Hace unos días me recomendaron la película: «Historia de un matrimonio», de Noah Baumbach, al parecer, con muy buenas críticas por la academia y sus especialistas. Y como responsable del departamento de Familia, siempre va bien tener una buena película «bajo la manga» para recomendar, así que me dispuse a verla.
Me pasé más de la mitad de la película con una curiosa e incómoda sensación: confusión. Después me di cuenta, al final, que esto era producto de la construcción de un guión, muy bien montado por cierto, en el que definitivamente no quieren tomar partido ni por él ni por ella. Solo se trata de relatar la desgarradora secuencia de un final, según el guión, irremediable.
Es interesante porque los críticos la alzan como una de las mejores películas del año, y quizá solo sea por responder a una de las realidades más palpables en la sociedad actual: encontrarnos ante prácticamente un 70% de rupturas matrimoniales (así de fuerte como se lee), y seguramente el éxito resida en contarlo de un modo en el que todos nos sintamos “cuidados”, conmovidos por igual, hombres y mujeres. Una ruptura sin posicionamientos posibles, donde no caben culpas, no caben pecados capitales. Solo dolor y nostalgia de una especie más en extinción: el matrimonio.
Síntesis de la película
Para los que no la habéis visto, la síntesis del guión podría resumirse así:
«Ella finalmente logra abrir los ojos y darse cuenta que, estaba viviendo una vida vicaria, es decir, no había recorrido su propio camino, sino que había apoyado el de su compañero, descubriendo al final del recorrido que, en el fondo, ella quería lo mismo que estaba viviendo él.
»Y entonces él, despierta estupefacto ante la sorpresa de la infelicidad de su compañera, a la que no se le notaba para nada todo lo que estaba “padeciendo”.
»Y así, ambas partes, se comportan estoicamente rumbo al precipicio, intentando sujetar -con madurez y equilibrio- la estabilidad de lo único que les queda compartido: su hijo. Fin».
¿La causa del divorcio?
Reconozco que me pasé toda la película intentando encontrar la causa de su divorcio. Es decir, en el resumen de arriba supuestamente queda claro: parece no haber causas suficientes, hay caminos que se abren y que son imprescindibles de transitar, para salir de la rueda de hámster en la que se ven metidos.
Pero esto no me satisface. Como psicóloga cristiana creo en el potencial del matrimonio. Creo que es uno de los diseños divinos más espectaculares. De hecho fue el broche de oro en la creación, el matrimonio, lo que Dios crea allí fue una obra de arte.
Actualmente nos intentan convencer de que no es posible sostener un matrimonio. Por esto observé esta película como en un laboratorio, buscando comprender estas historias, tan frecuentes hoy en día, con la objetividad de quién no conoce a ninguna de las partes. Así que la observé intentando descifrar los puntos de quiebre en el guión para entender esos puntos en los guiones de nuestras vidas. Porque si no, según estas películas, todos estamos destinados a terminar del mismo modo. Nos toca hacer de detectives. Hay puntos de inflexión en nuestras historias. Hay bombas que necesitamos desactivar.
Puntos de inflexión en los guiones de nuestras historias
Pero terminó la película y me quedé sin poder ver con claridad nada. La misma sensación de confusión del transcurso del guión se había instalado en mi análisis, realmente lo habían logrado: la sensación de que aquí nadie tiene la culpa, es irremediable, los caminos se separan y se separará la pareja. Y será doloroso, y será lo peor que transites en tu vida (y lo será) pero ya está, ocurrirá. Punto.
Ante estas historias que nos cuentan, esta realidad que modelan ¿quién se mete en esto de formar una familia? ¿cómo hacemos para que nuestros hijos sigan creyendo en el matrimonio?
