Lo que nos dicen los Críticos
Tenemos más indicios históricos de la existencia de Jesús que los que algunos quisieran. Sin embargo, los críticos de principios del siglo XX como W. Wrede, J. Wellhausen o Altert Schwitzer, han intentado minimizar el valor histórico de estos relatos, reduciendo los datos irrefutables de la vida de Jesús a unos pocos:
- que fue un gran maestro itinerante al que la gente atribuyó poderes sobrenaturales,
- que tuvo problemas con los dirigentes religiosos de la nación,
- que fue ajusticiado bajo Poncio Pilato,
- que fue crucificado,
- y que su cuerpo desapareció sin dejar rastro después de la crucifixión.
Hoy se habla de historicidad –en el sentido más riguroso de la palabra– para referirse a acontecimientos de los que tenemos pruebas fehacientes, es decir, vestigios o testimonios que los acrediten suficientemente. En ese sentido es posible demostrar la existencia de Jesús, pero muy difícil probar la historicidad de cada detalle de los evangelios. Ahora bien, el que un hecho no se pueda probar históricamente no implica que no ocurrió. Los relatos de los testigos históricos de cualquier hecho, podemos juzgarlos porque pueden ser subjetivos, tendenciosos, deformados e incluso completamente falsos, pero no podemos substituirnos a dichos testigos. Podemos, sin embargo, comparar con otros su valor de testimonios.
Por otro lado, encontramos que, como apunta Vittorio Messori, la realidad histórica del hecho cristiano es muy importante porque el cristianismo “es el único mensaje religioso que no se basa en una sabiduría, ni en una idea, sino en una serie de afirmaciones históricas, especialmente en que Jesús resucitó de entre los muertos.” (Hipótesis sobre Jesús. Bilbao: Mensajero, 1978, p. 30).
Por eso tantos han intentado negar la historicidad de Jesús, aunque hasta la fecha no solo no se ha podido encontrar ningún documento serio que la desmienta, sino que tenemos numerosos testimonios que la confirman.
Lo que nos dicen las Fuentes cristianas
En primer lugar, tenemos las Fuentes cristianas:
- Además de los evangelios, otros documentos de los primeros cristianos, como las epístolas, nos transmiten informaciones tan esenciales sobre Jesús que podrían bastarnos para esbozar su historia. Por ejemplo, sabríamos que Jesús desciende de David, y después de morir fue resucitado (Romanos 1:3-4); murió crucificado (2 Co 13:4), la noche que fue entregado instituyó la santa cena (1 Co 11:23-26), etc. Además, algunas de sus declaraciones sobre Jesús nos aportan datos complementarios no incluidos en los evangelios (cf. Hch 20:35; 1 Ts 4:15).
- En las generaciones inmediatamente siguientes a la de los autores del Nuevo Testamento, los testimonios de los escritos llamados patrísticos son irrefutables. Algunos críticos han argumentado que esos antiguos documentos cristianos carecen de valor histórico precisamente por ser cristianos. Pero ese argumento tendría el mismo valor que decir que para estudiar la vida de Darwin no sirven los documentos escritos por evolucionistas.
- Por otro lado, la misma existencia de los evangelios apócrifos es una prueba indirecta, pero fehaciente, de la existencia histórica del personaje que esos escritos intentan describir a su manera.
Lo que nos dicen las Fuentes judías
En segundo lugar encontramos las Fuentes de la historiografía judía:
Conviene notar que Flavio Josefo, el historiador judío más importante del siglo primero, menciona claramente a Jesús en varios testimonios calificados de “totalmente auténticos” hasta por escritores judíos, aun despojados de las interpolaciones cristianas posteriores (aquí entre paréntesis):
Aproximadamente en esa época (…) vivió Jesús, un hombre sabio (si es licito llamarle hombre), pues fue un hacedor de prodigios, un maestro de los hombres que recibían la verdad con placer. Atrajo a muchos judíos y a muchos gentiles (Era el Mesías); y cuando Pilato, a sugestión de nuestros principales hombres lo condenó a la cruz, los que lo habían amado desde el principio no dejaron de hacerlo (pues se apareció a ellos nuevamente vivo al tercer día, según los profetas divinos habían predicho esta y otras diez mil cosas maravillosas concernientes a él) y la casta de los cristianos, que toman el nombre de Jesús, no se ha extinguido hasta el momento. (Antigüedades judaicas, XVIII, iii, 3.)
En otra ocasión, hablando de Anás el sumo sacerdote, dice que se apresuró a llevar ante el Sanedrín a Jacobo “el hermano de Jesús, que era llamado el Mesías.”(Flavio Josefo, Antigüedades judaicas, XX, ix, 1.)
Esto deja patente que la historiografía judía de la época confirma la historicidad de Jesús y de lo esencial de su mensaje y ministerio.
Lo que nos dicen las Fuentes romanas
También ahí encontramos huellas indelebles de Jesús como personaje histórico confirmadas por algunos de los principales historiadores de la antigüedad, y para ello debemos atender a las Fuentes de la historiografía del imperio romano:
- Tácito, en su biografía sobre Nerón escrita en torno al año 114, cita a los cristianos y nos deja datos sobre Jesús.
