Ciertos grupos religiosos no tienen problemas para reconocer la personalidad del Padre y del Hijo, pero se niegan a aceptar la personalidad del Espíritu Santo, y solo lo consideran una fuerza impersonal que emana del Padre. Por eso, analizaremos brevemente qué dice la Biblia acerca del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es una persona
Aunque no entendemos todo lo que quisiéramos respecto del Espíritu Santo, existen múltiples evidencias bíblicas para probar su personalidad. Vamos a usar tres:
1-La fórmula bautismal
En Mateo 28:19, Jesús indicó que los discípulos deben ser bautizados “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Si el Espíritu Santo no fuera una persona, y tan solo existieran como tales el Padre y el Hijo, ¿qué necesidad tenía Jesús de mencionarlo en la fórmula bautismal? Si se tratara solo de una energía que emanara del Padre, la sola mención del Padre ya contendría esa “energía” del Espíritu. Sería incoherente decir que en este versículo el Padre y el Hijo sí son dos personas, pero que el Espíritu Santo no lo es. Lo cierto es que, si los creyentes son bautizados en el “Nombre” de los tres, es porque se están consagrando a los tres grandes Poderes del Universo, a la Deidad.
2-Posee las características de una persona
Un estudio cuidadoso de la Escritura revela que el Espíritu Santo posee todas las características de una persona: intelecto, emoción y voluntad. Veamos algunos ejemplos:
- Habla (Hech. 10:19-20)
- Se alegra (Hech. 15:28)
- Se entristece (Isa. 63:10 [RV95])
- Toma decisiones (1 Cor. 12:11)
- Se le puede mentir (Hech. 16:6)
Todas estas expresiones carecerían de sentido si el Espíritu Santo fuera meramente una fuerza impersonal. Tendríamos que preguntarnos si puede entristecerse o enfadarse la energía eléctrica. ¿Toma decisiones o se alegra la energía termonuclear? ¿Puede realmente hablarnos la energía atómica? ¿Tendría sentido decir que le he mentido al viento?
3-Es igual a Cristo
En Juan 14:16, Jesús prometió otro «Consolador» (parákletos, en griego), que según el verso 26 es el Espíritu Santo. Se lo llama «otro» porque en 1 Juan 2:1 Cristo mismo es llamado («Abogado», «Ayudante», «Consolador»).
Es evidente que una fuerza impersonal no podría ser nuestro «Ayudante». Además, en griego existen dos palabras para «otro»: állos, que significa «otro» de la misma clase, o igual; y (2) héteros, «otro», de distinta clase, o diferente.
La implicación de «otro»
Una analogía puede ayudar a entender la fuerza de este término griego del Nuevo Testamento. Si tú vas a comprar y te dan un lápiz amarillo de cierta marca y modelo, podrías pedir «otro». En español, esto podría significar que estás pidiendo «otro» igual al primero (esto sería allós en griego). Así, tendrías dos lápices iguales. Sin embargo, si lo que tú tenías en mente era pedir «otro» lápiz de distinto color y marca, eso sería héteros en griego.
Como se puede observar, en español no basta decir «otro», pues puede significar dos cosas diferentes. Para especificar, se necesita dar más elementos de juicio o guiarse por el contexto del diálogo. Pero en griego, no es así. Por ende, al ser una lengua muy precisa, son posibles las palabras que transmiten el sentido exacto del hablante.
Así, en Juan 14:6, Cristo promete «otro Consolador» utilizando el término griego allós, no héteros, indicando así que el Espíritu Santo es otro igual a él, idéntico en su naturaleza. Ergo, no es una fuerza impersonal, sino otra Persona, y por eso puede ser nuestro fiel «Ayudante», o «Consolador».
Autor: Cristhian Álvarez Zaldúa, Doctor en Teología. Actualmente, trabaja como director de Escuela Sabática, MIPES y Evangelismo de la Unión Ecuatoriana.
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Publicación original: Una ayuda fiel