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En los albores del primer siglo, el nacimiento de Jesús abrió la puerta de la gracia a nuestro mundo. Su ‘vida’ selló nuestra vida y, desde entonces, la puerta sigue abierta para atender las necesidades de un mundo que perece.

Estas fechas nos recuerdan cuán grande es el amor de Dios hacia nosotros, por eso nos unimos a aquel coro angelical diciendo:

«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2:14)

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Revista Adventista de España
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