Para el sábado 14 de octubre de 2017.
Esta lección está basada en 2ª de Reyes 11 y “Profetas y Reyes”, capítulos 15 y 16.
Lección: El rescate de un príncipe
- Problemas en la familia de David.
- ¿Por qué quería Atalía matar a todos los descendientes de David?
- ¿Cómo debemos tratar a los familiares que nos han hecho daño?
- El apoyo familiar en las dificultades.
- ¿Qué hizo Josaba para ayudar a su sobrino Joás?
- ¿Cómo te ha apoyado tu familia cuando has tenido algún problema?
- ¿Cómo ayudas tú cuando alguien de tu familia tiene algún problema?
- ¿Qué actos de bondad haces por tu familia, y cuáles recibes de ella?
- El apoyo familiar en la educación.
- ¿Cómo educaron Josaba y su esposo, el sumo sacerdote Joiada, a Joás?
- ¿Ves alguna diferencia entre tus familiares cristianos y los que no lo son?
- ¿Qué familiares te ayudan más en tu vida espiritual?
- El apoyo familiar en la prosperidad.
- ¿Qué hicieron sus tíos para que Joás tuviera éxito y fuera coronado?
- ¿Qué familiares te han ayudado a alcanzar los logros que has conseguido?
- ¿Apoyas a tu familia en los momentos en los que otros (no tú) consiguen éxitos?
- El triunfo de la familia de David.
- ¿Cómo contrarrestaron Joás y sus tíos la mala influencia de su abuela sobre el pueblo?
- ¿Cómo ayudo a mi familia a crecer espiritualmente?
Resumen: Los miembros de la familia que aman a Dios se cuidan unos a otros.
He decidido:
- Hacer lo posible para que mi familia siempre siga a Dios.
- Ser una persona bondadosa y amable con mi familia.
- Servir a mi familia y protegerla.
- Preocuparme por cada uno de mis familiares, y ayudarles.
- Compartir mi fe con algún familiar que no conoce a Dios.
- Dar gracias a alguien de mi familia que haya sido bondadoso conmigo.
- Agradecer a Dios por mi familia.
Historia: La recompensa de Ariel
El papá de Ariel era carpintero, y sus trabajos eran tan exactos y buenos que se había granjeado justa fama en toda la ciudad. Ariel, que tenía doce años de edad, lo admiraba por su habilidad y soñaba tener, cuando fuese grande, un gran taller de carpintería con muchos operarios y realizar grandes proyectos. Ya había aprendido a hacer algunas cosas, como manejar la sierra, clavar, encolar y hacer algunos trabajos sencillos.
Un día, Ariel tuvo que acompañar a su papá al centro comercial. En uno de los expositores, Ariel vio algo que lo dejó entusiasmado: un barco de juguete que medía como un metro y medio de largo. El barco tenía bodegas por donde se podían introducir unos cubitos de madera que hacían las veces de mercancía; tenía seis cubiertas; grúas que funcionaban,;luces de señales que se podían encender y apagar; anclas que se recogían y se echaban, etc. Ariel quedó largo rato mirándolo y le preguntó a su papá si era posible comprar ese juguete tan maravilloso.
– No podemos, hijo -le respondió el papá-; tú sabes que no tenemos dinero para eso. Además, es un juguete muy costoso. Tenemos que pagar la casa que compramos, y otras cosas más. Por ahora no podemos.
Ariel no se podía olvidar de aquel juguete y lo mencionaba en cada conversación con su papá. El papá notaba que todo el anhelo de su hijo era sólo ese juguete, y lamentaba mucho no podérselo comprar. Un día el papá lo llamó y le dijo:
– ¿Sabes, Ariel? Es cierto que nosotros no podemos comprarte ese juguete porque es muy caro. Pero podemos fabricar uno en casa. Si tú me ayudas, dentro de poco terminaremos uno tan hermoso como ése que viste en el centro.
Ariel miró a su padre sorprendido, pues no podía creer que se pudiese hacer en casa algo tan difícil; pero tenía confianza en su papa, y lleno de alegría le dijo que le ayudaría de todo corazón a fabricarlo y le obedecería al pie de la letra lo que él le indicase.
El papá le dijo que, por asuntos de su negocio, iba a hacer un viaje de tres semanas a cierto lejano lugar y que el taller iba a quedar cerrado durante ese tiempo, por lo que él podría trabajar allí.