“Cristo, de quien les viene el nombre, fue condenado al suplicio por el gobernador de Judea Poncio Pilato, bajo el reinado de Tiberio.” (Anales, libro XV, 4.)
- Suetonio (69-141), otro historiador romano, explica una medida de expulsión tomada por el emperador Claudio sobre los seguidores de Cristo.
“Como los judíos no cesaban de sublevarse a instigación de un tal Crestos (¿Cristo?) los expulsó de Roma.” Es muy probable que, en esta época del cristianismo, en la que los cristianos todavía observaban el sábado, las autoridades no hayan hecho todavía una distinción clara entre judíos y cristianos, considerando a estos últimos como una simple secta de los primeros. Y hablando de Nerón confirma que éste “envió al suplicio a los cristianos, seguidores de una superstición nueva y peligrosa”. (Vida de los doce césares “Claudio”, libro V, 25.)
- Plinio el Joven (62-120), envía al emperador Trajano una carta en la que le describe el comportamiento de los cristianos perseguidos, que prueba la increíble expansión del cristianismo ya en torno al fin del siglo primero (Epistulae, X.96.).
- Fuera de la historiografía propiamente dicha, también es interesante el testimonio de Luciano de Samosata (125-181), quien refiere que los “cristianos honraban a Jesús como Dios, lo consideraban un legislador y lo elevaban como su guía”, hablando de “aquel hombre que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta doctrina nueva en el mundo”.
Testimonios legitimados
Aunque estos testimonios sobre Jesús nos pueden parecer muy reducidos de parte del mundo no cristiano, hemos de tener en cuenta que,
- Jesús fue un personaje importante solo para los creyentes. Los medios oficiales no registraron la muerte de un joven carpintero de Nazaret, al que llamaban “Maestro”, porque eso no parecía tener interés histórico para los cronistas.
- Además, hasta el año 312, con la conversión del emperador Constantino, el cristianismo estuvo perseguido y sus enemigos destruyeron todos los documentos cristianos que pudieron.
- Por otra parte, el que no queden pruebas históricas de ciertos acontecimientos no demuestra que no ocurrieran realmente. No se debe confundir la historia documentada con la realidad vivida por sus protagonistas.
Sobre este último punto, debemos notar que la parcialidad y las inexactitudes de los documentos tanto cristianos como no cristianos existentes tampoco le quitan valor a dichos testimonios. Porque no hay que confundir verdad con exactitud: un dato puede no ser exacto y contener una gran verdad (así, una buena caricatura puede reflejar el carácter de una persona mejor que algunas fotografías, no siendo en teoría tan exacta como ellas). Tampoco hay que confundir la realidad objetiva con verdad subjetiva. Un documento puede afirmar que Jesús era “un hombre sabio” intentando emitir una verdad objetiva (describiendo la labor de Jesús como maestro), aunque de modo subjetivo se pueda alegar (como hace la interpolación cristiana al pasaje de Josefo) “si es licito llamarlo hombre,” sobre la base de la convicción cristiana de su divinidad. Desde el punto de vista histórico, el valor de esta afirmación está en el reconocimiento de Jesús como maestro destacado.
Por otro lado, sobre los manuscritos del Nuevo Testamento existe una consistencia de manuscritos inigualable: tenemos 5.686 manuscritos parciales o completos, los cuales son virtualmente idénticos. Hay ciertas variaciones de palabras pero que no comprometen la interpretación cristiana de la fe. La siguiente obra que le sigue en distancia de manuscritos disponibles es la Ilíada de Homero, con 643, frente a los más de 5.000 del Nuevo Testamento. La ventaja de disponer de tantos manuscritos es que se permite reconstruir el original con una seguridad muy grande. Por tanto, la exactitud de las copias y manuscritos es asombrosa.
Juntando todos los datos seguros que aportan las diversas fuentes sobre la historicidad de Jesús, podemos afirmar que Jesús no solo está atestiguado en el centro de la historia humana, sino que la ha transformado tan radicalmente que hasta contamos los años a partir de su venida a este mundo.
Autor: Roberto Badenas es licenciado en Filología Moderna y en Teología. Tiene un máster en Filología Clásica y un doctorado en Teología por la Universidad de Andrews. Ha servido como pastor, profesor de Teología, decano de la Universidad Adventista del Salève, miembro del Biblical Research Committe y director del departamento de Educación y Familia de la División Euroafricana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Descubre más:
STROBEL, Lee. El caso de Cristo: una investigación exhaustiva, Miami: Vida, 2000.
EDERSHEIM, Alfred, La vida y los tiempos de Jesús el Mesías, Terrassa: CLIE, 1989.
GERHARDSSON, Birger, Prehistoria de los evangelios, Sal Terrae, Santander, 1977.
McDOWEL, Josh y Sean, Más que un carpintero. Miami: Unilit, 2005.
MESSORI, Vittorio, Hipótesis sobre Jesús. Bilbao: Mensajero, 1978.
GARCÍA CORDERO, Maximiliano, Jesucristo como problema. Guadalajara: Editorial OPE, 1970