por sus siglas en inglés) publicado en mayo. En menciones previas se resaltaban estos países: Irak, Siria, Nigeria, República Centroafricana y Birmania, en los que las horribles pérdidas de vidas humanas, de libertades y dignidad han acompañado al caos.

Un mundo horrorizado ha sido testigo de los resultados de la violencia enmascarada en lo que algunos han llamado “devoción religiosa”.

Tanto en Irak como en Siria, ningún grupo religioso se ha visto libre de las depredaciones en las áreas conquistadas por el conocido como Estado Islámico (ISIL). ISIL ha desatado oleadas de terror sobre yazidíes y cristianos, chiíes  y suníes, así como otros  que se han atrevido a oponerse a sus puntos de vista extremista. Cuando ISIL conquistó la ciudad de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, inmediatamente asesinó a 12 clérigos suníes disidentes, secuestró sacerdotes y monjas cristianos, derribando antiguos edificios de culto. El reciente descubrimiento de fosas comunes deja las estimaciones de las atrocidades de ISIL muy por debajo de lo que se ha estimado que ocurre en las áreas de su gobierno.

Más de medio millón de residentes en Mosul han huido de sus hogares. Cuando ISIL cercó la ciudad de Sinjar, el hogar ancestral de los yazidíes, 200.000 fueron forzados a huir. En Siria, los horrores de ISIL se han reproducido por parte de otros grupos religiosos extremistas y el gobierno de Asad.

Yazidíes y cristianos han sufrido la peor parte de la persecución por parte de ISIL y otros grupos religiosos extremistas violentos. Desde ejecuciones masivas a conversiones forzadas, violaciones y esclavización sexual, niños y niñas secuestrados, destrucción de lugares de culto o adoración, ataques a estas comunidades son parte de un esfuerzo sistemático para erradicar su presencia en Oriente Medio.

En Nigeria, Boko Haram ha atacado tanto a musulmanes como cristianos. Desde ejecuciones en masa tanto en iglesias como mezquitas, pasando por el secuestro masivo de de niñas de las escuelas, Boko Haram ha abierto un amplio camino de terror por grandes extensiones en Nigeria.

Quizá no haya mayor testamento visible del precio en vidas humanas que estas depredaciones se están cobrando que los millones de personas que se han visto obligados a huir de sus hogares. En Irak 2 millones de personas se han visto desplazadas internamente en 2014 como resultado de la ofensiva de ISIL. Más de 6,5 millones de personas sirias se han visto forzadas a migrar internamente a causa de la guerra, y más de 3,3 millones de personas están refugiadas en países vecinos. En Nigeria, las incursiones de Boko Haram son responsables del desplazamiento de más de un millón de individuos. En la República Centroafricana, un millón más han sido expulsados de sus hogares. En Birmania, 140.000 musulmanes Rohingya y al menos 100.000 cristianos Kachin permanecen desplazados dentro del país.

En cualquier medida, los horrores del año pasado muestran ampliamente cómo y por qué importa la libertad religiosa y la protección de los derechos de comunidades religiosas vulnerables. Los responsables de los horrores han presentado el caso mejor que ningún otro.

Solo por razones humanitarias, el mundo no se atreve a permanecer en silencio frente a la larga estela de abusos cometidos en estos y otros países.

Todas las naciones deberían preocuparse de los abusos cometidos más allá de sus fronteras no solo por razones humanitarias, sino porque lo que ocurre en otros países raramente se queda allí. Defender a los perseguidos contra las fuerzas del violento extremismo religioso no es solo un imperativo moral; es una necesidad práctica de cualquier país que busque proteger su seguridad y la de sus ciudadanos.

Asegurar el establecimiento de la libertad religiosa y otros derechos humanos en una sociedad a menudo puede parecer una tarea hercúlea, pero es vital.

Por ello, debemos permanecer firmes por la libertad religiosa como un antídoto contra el extremismo religioso, una ayuda para la seguridad y un derecho universal de la humanidad.

La libertad religiosa ha sido una prioridad de la Iglesia Adventista desde sus orígenes a mediados del siglo XIX, y la iglesia ha defendido desde hace tiempo los derechos de los observadores del sábado y otras minorías religiosas. Aquellos esfuerzos han sido particularmente visibles en las últimas décadas en la Asociación General, el cuerpo administrativo de la Iglesia Adventista mundial, construyendo su departamento de Libertad Religiosa, primero dirigido por Bert B. Beach, y después por el Dr. John Graz.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día juega un papel importante en la defensa de la libertad religiosa en todo el mundo, a través de sus asociaciones mundiales (www.irla.org / www.aidlr.org y adlr.org en España). Los adventistas son muy conocidos como líderes en la protección de la libertad religiosa.

“Dios ha dotado a cada ser humano con dignidad. No hay libertad sin dignidad. Es nuestro privilegio y deber protegerla y promoverla”, comentó Corrado Cozzi, responsable del departamento de Relaciones Públicas de la Iglesia Adventista en la región Inter Europea.

Para leer el documento completo, siga este enlace: https://1.usa.gov/1JgckTU

Revista Adventista de España