Antes de partir, el papá ocupó largas horas de su ocio en sacar cuidadosamente las medidas y marcarle con lápiz sobre las tablas las piezas que Ariel debía cortar durante su viaje. Antes de hacer eso el papá había estudiado con detenimiento muchísimas fotografías de los más hermosos barcos. Cuando terminó de marcar con exactitud todas las piezas, el papá le dijo a Ariel:
– Ariel, aquí tienes tu trabajo. Durante estas tres semanas que estaré de viaje tienes que cortar todas estas piezas con el máximo de exactitud, pulirlas con la lija y déjalas listas para cuando yo regrese. Si todas están bien cortadas y pulidas, yo las armaré todas y tendrás un hermoso barco de juguete.
El papá partió y Ariel se puso a trabajar. Contó todas las piezas que debía cortar: 251 en total. Había algunas muy grandes, otras muy chiquititas. Tenía que cortar rueditas de apenas un centímetro de diámetro. Había piezas que tenían formas tan raras que Ariel no se imaginaba para qué iban a servir. La gran mayoría llevaba unos agujeritos diminutos por los cuales pasarían los tornillos. Ariel sabía que su papá era muy hábil para esa clase de trabajo, pero nunca pensó que el juguete resultaría tan hermoso como el del centro comercial. Ariel trabajó todo el tiempo que pudo. A veces le dolían las manos. Otras veces se aburría porque eran muchas las piezas que debía cortar. Al finalizar las tres semanas, Ariel terminó todo su trabajo, y cada una de las piezas, perfectamente cortadas y pulidas, las puso en un enorme baúl que se llenó completamente.
Ariel se alegró mucho cuando el papá le dijo que todas las piezas estaban perfectamente cortadas. El papá lo felicitó por su dedicación y perseverancia y le dijo que estaba orgulloso de tener un hijo con tanto empeño.
Al día siguiente, el papá examinó una a una las piezas, las dispuso sobre una mesa, trajo tornillos, cola, y las herramientas para comenzar a armarlo todo. Al cabo de una hora, ya había terminado de armar el casco del buque y le estaba colocando las cubiertas. ¡Qué hermoso era! El papá tardó dos días y medio en ajustar y armar todas las piezas. Cuando todo el barco de juguete quedó terminado, el papá lo pintó con hermosos colores. Ariel se quedó maravillado del juguete y de lo mucho que sabía su papá. El juguete una vez terminado, era tan hermoso, o más, que el que se exhibía en el centro. Y Ariel estaba orgulloso porque él había cooperado en su construcción.
Esa noche, antes de acostarse, comprendió algo que le explicó su mamá la noche anterior: que Jesús encomendó a todos sus discípulos una gran tarea que realizar y que cuando, ésta sea terminada, vendrá otra vez y dará el premio merecido a cada uno. Por eso, nosotros debemos hacer nuestra parte… para que Jesús pueda hacer la suya. El resultado final no puede ser mas maravilloso.
Extraído de: “El auxiliar de la escuela sabática” Abril de 1968
Ilustración
Coge dos palitos delgados, de madera, del mismo formato que un lápiz y una barra de hierro también del mismo largo y grosor.
- Coge uno de los palitos e intenta romperlo. Se rompe enseguida. ¿Verdad? Ese palito represente una persona sin Cristo.
- Intenta romper la barra de hierro. No puedes. La barra representa al Señor Jesucristo. No se quiebra ni se dobla.
- Luego une juntos el palito de madera y la barra de hierro. ¿Puedes romperlos?, Esto representa nuestra unión con Jesús. Verás que la madera no puede romperse. Así mismo Satanás no puede quebrar la vida de quien está junto con el Salvador, o cuando Dios está con nosotros.
Jesús es todavía Emanuel (“Dios con nosotros”) por medio del Espíritu Santo. ¿Estás tú con él siempre?
Extraído de: “El auxiliar de la escuela sabática” Abril de 1968
Actividad
Descubre lo que los seguidores de Jesús sintieron unos por otros, y que debemos sentir nosotros. Tacha todas las “B”, luego todas las “H”, todas las “E” y todas las “Y”. Escribe lo que queda en los corazones.
Extraído de: “Amiguitos” Lecciones de la escuela sabática, Junio-septiembre de 2000
Resumen, y selección de materiales, de Eunice Laveda, miembro de la Iglesia Adventista del 7º Día en Castellón. Responsable, junto con su esposo Sergio Fustero, de la web de recursos para la E.S. Fustero.es
Foto: Aaron Burden en Unsplash