No fue sino hasta un día después, justo al despertarme (dicen que las noches son buenas para ordenar las ideas) que vino a mi mente una imagen de la película, la última escena, y con ella se sumaron un par de escenas más que confirmaban lo que para mi fue la resolución del caso:
Atención alerta de spoiler, os voy a relatar el final:
«Ya están separados, él finalmente se ha resignado a vivir en la ciudad donde está su hijo. Por él lo hizo, por ella no. Ella ya tiene el mismo trabajo que tenía él: ahora es directora de cine (ella también lo ha conseguido)… Comparten como amigos, junto a su hijo, el único ritual que aún parece unirles: Hallowen. Y cuando él se está marchando con el niño en brazos (porque esa noche le toca a él…) en ese momento, ella le pide que se detenga…»
Y no, no es para correr a sus brazos a darle un beso, ¡que va!, es para pedirle que pare, que tiene un cordón desatado y con un pequeño (y se ve que bastante utilizado) golpecito, le indica que levante un poco el pie para sacar el cordón de abajo del zapato y atárselo (evidentemente arrodillada en el suelo, junto a sus pies). Ahora si se pueden marchar, padre e hijo, con un «tierno acto de la ex mujer. Fin de la película».
¡¿Qué fue eso?! … ¡¿Qué – fue – eso?!
Roles confusos
Una mujer que no puede salir del rol de esposa/madre de su marido, ahora su ex, que sigue mostrando su cariño y «ternura» desde el mismo rol que la expulsó de su lado. El mismo rol que reclamó no querer tener.
Pero es curioso, porque en el camino, se agolparon otras imágenes en las que él hace lo mismo, compartandose como esposo/padre de ella y mostrándole su «amor» (a pesar de estar separados) con un cuidado que implica su presencia, es una protección que sobreprotege porque «ella no puede».
Pero volvamos a la escena del zapato, que es la apoteósica porque es la del final ¿por qué hace eso? ¿por qué a los telespectadores nos saltan las lágrimas en ese momento? Como también nos conmovemos en el momento en el que «le ofrece cortar el pelo» en pleno proceso judicial del divorcio… ¿qué gesto más tierno verdad? O el momento en el que él le ayuda a cerrar el portón o vuelve a arreglar la luz que se ha cortado, «porque ella no puede».
Justo estas escenas son las que nos confunden, nos hacen sentir algo profundo, diríamos que es «amor». Si te pillan desprevenido incluso lloras, por la dolorosa relación de amor que se está rompiendo. Piensas: «mira como en el fondo aún se quieren, mira como ella todavía le quiere que le corta el pelo, mira como le quiere que le ata el cordón de su zapatos, mira como el la quiere que le arregla la luz…»
El amor de pareja no es un amor paternalista
Es que no. No puede ser, esto no es amor de pareja, esto es amor paternal. Ese tipo de amor es para nuestros hijos, y ni siquiera para todas las edades de ellos. En el caso de un hijo, un gesto así, como atarle los cordones solo tendría cabida a los 3-4 años cuando lo hacemos porque les estamos enseñando a hacerlo ¿lo alcanzáis a notar?
Este gesto, en la película, tiene migas, muchas. Por eso es dolorosamente confusa. Nuestro amor de pareja es confuso y torpe, a la vez. Nuestra generación no ha visto padres que se sepan amar, ante dos roles que comenzaban a hacerse fuertes (el de ella ahora, el de él siempre), no sabían amarse. Y aún seguimos ofreciendo este tipo de amor paternal (hay quien le llamaría paternalista) cuando en realidad queremos otra cosa, pero no tenemos idea como conseguirla.
La importancia del respeto mutuo
Haciendo una formación de paternidad respetuosa pude ser consciente de este tipo de conductas que, bajo el supuesto «cuidado amoroso», solo están hablando de una falta de respeto a la otra persona. Es un gesto de amor inmaduro, que en el fondo no le está permitiendo transitar su camino hacia la madurez, la independencia, y que, peor aún, luego se proyectará en un autocuidado y en un cuidado de los otros igual de irrespetuoso.
Es frecuente que hoy escuchemos quejas de mujeres en este círculo vicioso, reclamando: «no pude tener mi propia carrera, no me dejaste realizarme, siempre he tenido que ir detrás de ti» y luego están cortándole el pelo, atándole los cordones, diciéndole todo lo que tienen que hacer en casa.
Evidentemente no estamos diciendo que ocasionalmente estos pueden ser gestos de cuidado amoroso, hablamos en cambio de un comportamiento sistemático, de extralimitarse como sistema, realizando lo que podría hacer el otro, simplemente porque no lo hace tal como nosotros queremos que lo haga.
