Para el sábado 4 de noviembre de 2017.
Esta lección está basada en 2ª de Crónicas 30 y “Profetas y Reyes”, capítulos 23 y 28.
- LA PASCUA
- ¿Cuál era el origen de la fiesta de Pascua?
- ¿Qué se hacía en Pascua?
- ¿Por qué crees que Ezequías decidió celebrar la Pascua al comienzo de su reinado?
- EL PREGÓN
- ¿Dónde envió Ezequías pregoneros?
- ¿Cuál era el mensaje que pregonaban (anunciaban)?
- ¿De qué dos formas reaccionaron las personas ante este pregón?
- LA FIESTA
- ¿Qué inconvenientes tuvieron para celebrar la fiesta tal como estaba ordenado?
- ¿Qué sentimiento especial se manifestó durante toda la fiesta?
- ¿Por qué decidieron alargar la fiesta una semana más?
- Lee 2ª de Crónicas 30:27. ¿Cuál fue el resultado final de la fiesta?
- APLÍCALO EN TU VIDA
- Cuando estés en la iglesia, manifiesta tu gozo cantando con entusiasmo, orando con fervor y alabando con alegría a Dios.
- Lee Proverbios 22:2, Mateo 18:20, Hechos 1:14 y Hechos 2:46. Dios quiere que nos reunamos para adorar juntos, y promete que Él estará allí con nosotros.
- ¡Contagia a los que te rodean con tu alegría al adorar!
Resumen: Dios nos llama a adorarlo alegremente con nuestra familia de la iglesia.
Reflexión: Ladrones de Tiempo
¿Te has preguntado alguna vez por qué algunos niñ@s son calmos y dueños de sí mismos mientras que otros parecen estar en permanente agitación? Las personas tenemos diferentes grados de capacidad, pero todos tenemos la misma cantidad de tiempo. Utilizar al máximo el tiempo es el factor que en muchos casos permite que una persona realice más que otra.
Hay ciertos ladrones de tiempo contra los cuales debe precaverse un niño o una niña de éxito.
Consideremos brevemente unos pocos de esos enemigos:
- Demorar la iniciación de un trabajo
Uno de los mayores ladrones del tiempo es la dilación, la demora. El tiempo que uno gasta entre el momento en que conoce una tarea y el momento en que comienza a hacerla puede ser enorme. El período de espera generalmente acarrea frustración.
- Desorganización
La desorganización demanda el doble de tiempo. Requiere tiempo hacer el trabajo la primera vez y completarlo sólo parcialmente debido a la falta de organización, más el tiempo adicional cuando se hace la tarea por segunda vez. La planificación que conduce a la organización da como resultado el éxito sin frustraciones.
- Fantasear
El soñar con grandes realizaciones sin convertir esos sueños en realidad es otro ladrón del tiempo. El soñar es beneficioso sólo cuando intentamos llevar a los hechos nuestros sueños.
- Quejarse
Quejarse porque uno tiene mucho que hacer, o porque alguien no cumplió su palabra, o por cualquier otro asunto, es un gigantesco ladrón de tiempo y energía. La razón por la que un quejoso necesita más tiempo para hacer su trabajo es la de que las quejas impiden que uno se concentre plenamente.
- Distracciones
El distraerse de la tarea que uno está realizando puede costar incontable número de horas. Muchas veces uno voluntariamente origina una situación en la que un amigo bien intencionado o un interés secundario le roban tiempo que uno no puede permitirse perder.
- Conversación ociosa
Repetir la misma vieja conversación con las mismas personas, meramente para pasar el día, es un ladrón del tiempo y de la integridad. Un peligro que existe en la repetición de conversación ociosa, en adición al tiempo que le quita a posibles realizaciones, es el de que convence al individuo en forma clara de su debilidad personal.
- Temor al fracaso
Un consumidor canceroso del tiempo es la preocupación sobre las realizaciones. Sólo puede desvanecerse la preocupación, real o imaginaria, causada por el temor al lanzarse de lleno e inmediatamente a la tarea asignada. Los que quieren tener éxito establecen prioridades. Deben incluir un tiempo para orar, un tiempo para estudiar y un tiempo para planear. Al identificar y eliminar los ladrones del tiempo en tu vida, tu puede tener tiempo para todo lo esencial.
Recuerda al sabio Salomón que dijo: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés. 9: 10).
“MV Timón” 4º trimestre de 1073
Historia: Amós y los ángeles
Esto es lo que le sucedió a Amós, hijo de un maestro africano. Cierto día el pequeño Amós cayó enfermo con fiebre muy alta. La esposa del misionero le dio a su madre un medicamento para la fiebre, pero no le hizo efecto. Los entristecidos padres lo veían cada vez más débil y unas pocas horas antes de que se pusiera el sol el sábado algunos amigos de la familia vinieron a ofrecerse para cavar una tumba y tenerla lista para el otro día. Con lágrimas en los ojos el padre ya les iba a decir que sí, cuando su esposa lo llamó y le dijo: “Ven, Jonás, no te demores. Vamos a orar. Dios puede aún concedernos nuestro pedido”.
Fueron hasta la esterilla donde estaba acostado el niño y se arrodillaron junto a él.
Con gran fervor la madre comenzó a orar: “Padre, tú puedes ayudarnos todavía. Envía tu ángel para que toque a nuestro niño y él seguramente se mejorará”.
Mientras así oraba la madre, el padre sintió que el débil pulso del niño cesaba completamente, pero no se animó a interrumpir la ferviente oración de su esposa.
Mientras oraba, le pareció a la madre que la puerta se abría. No abrió sus ojos, pues pensó que era alguno de los amigos a quienes habían invitado a su casa para orar con ellos, de modo que continuó su plegaria. “Señor, yo sé que tú tienes todo el poder, aún en esta tierra tan afligida por Satanás y el pecado. Haz que Amós mejore”.
Un largo estremecimiento sacudió el cuerpo del niño, inspiró profundamente y se sentó en la estera.
-Mamá -dijo- ¿Lo viste?
Ambos padres abrieron los ojos.
-¿A quién? -preguntaron sorprendidos.
-Al ángel -dijo Amós-. ¿No viste al ángel? No debes hablar tan fuerte cuando los ángeles andan cerca.
Creyendo que el niño deliraba, trataron de tranquilizarlo y de hacer que se acostara nuevamente.
-No, no, quiero levantarme -decía- Estoy mejor ahora. Pero los padres se esforzaban por acostarlo otra vez·. -Quédate tranquilo -le decían-, o te empeorarás.
-No, no, estoy bien -decía el niño-. ¿No vieron al ángel? Yo me había dormido y de pronto alguien vino y me tocó la frente con su mano fría, y me desperté. Abrí mis ojos y vi a un hombre todo vestido de blanco. Ahora estoy bien, porque Jesús envió a su ángel para que me sanara. Me tocó la cabeza y ahora estoy bien.
Amós estaba tan emocionado que apenas podía hablar. Los padres le tocaron la frente y comprobaron que ya no tenía fiebre. Allí mismo le dieron gracias a Dios, y mientras oraban oyeron que llamaban a la puerta.
-¿Dónde le gustaría que cavemos la tumba? -preguntaron los amigos, pero quedaron mudos al ver al niño sano frente a ellos.
-No hace falta que caven ninguna tumba -dijo feliz el padre- Dios nos ha devuelto a nuestro hijito.
“El Auxiliar” noviembre 1966
Ejercicio práctico
Resumen, y selección de materiales, de Eunice Laveda, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposo Sergio Fustero, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
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