“Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Y llegándose a El, le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! (Mateo 8:24-25).
Los discípulos se asustaron cuando la tempestad estaba a punto de tragarse su pequeña barca de pescadores. Desesperados, pensaron que iban a morir. Habían olvidado que el Creador del Universo viajaba con ellos. Y cuando más desesperados estaban, le vieron ahí, tranquilamente descansando y le pidieron ayuda. Entonces Jesús se levantó y calmó la tempestad. ¿Iban a ser tragados por el embravecido mar o era su tormenta interior la que realmente estaba a punto de hacerles naufragar?
Puede que el mar ruja y que las olas sean enormes y desafiantes, pero el Dueño de todos los mares sabe lo que hace y no permitirá que nada te destruya.
Tal vez ahora mismo estás chapoteando desesperadamente en un mar de problemas, pero no es porque Dios se haya olvidado de ti, ¡eres tu quien se ha olvidado del poder de Dios! El Señor viaja en tu barco. No te desesperes, sólo pídele que calme la tormenta y ésta obedecerá. Necesitas relajarte y aprender a confiar en Él.
Las dificultades enfrentadas de la mano del Señor, acaban siempre transformadas en bendición para ti y para los demás ¿Cómo lo hace? No lo sé… por eso es Dios. Lo que si sé es que mientras estés sumergido en el problema no podrás ver la salida, solamente confiar. Pero cuando salgas de él, fortalecido, podrás ver Su mano con claridad. Tal vez nunca comprendas aquí el cómo o el por qué, pero seguramente el Señor te lo explicará en la Eternidad. No necesitas entender, tan solo confiar.
Pedro se hundió al caminar sobre las aguas porque dejó de mirar a Jesús. Tu vida no será sepultada por las olas mientras tu mirada esté enfocada en Cristo y confíes en Él ¡No apartes tus ojos del Salvador!
Por supuesto, vez tras vez, como las olas llegan a la playa, vendrán nuevos desafíos y volverás a sentir el tambaleo de la duda y el miedo, porque seguramente, como nos pasa a todos, habrás olvidado cómo Dios te ayudó la vez anterior. La desesperación comenzará a hacer nido de nuevo en tu corazón hasta que decidas espantarla y recuerdes quien viaja en tu barco. Él volverá a calmar tu tormenta interior…. Su paciencia es tan grande como su Amor.
Puede que la tempestad sea atronadora, es posible que las olas sean grandes, pero no olvides nunca que el poder de Dios lo es mucho más. Confía. Aférrate de Su mano y aprende a caminar sobre el mar.
Autora: Esther Azón. Teóloga y comunicadora. Productora TV, guionista y redactora web en HopeMedia. Editora de la Revista Adventista en España.