Y es que hemos llegado hasta aquí como analfabetos ¿cómo pueden haber pasado tantos siglos, tantos descubrimientos científicos y nosotros seguir tan despistados respecto a ser pareja?
Tiempos de cambio
Es cierto que vivimos en una transición, que este parece ser el efecto o la causa de tantas rupturas. Un tiempo en el que nos estamos replanteando el modo de ser humanos, con lo que el matrimonio no se salva. Y creo que, con más razón, es un tiempo en el que nos toca, con desesperada militancia buscar en Jesús, en sus modos de ser persona, los roles que queremos construir como individuos y luego como pareja.
Si lo pensamos bien, es un tiempo de absoluta oportunidad. Las mujeres hemos quedado “liberadas” de los roles que nos han “sometido”, pero ¿qué haremos con esta “libertad”? ¿repetiremos los mismos errores de Eva? ¿los mismos errores de “Adán” siglos después?
¿Cómo es ser mujer, esposa, amante según los ojos de Jesús? ¿Y ser hombre, marido, amante según los ojos de Jesús? ¿Cómo comportarnos saliendo de los mandatos sociales históricos, que decimos no desear? ¿Cómo hacerlo sin reproducir todo aquello que hemos reclamado?
Jesús, una vez más, solo Jesús
«Cristo es el camino, la verdad y la vida». Jesús supo ser tierno sin exigir al otro un comportamiento determinado. El Maestro supo vivir aceptando que la libertad era una regla de su propio juego y que el amor incondicional sería la única arma contra esa propia regla. El Señor supo cuidar sin asfixiar, sin faltar el respeto, sin hacernos sentir que somos inútiles. Jesús supo sacrificarse por nuestro amor, hasta el final, someterse a la idea de que nos amaría aunque le rechacemos hasta la muerte.
Jesús es un modelo aún hoy para nuestras parejas porque él es un modelo de persona individual, completa, plena y sin embargo, es parte de un Dios Triuno. Cristo es Dios con otros (Padre y Espíritu Santo) y sin embargo tiene roles definidos, tiene funciones, tiene misión y propósito individual.
Claro que necesitamos tener nuestras profesiones, nuestros roles, nuestros caminos, nuestras misiones y propósitos individuales, claro que sí, Jesús es nuestro modelo y Él quiere que sea así, pero esto siempre implicará un sacrificio, someternos a un amor incondicional por una causa mayor.
El hogar, un pedacito de cielo
Tenemos «un largo camino a casa», no nos podemos resignar a irnos de esta tierra, con tanta luz, sin haber ofrecido a la generación que sigue una rendija por donde ver el amor divino. Estas frases de Elena de White como la que dice: «nuestro hogar es un pedacito de cielo en la tierra» siguen siendo nuestro reto de vida y religión. Buscarlo hoy, es mucho más difícil que ayer. Pero no menos posible.
Hay esperanza mientras haya vida. Jesús es nuestra esperanza, son tiempos preciosos para encontrar en imitarle, la posibilidad de vivir en pareja de un modo pleno, la mejor oportunidad para reproducir su imagen, un Dios Relación, que ama y respeta incondicionalmente.
Jesús sigue siendo el único guión para la historia de un matrimonio.
Autora: Maijo Roth, responsable del Ministerio de Infancia, Adolescencia, Familia y 60 Plus de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España.
Excelente este artículo Maijo. ¡Qué bien hace leerte! Muchas gracias por abrir esta ventana de aire fresco para continuar aprendiendo a ser mejores parejas junto a Jesús. ¡Abrazo!
Justo anoche estaba hablando con mi pareja…y hoy, sábado, al despertar, me topo con este artículo…para mí, Jesús contestó mi oración…o al menos le dio forma a lo que necesito encontrar. Muchas gracias Maijo…qué Dios siga dándote sabiduría.
Maijo me encanta cómo nos has llevado hasta el final, con espíritu crítico, observador, vigilante y de generosa pedagogia ,acompañándo al lector de forma recurrente.
Qué tema tan duro para abordarlo con sinceridad y también abrir un camino de solución.
Enhorabuena, siempre ayudando
Muchas gracias 😊